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«Lee tu Biblia, ora cada día y crecerás, crecerás, crecerás». Así decía una canción que siempre estuvo presente en mis primeros años de vida en la iglesia, escogida por los maestros de la escuela dominical por su mensaje sencillo (y por los movimientos que ayudaban a los niños inquietos a participar). La canción transmite una verdad general: el crecimiento espiritual está ligado al alimento espiritual. Recibimos sustento de las Escrituras y permanecemos en Cristo a través de la oración. Por lo tanto, la lectura de la Biblia y la oración son esenciales para el crecimiento espiritual.

Pero estas prácticas no garantizan resultados. No existe una fórmula infalible. Muchos creyentes que se esfuerzan por vencer pecados persistentes a menudo sienten que la lectura de la Biblia o la oración no les trae la victoria. Buscan alimento espiritual, pero siguen atascados en sus luchas. De manera similar, la historia demuestra que quienes leen la Biblia a diario y quienes están comprometidos con la oración a veces pueden volverse arrogantes, más como el fariseo que como el recaudador de impuestos en la parábola de Jesús. Leer la Biblia no necesariamente te hará más santo; podrías terminar creyendo que eres más santo que los demás.

En busca de la técnica perfecta

Cuando la vida cristiana no sigue el enfoque sencillo y formulista que aprendimos de niños, tendemos a buscar nuevos métodos. Queremos encontrar la técnica o herramienta perfecta para aprovechar al máximo nuestra lectura de la Biblia o para ser más constantes en la oración. Nos preguntamos: ¿Qué prácticas transformarán mi vida? ¿Qué ritmos, fórmulas o liturgias podrían ayudarme a obtener el mayor beneficio de las disciplinas espirituales?

El centro de la formación espiritual no radica en lo que haces o en las prácticas que adoptas, sino en la obra del Espíritu que te está moldeando a la imagen de Cristo

Vivimos en una era saturada de hacks y trucos para la vida: nuevos regímenes de ejercicio, recetas de cocina rápidas, atajos de productividad y estrategias de optimización personal. El mensaje es claro: encuentra la técnica adecuada y todo cambiará. Este bombardeo constante de marketing afecta nuestra manera de pensar, incluso en lo espiritual. Este enfoque excesivo en técnicas y disciplinas suele dominar nuestras conversaciones sobre formación espiritual. Nos atrae porque vivimos en una sociedad de consumo y nuestros corazones tienden hacia la autojustificación. Así, el deseo de autooptimización se distorsiona en la falsa creencia de que nuestro crecimiento espiritual depende exclusivamente de nosotros mismos.

El lento camino hacia la santidad

¿Cuál es el resultado de esto en la formación espiritual? Casi toda nuestra atención se dirige a los hábitos de formación, dejando muy poco o nada al papel del Espíritu en el crecimiento espiritual. Este enfoque equivocado trae consecuencias. Al confiar en las técnicas, dejamos a un lado al Espíritu. Nuestra mirada se desvía de la gracia de Dios en la santificación y se fija en los resultados externos. Esto nos lleva a la frustración por el lento avance de nuestro viaje espiritual, mientras anhelamos un progreso más rápido hacia la santidad.

Pero los trucos para la vida no eliminan nuestros pecados. Los hábitos no son un atajo hacia la santidad. Las técnicas pueden parecer inyecciones de esteroides para los músculos: impresionantes al principio, pero con consecuencias dañinas a largo plazo.

Permaneciendo en Cristo por encima de las técnicas

Para ser claro, los diferentes métodos y técnicas para la lectura de la Biblia, la oración y el ayuno pueden ser útiles. Personalmente, he recomendado un «oficio diario» de oración que incluye porciones significativas de las Escrituras. Espero que estas herramientas sean de provecho y que, como dice la canción, si las usas a diario, «crecerás, crecerás, crecerás».

Pero el crecimiento espiritual no se trata de cumplir una lista de tareas. En nuestro mundo lleno de herramientas para registrar el ritmo cardíaco, los pasos, la ingesta de calorías y las rutinas de ejercicio, es fácil añadir la lectura de la Biblia a nuestra lista diaria de tareas. Sin embargo, mantener una racha diaria de lectura bíblica en una app no significa que nos estemos pareciendo más a Cristo. Esto puede llevarnos a cuestionarnos por qué seguimos luchando con ciertos pecados o por qué estas prácticas no parecen generar la transformación que esperábamos. Con el tiempo, podríamos abandonar estas disciplinas, convencidos de que simplemente no funcionan.

La realidad es que el crecimiento espiritual lleva tiempo. La vida está llena de limitaciones, y muchas de las distracciones, frustraciones e incluso las personas que creemos que obstaculizan nuestras rutinas disciplinadas son, en realidad, parte del lento pero necesario camino hacia la santidad.

Cuando hablo con creyentes mayores que irradian el gozo de Jesús, a menudo mencionan sus luchas con pecados persistentes y cómo su progreso está lejos de lo que desearían. Me recuerdan a Pablo, quien se consideraba el primero de los pecadores, pero quien seguía corriendo hacia el premio.

El centro de la formación espiritual no radica en lo que haces o en las prácticas que adoptas, sino en la obra del Espíritu que te está moldeando a la imagen de Cristo. La vida espiritual tiene más que ver con aprender a permanecer en Cristo que con seguir un modelo o una liturgia, por muy útiles que estas prácticas puedan ser. No se trata simplemente de cumplir con tu deber, sino de confiar en que el Espíritu transformará tus deseos y, con el tiempo, te convertirá en una persona diferente.

El misterio del crecimiento espiritual

El crecimiento espiritual requiere atención, y la atención es nuestro recurso más valioso. La oración es difícil, a menudo aburrida y, en ocasiones, insoportable. Sentarnos en silencio ante Dios mientras nuestros pensamientos revolotean puede ser un proceso dolorosamente revelador de hacia dónde se inclina nuestro corazón. Kyle Strobel advierte que podemos recurrir a herramientas y técnicas para evitar un encuentro genuino con Dios. Blaise Pascal afirmó que los problemas de la humanidad provienen de nuestra incapacidad para sentarnos tranquilamente a solas en una habitación. Si eso era cierto en su época, ¿cuánto más lo es en nuestra era de distracciones infinitas?

El Espíritu es esencial, no secundario; Su obra es misteriosa, no manipulable; milagrosa, no comercializable

Los hacks priorizan la rapidez y la eficacia, prometiendo resultados inmediatos. Sin embargo, quienes caminan con gracia durante décadas suelen mostrar una notable falta de prisa. No se obsesionan con herramientas o métodos. Aceptan cada momento como un regalo, se enfocan en la persona que tienen delante y no ven la oración como una herramienta de productividad, sino como una forma de comunión con Dios. Los contratiempos y las distracciones no son obstáculos para el crecimiento espiritual, sino una parte esencial del proceso de renovación.

Estoy agradecido por las herramientas y técnicas que contribuyen al crecimiento espiritual. Pero estoy aún más agradecido de que no podamos recurrir a técnicas o atajos para alcanzar la santidad. El Espíritu es esencial, no secundario. Su obra es misteriosa, no manipulable. Milagrosa, no comercializable. Y, para los pecadores que dependen de Su obra santificadora, esas son, sin duda, buenas noticias.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Eduardo Fergusson.
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