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El salmista declara que “grande es nuestro Señor, y muy poderoso; su entendimiento es infinito” (Sal. 147:5). A menudo hablamos de lo que sabemos y cómo lo sabemos, pero rara vez nos preguntamos: ¿Cómo sabe Dios? ¿Qué sabe Dios? Así que hoy dirigimos nuestra atención a diez cosas que debemos saber sobre el conocimiento de Dios.

(1) El conocimiento de Dios es intuitivo, no discursivo. Cuando digo que nuestro conocimiento es discursivo quiero decir que viene a nosotros por medio de la observación, el razonamiento, la comparación, la inducción, la deducción, y así sucesivamente. En otras palabras, nosotros aprendemos. Pero el conocimiento de Dios es intuitivo, lo que quiere decir que es innato e inmediato. Dios no aprende: simplemente sabe. Él no descubre ni olvida.

(2) También hay que recordar que el conocimiento de Dios es simultáneo, no sucesivo. Él ve las cosas a la vez y en su totalidad, mientras que nosotros solo conocemos a medida que los objetos de conocimiento son presentados ante nosotros, poco a poco. Para Dios, el acto de percepción es completo e instantáneo. Dios piensa sobre todas las cosas a la vez.

(3) También sabemos por las Escrituras que el conocimiento de Dios es independiente, no dependiente. Él no recibe su conocimiento de nadie ni de nada externo a sí mismo. Isaías hizo esta pregunta: “¿Quién guió al Espíritu del Señor, o como consejero suyo le enseñó? ¿A quién pidió consejo y quién le dio entendimiento? ¿Quién lo instruyó en la senda de la justicia, le enseñó conocimiento y le mostró el camino de la inteligencia?” (Isa. 40:13-14) La respuesta, por supuesto, es ¡nadie!

(4) El conocimiento de Dios es infalible, no sujeto al error. Como Ronald Nash ha dicho, “Omnisciencia divina significa que Dios no tiene creencias falsas. No solo son todas las creencias de Dios verdad, sino que el alcance de su conocimiento es total; Él conoce todas las proposiciones verdaderas”. Dios siempre está correcto en lo que sabe.

(5) El conocimiento de Dios es infinito, no parcial. Dios conoce exhaustivamente todas sus acciones y planes. También nos conoce a nosotros de manera exhaustiva. Ningún secreto del corazón humano, ningún pensamiento de la mente ni sentimiento del alma escapa a su mirada. (Ver 1 Cr. 28:9a; Prov. 15:3; Sal. 69:5; 139:1-4; Isa. 40:27-28; Ez. 11:5; Jer. 17:9-10; 1 Re. 8:39; Mt. 6:8; Hch. 1:24; He. 4:13; 1 Jn. 3:20).

(6) Dios tiene conocimiento exhaustivo previo de todas las cosas que suceden, incluyendo las decisiones morales de todos los hombres y mujeres. Dios lanza un desafío a todas las demás supuestas deidades: “¿Y quién como Yo? Que lo proclame y lo declare. Sí, que en orden lo relate ante mí, desde que establecí la antigua nación. Que les anuncien las cosas venideras y lo que va a acontecer. No tiemblen ni teman; ¿No se lo he hecho oír y lo he anunciado desde hace tiempo? Ustedes son mis testigos. ¿Hay otro dios fuera de mí, o hay otra Roca? No conozco ninguna” (Isa. 44:7-8). Solo Dios declara lo que está por venir. Solo Dios conoce el futuro, pues solo Dios lo ha decretado.

(7) La verdad de la omnisciencia de Dios debe afectar nuestro culto y adoración de Él. Stephen Charnock lo puso de esta manera:

“Considere cuan grandioso es conocer los pensamientos, las intenciones, y las obras de un hombre desde el principio hasta el final de su vida; conocer de antemano todas estas cosas antes de la existencia de este hombre, cuando se encontraba lejos en los lomos de sus antepasados, sí, de Adán. ¿Cuánto más grandioso es conocer de antemano y saber los pensamientos y las obras de tres o cuatro hombres, ¡de todo un pueblo o vecindario! Es aún mas grandioso saber la imaginación y las acciones de una multitud de hombres como los contenidos en Londres, París o Constantinopla; cuánto mas grandioso aún es conocer las intenciones y prácticas, los artificios clandestinos de tantos millones, que han vivido, viven vivirán en todas partes del mundo, ¡cada uno de ellos teniendo millones de pensamientos, deseos, diseños, afectos, y acciones! Que este atributo, entonces, haga que el Dios bendito sea honorable ante nuestros ojos y adorable en todos nuestros afectos. . . . ¡Adore a Dios por esta maravillosa perfección!” (Stephen Charnock, The Existence and Attributes of God, pp. 239-40).

(8) Una comprensión adecuada del conocimiento de Dios también debe tener un profundo impacto en nuestra humildad. Charnock explica:

“No hay nada que haga al hombre más propenso a ser orgulloso que su conocimiento; se trata de una perfección en la que se gloría; pero si nuestro propio conocimiento de la superficie de las cosas nos envanece, la consideración de la infinitud del conocimiento de Dios debería suprimir el tumor. A medida que nuestros seres son nada en lo que se refiere a la infinitud de su esencia, así nuestro conocimiento es nada en lo que se refiere a la inmensidad de su entendimiento. Tenemos una chispa de ser, pero nada en comparación con el calor del sol; tenemos una gota de conocimiento, pero nada en comparación con el océano divino. ¡Qué cosa vana es de un arroyo poco profundo presumir de sus corrientes ante un mar cuyas profundidades son insondables! Como es vanidad presumir de nuestra fuerza cuando recordamos el poder de Dios, y de nuestra prudencia cuando pensamos en la sabiduría de Dios, así también no es menor vanidad presumir de nuestro conocimiento cuando pensamos en el entendimiento y el conocimiento de Dios” (240).

(9) El conocimiento de los secretos de nuestro corazón por parte de Dios debe tener una profunda influencia en nuestra santidad personal y práctica:

”¿Puede la conciencia de un hombre fácil y agradablemente tragarse aquello que él entiende cae bajo el marco del conocimiento de Dios, cuando es odioso a los ojos de su santidad, y hace que el actor sea detestable para Él? … Las tentaciones tienen ningún deseo de acercarse a aquél que está constantemente armado con el pensamiento de que su pecado está reservado en la omnisciencia de Dios” (258).

(10) Lo que es aún más glorioso es que esta doctrina que nos hace temerosos del pecado es también el fundamento de consuelo y seguridad. Si Dios es omnisciente, entonces Él sabe lo peor de nosotros, ¡pero nos ama a pesar de ello! El apóstol Juan escribe: “En esto sabremos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él en cualquier cosa en que nuestro corazón nos condene. Porque Dios es mayor que nuestro corazón y Él sabe todas las cosas” (1 Jn. 3:19-20).


Publicado originalmente en Sam Storms. Traducido por Kevin Lara. 
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