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¿Por qué tenemos cuatro Evangelios en nuestras Biblias? ¿Por qué necesitamos a Mateo cuando tenemos, por ejemplo, a Marcos?

Haciendo una contribución única

La respuesta es, en parte, porque cada uno contribuye de manera única a nuestra comprensión de la gloria de Cristo. Cuatro bocetos de un objeto bidimensional no parecerían necesarios. Pero si tuviéramos un diamante reluciente en nuestras manos, no esperaríamos un segundo antes de girarlo. Nos encanta ver lo mismo desde diferentes perspectivas.

El diamante de la gloria de Jesús es demasiado grande para limitarlo a una sola perspectiva. Los cuatro evangelios cumplen propósitos comunes, pero lo hacen de diferentes maneras. El relato de Mateo proporciona una ventana única a través de la cual se puede ver la gloria de Cristo.

Mostrando las raíces del evangelio en el Antiguo Testamento

Mateo se erige como una bisagra entre el Antiguo y el Nuevo Testamento en nuestras biblias y es muy adecuado para la tarea de interpretar las Escrituras. Mateo comienza con una mirada retrospectiva a la historia del Antiguo Testamento, identifica a Jesús como «el hijo de David, el hijo de Abraham» (Mt 1:1). La genealogía que sigue no es una mera lista de nombres. Es más como una historia genealógica que resume la historia del Antiguo Testamento a medida que se extiende desde Abraham, pasa por David y llega hasta el anhelo de redención de Israel (Mt 1:1-17).

Con sus citas y alusiones recurrentes a las Escrituras de Israel, Mateo nos muestra que el Antiguo Testamento es una historia que se completa en Cristo. Jesús llegó en medio de esta historia para cumplir todas Sus promesas y anhelos para el pueblo de Dios.

Explicación de la naturaleza del reino de Cristo

La historia del Antiguo Testamento termina con el anhelo de que venga un Rey a establecer el reino de Dios. Este reino traerá la reconciliación con Dios para los pecadores y la restauración al florecimiento de la creación. Mateo anuncia la llegada de este Rey y el amanecer de este reino a través del mensaje y ministerio de Jesús.

Las palabras de Jesús declaran cómo Su pueblo será transformado éticamente (Mt 5-7) y Sus obras muestran cómo Su creación será sanada físicamente (Mt 8-9). Este es un vistazo del reino de los cielos en la tierra.

Sin embargo, Mateo nos muestra, en especial en el capítulo 13, que este reino no llegará de repente. El misterio del reino es que, si bien ya se ha manifestado en la vida, muerte y resurrección de Jesús, este no llegará en su plenitud hasta que Jesús regrese.

Llamando la atención hacia el corazón de Cristo

Que Jesús sea el Rey significa que tiene autoridad. Pero la autoridad de Jesús se ejerce con mansedumbre, humildad y servicio hacia aquellos que confían en Él. Mateo da numerosos destellos del corazón de Cristo. Jesús les dice que tengan ánimo por igual a los pecadores y a los que sufren (p. ej., Mt 9:2, 22; 14:27). Él tiene compasión de las multitudes (Mt 9:36; 14:14; 15:32).

El único texto del Nuevo Testamento que muestra explícitamente cómo es el corazón de Jesús nos enseña que Él es «manso y humilde de corazón» (Mt 11:29). Es profundamente reconfortante saber que tenemos un Rey cuyo corazón se conmueve de amor por nosotros, que somos pecadores. Mateo nos permite ver continuamente la absoluta disposición de Jesús para perdonar y dar la bienvenida a los pecadores. No hay mayor evidencia de esto que la cruz. Es allí que Jesús en humildad nos sirve hasta lo sumo, da Su vida por la nuestra de manera voluntaria (Mt 20:28).

Llamándonos a una vida de discipulado misional

A medida que confiamos en Cristo, somos atrapados en esta historia, somos parte de este reino y tenemos Su corazón. Mateo también nos muestra que todo esto está destinado a transformarnos de manera poderosa desde lo más profundo. Los seguidores de Cristo recibimos el privilegio y la responsabilidad de reflejar el corazón de Cristo hacia el mundo. De principio a fin, las palabras de Jesús a Sus discípulos muestran que la misión está en la prioridad de Sus expectativas sobre ellos (Mt 4:19; 28:19). Mateo se asegura de que no dejemos su evangelio sin oír la Gran Comisión resonando en nuestros oídos: «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones» (Mt 28:19). Al seguir a Cristo, lo seguimos en Su Gran Comisión. Ser discípulo es hacer más discípulos.

Persuadiéndonos del tesoro de Cristo

Esto es lo que veremos al mirar el diamante de la gloria de Cristo desde la perspectiva de Mateo. También seremos persuadidos de que la sabiduría más alta nos impulsará a dejarlo todo para seguir a Jesús. El reino de los cielos es, después de todo, «semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mt 13:44).


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Martín Manchego.
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