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Ayer, 9 de agosto, fue asesinado el candidato presidencial Fernando Villavicencio, tras finalizar un acto político en Quito. A la salida del evento, un grupo de sicarios abrió una ráfaga de disparos que terminó con la vida de Villavicencio, quien recibió tres disparos en la cabeza. El político fue trasladado de urgencia a la clínica de La Mujer, donde confirmaron su deceso. Otras nueve personas resultaron heridas en el hecho.

Fernando Villavicencio era uno de los ocho candidatos que competirían el próximo 20 de agosto en las elecciones presidenciales. Su popularidad había empezado a crecer en los últimos años a raíz de sus denuncias contra casos de corrupción que involucraron a políticos y empresarios con grupos de crímen organizado. En septiembre de 2022, Villavicencio fue víctima de un atentado, cuando su casa recibió cinco disparos a modo de amenaza, según él mismo declaró. Semanas antes de su asesinato, el asambleísta denunció públicamente que tanto él como su equipo de campaña recibieron amenazas de muerte.

Ecuador arrastra una crisis política y vive momentos de conmoción a menos de dos semanas para que se celebren las elecciones presidenciales. El 17 de mayo de este año, el actual presidente Guillermo Lasso decretó la «muerte cruzada» para disolver la Asamblea Nacional y convocar a elecciones legislativas y presidenciales extraordinarias. Los comicios se celebrarán el próximo 20 de agosto y no se suspenderán a pesar del asesinato del candidato Fernando Villavicencio.

Esperanza para un mundo caído

Juan Moncayo, pastor en la iglesia La Fuente, en Quito, comparte la siguiente reflexión a la luz de los hechos que conmocionan al país sudamericano y al resto de la región:


Causa dolor lo que pasa en Ecuador. Para ser honesto, mi corazón, como el de muchos ecuatorianos, lucha con la desesperanza y la ansiedad, como también con el temor y la frustración. Estos sentimientos provienen de observar el contexto en el que vivimos: la maldad se sale con la suya, el sistema de justicia está roto, los gobernantes parecen tener las manos atadas, y el pueblo abiertamente dijo «no» a muchas medidas que sirvieron en Colombia y México para traer un poco de ayuda en la lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado, entre otras cosas.

Debemos rogar a Dios que ministre nuestro corazón y levante nuestros ojos para que podamos ver Su presencia en medio de tanto dolor

Esto me recuerda al reporte de los espías israelitas, cuando vieron a los gigantes que habitaban en la tierra prometida (Nm 13). La mayoría de los espías trajeron noticias oscuras, difíciles y desesperanzadoras; como las que nos toca escuchar hoy. Sin embargo, en medio del desánimo, dos hombres de Dios animaron al resto del pueblo a confiar en las promesas y el poder del Señor (14:6-9). El reporte sobre los gigantes en la tierra prometida era cierto, pero Dios era más grande.

De la misma manera, en medio de tanta oscuridad necesitamos recordar ese «pero Dios». Debemos rogar a Dios que ministre nuestro corazón y levante nuestros ojos para que podamos ver Su presencia en medio de tanto dolor y recordar que:

1. La justicia de Dios es perfecta.

Los malvados de este mundo pueden escapar de toda la justicia imperfecta de este mundo, pero un día estaremos todos delante de la justicia perfecta de Dios, delante de la ira de un Dios Santo. Nadie podrá torcer esa justicia. Aquel momento será aterrorizante para los que cometieron iniquidades y no pusieron su confianza en Jesús para vivir según Su voluntad. En medio de nuestro lamento por la injusticia de este mundo caído, podemos descansar en que la justicia de Dios triunfará.

2. Somos peregrinos en este mundo pasajero.

Amo mi Ecuador. Dios me ha llamado a ser luz y sal en ese país; a orar y trabajar por la paz; a luchar para que mis hijos y mis nietos puedan tener un lugar dónde florecer y crecer. Sin embargo, mi nacionalidad terrenal no se compara con mi ciudadanía celestial y eterna.

En medio de nuestro lamento por la injusticia de este mundo caído, podemos descansar en que la justicia de Dios triunfará

La desesperanza que vivimos en este mundo es un recordatorio de que debemos gemir por el retorno de Cristo nuestro rey. Debemos fijar nuestros ojos en la eternidad. Como dijo C. S. Lewis: «Lo que no es eternamente útil es eternamente inútil». Oremos para que nuestro enfoque esté en lo eterno, para invertir toda nuestra vida en la eternidad, mientras clamamos por la misericordia de Dios para nuestro país.

3. Alabemos a Dios y confiemos en Él.

En estos momentos, debemos hacer nuestras las palabras del salmista:

¡Aleluya!
Oh alma mía, alaba al SEÑOR.
Alabaré al SEÑOR mientras yo viva;
Cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista.
No confíen ustedes en príncipes,
Ni en hijo de hombre en quien no hay salvación (Sal 146:1-3).

Los reinos y reyes de este mundo vienen y van; solo el Rey Jesús y Su reino permanecen para siempre. Él es nuestra paz y quien trae la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento (Fil 4:7). Él es la torre fuerte, la roca eterna y nuestro refugio. Este triste suceso es una oportunidad que Dios nos da para calibrar nuestros corazones y examinar dónde está puesta nuestra confianza.

Oro para que estas palabras, que yo mismo me las estoy predicando, puedan ser de ánimo para muchos. Son tiempos oscuros no solo en Ecuador, sino en toda Latinoamérica. Pero vivamos como peregrinos que invierten sus vidas en lo que es eterno, aguardando a Cristo, nuestra esperanza segura.

Te invito a orar tanto por Ecuador como por toda nuestra región, y en especial, por nuestros corazones que se unen a la creación gimiendo: «Ven pronto, Señor».

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