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Nota del editor: 

Para aprender más sobre la productividad cristiana, mira el libro Aprovecha bien el tiempo (Grupo Nelson, 2020), por Ana Ávila.

Estamos en esa época del año en la que todo el mundo se propone cosas nuevas. Aunque la dura realidad de la pandemia ha ocasionado que algunos caigan en cierto cinismo (“este año mi único propósito será sobrevivir”), la mayoría de nosotros vemos el 2021 con esperanza. Si Dios sigue en su trono (¡y así es!), nosotros podemos confiar y podemos seguir adelante, esforzándonos para vivir como Dios nos ha llamado a vivir, sabiendo que los resultados están en Sus manos.

Así que establecer propósitos sabios está bien. Dios utiliza y dirige nuestros esfuerzos para su gloria.

Uno de los propósitos más comunes para un año nuevo es “leer más”. Aunque según el promedio de lectura en Latinoamérica pocos leemos más de un par de libros al año, todos estamos conscientes de que leer es importante. Es una práctica que expande nuestros horizontes, nos ofrece nuevas perspectivas, nos muestra lo poco que sabemos y lo mucho que es posible aprender. Aún más, los cristianos basamos nuestra fe en un libro. Un libro como ningún otro, pero un libro al fin. Un libro que hay que abrir, leer, y entender. Con todo, desafortunadamente, incluso los creyentes luchamos por ser constantes con el hábito de la lectura.

Si puedes leer, puedes convertirte en un lector

Son muchos los que dicen que quieren leer más y luego no hacen nada al respecto. En enero dicen que “este será el año”, y luego continúan viviendo como siempre, invirtiendo tiempo y atención en las cosas de siempre. Piensan que el amor por los libros surgirá por arte de magia, invocado por sus buenas intenciones. Esto no es así. El hábito de la lectura (incluyendo la lectura de la Biblia) se cultiva. Requiere de nuestro esfuerzo.

Empieza hoy

Tal vez piensas que es demasiado tarde para ti. Quizá ese sentimiento de derrota llegará en unos meses, cuando pase la emoción del año nuevo (guarda este artículo para entonces). Sea como sea, nunca es demasiado tarde. El simple hecho de que hayas llegado hasta este punto del artículo lo demuestra. Si puedes leer, puedes convertirte en un lector. Por supuesto, eso no quiere decir que será fácil (después de todo, probablemente te has distraído más de un par de veces al intentar avanzar en este artículo). Nuestra cultura hiperconectada está en guerra contra todo lo que se necesita para sentarse a leer: constancia, atención, y paciencia.

Así que, aunque desarrollar el hábito de la lectura no es imposible, te costará trabajo. ¿Estás dispuesto a perseverar? Aquí hay algunas ideas que te ayudarán en el camino:

1) Para leer más libros, comienza por el Libro.

Dios se reveló en un libro, así que Él es el más interesado en que empieces a leer. Para el cristiano, la lectura de la Biblia es el punto de partida para leer todo lo demás. Como escribe Tony Reinke, los creyentes “leemos todos nuestros libros iluminados por Dios y en comunión con Él”.1

Antes de ir a los libros, llénate del Libro

¿Cómo somos iluminados por Dios? ¿Cómo tenemos comunión con Él? A través de Cristo Jesús, la Palabra que se revela en la Palabra (la Biblia).

Si quieres amar la lectura de la Biblia y la lectura de buenos libros que te ayuden a crecer, pídeselo a Dios. Ora por amor a la verdad. Ora por una mente diligente. Ora por sabiduría para elegir buenos libros y para poder entender (¡y aplicar!) lo que dicen. Ora por una comunidad cercana con la que puedas compartir lo que aprendes y ser retado a seguir creciendo.

Antes de ir a los libros, llénate del Libro. 

2) Aléjate de lo superficial.

Aunque no hayas leído ni un solo libro en tu vida, tu mente está saturada de información. Cada día eres bombardeado con cientos de mensajes de texto, videos, artículos, noticias, podcasts, tweets, correos electrónicos, memes, y mucho más. Todos demandando tu atención; todos demandando tu tiempo.

No pretendo decir que esta explosión de información es del todo mala (después de todo, estoy contribuyendo a ella), pero sí hay que admitir que no es del todo buena. Mucho se ha escrito de las consecuencias de este exceso de datos. Me gusta la ilustración que utiliza Nicholas Carr en su libro Superficiales:

“Llenar una bañera con un dedal: ese es el reto que afronta la transferencia de datos desde la memoria de trabajo a la memoria a largo plazo. […] Cuando leemos un libro, el grifo de la información mana con un goteo constante, que podemos regular con la velocidad de nuestra lectura” (p. 154).

En Internet, el dedal de tu memoria de trabajo (o memoria a corto plazo) está queriéndose llenar con el chorro a presión de un hidrante de bomberos. Lo peor del caso es que la información que solemos obtener de estos medios (no toda, pero sí la mayoría) no es agua pura, sino agua azucarada. Nos enferma y nos hace desear volver por más.

Si quieres llevar agua pura a la bañera de tu memoria a largo plazo, deja de pasar tanto tiempo en el hidrante de lo superficial. Cada minuto que estés ahí, es un minuto que no estás en una fuente de la que manan riquezas.

3) No te aceleres.

Cuando queremos empezar a desarrollar el hábito de la lectura, solemos ser idealistas y dirigirnos a aquellas joyas teológicas y literarias de las que todo mundo habla. La realidad no tarda en golpearnos: leerlas no es fácil.

Es mejor comenzar por algo sencillo y algo que sea bastante probable que disfrutes. Un tema que llame tu atención y que tengas curiosidad genuina de explorar. Leer no debería ser un martirio. Por supuesto, ya hemos dicho que no será del todo fácil (especialmente cuando vas empezando), pero no se trata de estar sufriendo todo el proceso. Si te interesa leer temas teológicos, aquí hay algunas buenas opciones para iniciar:

¿Qué debes hacer si el libro no está funcionando? ¿Encuentras que te está costando demasiado continuar con él? Pregúntate por qué, y no tengas miedo de dejarlo a un lado temporal o permanentemente y probar con otro título.

4) Registra tu progreso y rinde cuentas.

No es por nada que la Biblia nos dice que “más valen dos que uno solo” (Ec 4:9). Dios no nos hizo para caminar solos. Al rescatarnos, nos dio una familia; nos hizo parte de la Iglesia. Deja que esta familia te acompañe incluso en las cosas aparentemente pequeñas, como desarrollar el hábito de la lectura.

Encuentra un par de amigos que deseen desarrollar el hábito de la lectura contigo y reúnanse regularmente para compartir su progreso y sus luchas. Podrían verse cada dos semanas para hablar de los libros que han estado leyendo y de qué les ha funcionado para mantenerse constantes con su hábito. Tener un diario de lectura (o utilizar una herramienta como Goodreads) les ayudará a tener datos concretos sobre su avance.

Tu mente necesita otras mentes

Leer es tener un encuentro con otra mente a través del tiempo y el espacio. Como no lo sabes todo y tu perspectiva es limitada, necesitas otras mentes. Necesitas leer.

Si jamás has leído un libro en tu vida, no pienses que esto no es para ti. No pienses que es demasiado tarde. Ora y empieza. No te arrepentirás.


1 Lit!, loc. 565.
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