Dios esperaba que Su pueblo Israel conmemorara en la pascua el extraordinario milagro de haber sido liberados de la esclavitud en Egipto. El Pésaj (la pascua judía) que se celebra hoy guarda una similitud profunda con la celebrada en la antigüedad, especialmente en la época de Jesús. Analizaremos los elementos que componen esta fiesta bíblica y el orden en que se desarrollaba en el primer siglo:
Cordero, pan sin levadura y lo amargo
En el calendario judío, el día 14 del mes de Nisán (marzo 27-28) —día de la Pascua— cada familia sacrificaba un cordero y luego se colocaba un poco de la sangre en los postes y el dintel de la puerta (Éx 12:6-7). Después se realizaba una cena familiar donde comían el cordero asado, pan ácimo (sin levadura) y hierbas amargas (Éx 12:8). Esto último es posible que se refiera a lo que Jesús también comió porque si no hubiera desobedecido las Escrituras y, por lo tanto, estaría descalificado como Mesías.
Durante siete días se comían ácimos (panes sin levadura) y se procuraba que no hubiera nada leudado en la casa (Éx 12:17-20). En el Evangelio de Lucas vemos a los discípulos y a Jesús celebrando la fiesta de los panes sin levadura y haciendo los arreglos para el cordero que sería servido en la cena en el aposento alto (Lc 22:1-12). Lo mismo ocurre hoy día en la Pascua judía, con la excepción de que el cordero no es sacrificado en el templo.
Por otro lado, en la Pascua judía se colocan tres panes sin levadura en una bolsa de tela de tres partes. Al principio de la cena el anfitrión toma el pan de en medio y lo parte. La mitad se divide en partes suficientes para que todos en la mesa puedan comer. La otra mitad se esconde para que luego la encuentren los niños y toda la familia la coma como la última comida de la cena.1
Jesús nos impresiona al tomar este simbolismo y aplicarlo a Él mismo: «Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: “Tomen, coman; esto es Mi cuerpo”» (Mt 26:26), el cual sería partido en la cruz. Pero aun el ácimo que es escondido para luego ser encontrado por los niños y comido al final de la cena nos apunta nuevamente al Mesías, el cual se ha escondido en los cielos temporalmente para luego ser revelado en su segunda venida y en la última cena que celebraremos con Él (Mt 8:11; Ap 19:9).
El orden de las copas de vino y los cánticos
En la Mishná (compendio de enseñanzas de los rabinos) se dice que al menos «cuatro copas de vino» deben formar parte de «la comida de la fiesta de la noche de pascua».2 La razón de las cuatro copas de vino están basadas en la interpretación rabínica del Éxodo, donde se emplean cuatro términos diferentes de liberación: «Los sacaré… los libraré… los redimiré… Los tomaré a ustedes por pueblo Mío…» (Éx 6:6-7).3
Así, la primera copa se toma al principio de la cena y luego se va explicando la historia bíblica y luego de finalizar la explicación se toma la segunda copa. Después de la cena se toma la tercera copa, la cual corresponde a la frase «los redimiré». Es probablemente en este punto que Jesús «tomó la copa después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en Mi sangre, que es derramada por ustedes”» (Lc 22:20; énfasis añadido). Jesús toma el tema de la redención en Éxodo para introducir una segunda redención, esta vez del pecado de su pueblo.
La cuarta y última copa se tomaba cuando se realizaban los cánticos de Halel. También, junto con esta copa se pronunciaba la bendición en hebreo, «bendito Tú, SEÑOR Dios nuestro, Rey Eterno», y luego se concluye diciendo: «que creas פְרִי הַגָפֶן “pri hagafen” (el fruto de la vid)». Al parecer, esto es lo que Mateo describe cuando Jesús dice: «les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid…» (Mt 26:29). Esta es una expresión idiomática en hebreo que solo hace sentido en ese idioma, no en griego. Es decir, para que esa frase terminara en los evangelios, Jesús tuvo que haber estado citando la bendición tradicional sobre el vino en la cuarta copa. Por si fuera poco, Mateo incluso relata cómo Jesús termina la cena cantando un himno, el cual se refiere al הלל (Halel) «alabanza» al cantar los salmos 113-114 (Mt 26:30).
Jesús es el cordero pascual
Al pensar en esto, no debemos olvidar que Jesús no solo celebró la Pascua, sino que Él mismo se convirtió en el cordero sacrificado en dicha Pascua. Jesús fue crucificado exactamente cuando debía ser sacrificado el cordero pascual. En el Éxodo se encuentra la ordenanza divina para Israel sobre el cordero: «y lo sacrificará toda la asamblea de la congregación de Israel entre la tarde y el atardecer» (Éx 12:6, traducción personal); esto es, aproximadamente, entre las 3-5 p. m. Jesús muere a la hora novena (Mt 27:46-50), precisamente a las 3:00 p. m.
El sacrificio del cordero de Dios no solo era preciso en tiempo, sino que también en propósito. La sangre del cordero pascual guardó, por una noche, al pueblo de Dios del juicio justo del Señor que vendría sobre Egipto por el pecado de los egipcios (Éx 12:12). De igual manera, la sangre del Cordero de Dios guarda eternamente al pueblo de Dios del juicio justo del Señor que viene sobre toda la tierra por el pecado de la humanidad (Ro 2:5-6).
Por esta razón, el evangelio te dice: «Cree en Jesús como Señor y cordero de Dios, coloca su sangre en tu vida, y ¡sé salvo!» (cp. Jn 1:29; Ef 1:7).