El propósito de este artículo no es tratar la posibilidad del divorcio, sino más bien a hablar a aquellas personas que son divorciadas y tienen una nueva familia. Como Iglesia, debemos ayudarles a sobrepasar los retos que esta situación presenta.
Mi esposo y yo hemos vivido esta realidad; nos casamos cuando él tenia dos años de divorciado y un hijo. Al año y medio de nuestro matrimonio tuvimos nuestra primera bebé, y estando ella de meses conocimos al Señor.
Por supuesto, fueron tiempos muy difíciles, y es preciso que siempre recordemos que “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). La gracia y misericordia de Dios, y el estudio y práctica de las enseñanzas de la Palabra fue lo que nos dio la oportunidad de construir nuestra nueva familia, la cual ha llegado a ser un testimonio vivo de amor y perdón.
Asumiendo que eres divorciado/a y has formado una nueva familia, déjame darte algunos consejos prácticos a considerar.
1. Considera la importancia de las disciplinas espirituales
Las disciplinas espirituales debe ser nuestra prioridad para nuestra formación y crecimiento como cristianos.
Estas disciplinas —lectura de la Palabra, oración, meditación, ayuno, adoración, confección de pecados— son esenciales en nuestro caminar, y te ayudaran a enfrentar las diferentes situaciones con el espíritu correcto. De lo contrario, la carne se interpondrá y tus reacciones y acciones va a tener una mala motivación.
“Pero nada tengas que ver con las fábulas profanas propias de viejas. Más bien disciplínate a ti mismo para la piedad. Porque el ejercicio físico aprovecha poco, pero la piedad es provechosa para todo, pues tiene promesa para la vida presente y también para la futura”, 1 Timoteo 4:7-8.
2. Ama a los hijos de tu pareja
Una de las situaciones mas difíciles para los hijos de padres divorciados es el hecho de tener una madrastra o padrastro; como el mundo siempre los ha mostrado como personas malvadas, la tendencia es que ellos los vean así.
La Palabra dice que seremos una sola carne cuando nos casamos, por lo tanto, lo que es de uno es del otro. A pesar de que no seas el padre o madre biológico/a, debemos amarlos como si fueran nuestros. Si tienes hijos en tu nuevo matrimonio enséñales a amar a su hermano/a sin diferencia alguna (1 Corintios 13:4-5). Procura que se sienta parte de la familia, que sea respetado, y no visto como un entrometido.
3. Mira a la expareja de tu pareja como una oportunidad para evangelizar y vivir la santificación
Cuando hay hijos de un matrimonio anterior, es inhabitable el hecho de que tengan que seguir hablando y compartiendo con la expareja cada momento importante de su hijo, al igual que en las ineludibles dificultades.
Si la pareja anterior no es cristiano/a, no debemos verlo como un rival, sino como una persona independiente de nuestra pareja y oportuna para poder predicarle las buenas nuevas de salvación y hablarle de Cristo (Hechos 13:47).
Se podrán dar muchas situaciones difíciles, pero Dios las usa para santificarnos cada día mas (Salmo 139:23-24).
4. No compares ni traigas recuerdos
Una de las cosas más dañinas para la relación es comparar o traer recuerdos de tu antiguo matrimonio. Recuerda es una nueva etapa de tu vida, una persona diferente; y, si es cristiana, es un hermano/a en Cristo para ti.
5. No exijas a tu pareja que te dé lo que anteriormente tuvo
Una de las dificultades más grandes en el matrimonio nuevo es la economía. A raíz del divorcio, la parte económica es afectada, así que el nuevo matrimonio sufrirá a causa de esta situación anterior. Sin embargo, esto no debe ser motivo de exigir, ni de creer que te ama menos.
Recuerda que la gracia de Cristo fue suficiente para salvarte y empezar el proceso de santificación en tu vida (1 Corintios 10:13). Modela que eres un verdadero/a seguidor de Cristo y da muestra de esa gracia a los demás.
Mi esposo y yo hemos visto cómo el Señor nos ha ayudado a enfrentar esos asuntos tan difíciles de manejar a través del lente enfocado en La Palabra. Situaciones como estas demandan de un continuo sometimiento de nuestra voluntad a las verdades del evangelio.
En una ocasión, Jesús dijo que morir era necesario para poder llevar frutos (Juan 12:24). Eso es lo que necesitamos hacer para tener la actitud correcta ante esta situación.
Se trata de morir al yo para que podamos llevar frutos, y Cristo sea glorificado en nuestras vidas.