Recuerdo mi primera experiencia en la plantación de iglesias. Nos reunimos en un salón de fiestas los domingos por la mañana para un sermón de 45 minutos, y en una casa por las noches para orar juntos y animarse unos a otros. Despues de un tiempo, la “plantación” se convirtió en una “iglesia”, y llegamos a tener dos servicios en el salón. Se terminó la oración colectiva y el estímulo mutuo. En su lugar aparecieron otros 45 minutos de sermón. Todo el mundo decía que extrañaban ir a la reunión de la noche en casas, pero nadie pensaba que podría ser posible continuarlo. Una iglesia —una congregación hecha y derecha— tiene dos servicios en un domingo, ¿cierto?
Aunque queremos plantar iglesias bíblicas, varios peligros se hacen presentes a la medida que nuestros desafíos y oportunidades evolucionan. Aquí están cinco de ellos.
1. Plantar una iglesia réplica
Esta iglesia plantada es un clon de la iglesia de la que fuiste enviado, o de tu experiencia en la que asististe anteriormente. Esto tiende a suceder si no piensas mucho acerca de la cultura y los valores de la nueva iglesia. Te reduces a tu experiencia. Esto, por supuesto, no necesariamente es una cosa muy mala. Pero es una oportunidad perdida. La plantación de iglesias te permitea re-pensar la iglesia, creando patrones de vida de una iglesia más fiel a la Escritura y más relevante para la cultura. El otro peligro es que uno trate de ser una iglesia grande con un equipo pequeño, en lugar de aprovechar las ventajas de ser una pequeña iglesia.
2. Plantar una iglesia reaccionaria
Esto, en cierto modo, es lo contrario a una iglesia réplica. Esto es lo que sucede cuando las personas han sufrido una mala experiencia en la iglesia. La plantación de iglesias para algunas personas es una forma de huir de su iglesia anterior, en lugar de resolver los problemas o de reconciliar las relaciones rotas. Para otras personas, la plantación de la iglesia se define principalmente en términos de lo que no es. La gente sabe exactamente lo que no quieren ser como iglesia. Pero sin una visión positiva, la iglesia resultante tiende a tener un aire negativo o una cultura que es suspicaz hacia otras iglesias, sintiéndose superior a ellas.
3. Plantar una iglesia romántica
¿Recuerdas todas esas conversaciones que soñaste con tus amigos de tu iglesia ideal? Tal vez soñabas con reunirte en un café con un poco de música de jazz de fondo, mientras discutes la fe con tus amigos y a la vez bebes un latte. Tal vez soñabas con tocar las canciones cristianas clásicas con las que creciste. Tal vez soñabas con sermones de una hora, ricos en teología. Y ahora la iglesia que has plantado es una oportunidad para crear esta iglesia que soñaste. El problema es que, si bien es posible crear una iglesia ideal para ti, lo más probable es que no sea misional. Tus gustos personales no crearán necesariamente un contexto ideal para invitar a los no creyentes (lo que significa que no será una iglesia ideal para cristianos. P sea, para que la vida cristiana sea saludable, debe ser misional).
4. Plantar una iglesia restauracionista
Plantar este tipo de iglesia es un intento de recrear con precisión lo que la iglesia era en el primer siglo, de restaurar el cristianismo apostólico. Iglesias como esta tienden a pasar mucho tiempo tratando de identificar con precisión los patrones de la práctica del Nuevo Testamento. Por supuesto que es vital que sea bíblica. Pero replicar normas apostólicas puede ser un ejercicio inútil, sobre todo por la gran diversidad en el Nuevo Testamento. Y esa diversidad existió porque las iglesias apostólicas estaban adaptándose a sus contextos, tanto a las personas dentro de la iglesia como también a las personas que estaban tratando de alcanzar.
El verdadero peligro con la mentalidad restauracionista es que te convierte en introspectivo. Terminas teniendo largos debates sobre cómo las iglesias del Nuevo Testamento celebraban la Cena del Señor, en lugar de lanzarte al evangelismo. Te conviertes en las personas que se describen en 1 Timoteo 1, que están más interesadas en ganar convertidos para la iglesia que ganar conversos a Cristo.
5. Plantar una iglesia reduccionista
De alguna manera esto es lo contrario de una iglesia restauracionista. Aquí el deseo es plantar una iglesia que es “tipo encarnación” o “misional” o “contextualizada” (o la que sea la palabra de moda). Pero tú entiendes estos términos en el sentido de crear una iglesia que se asemeje mucho a la cultura circundante. Esta preocupación puede llevar con demasiada facilidad a los intentos de minimizar las diferencias y, por tanto, a minimizar la confrontación que trae el evangelio. La verdadera contextualización incluye la identificación de lo que significa el arrepentimiento en una cultura. Así que no se trata de paliar las dificultades del evangelio sino que se trata de comprender a la cultura lo suficientemente bien como para que podamos enfocarnos en el reto del evangelio.
El peligro que enfrenta este tipo de iglesias es que reducen el evangelio y se asimilan a la cultura en general. Al final no tienen nada que ofrecer. Si somos tan parecidos a la cultura que las diferencias son marginales, ¿por qué la cultura se molestaría con nosotros? No tendremos nada que añadir a lo que ya creen. Por otro lado, es una tontería: nunca seremos tan “cool” como MTV. Lo que hará a la iglesia atractiva a un mundo perdido es el evangelio que proclamamos y la vida comunitaria distintiva que este crea (recordando que “distintivo” es otra palabra usada para “santo”).
Necesitamos lo que John Stott llama “doble escucha”: escuchar al mundo y escuchar a la Palabra. Tenemos que entender al mundo que estamos tratando de alcanzar, y tenemos que entender la Palabra que le anunciamos. Y por entender al mundo me refiero a entender el contexto específico en el que se está trabajando.
Contextualización no se trata simplemente de adaptarse a la cultura. Más importante aún, se trata de entender la cultura para que podamos identificar los “puntos de contraste”: los momentos donde el evangelio desafía la cultura, ofreciendo buenas noticias y pidiendo arrepentimiento. Contextualización no es solo acerca de cómo podemos ser como la cultura. También se trata de identificar donde el evangelio es diferente de esa cultura.