La vida y ministerio de un prodigio espiritual y científico
Blaise Pascal nació el 19 de junio 1623 en la ciudad de Clermont-Ferrand, en el centro de Francia.
La madre de Pascal murió cuando él tenía 3 años, y su padre trasladó a la familia a París, donde él mismo le enseñó en el hogar a Blaise y a su hermana.
A la edad de 10 años, Pascal estaba haciendo experimentos originales en matemáticas y ciencias físicas.
En 1640, con 16 años de edad, publicó un ensayo sobre las secciones del cono que fue muy elogiado. Entre 1642 y 1644, Pascal desarrolló un máquina de cálculo para que su padre pudiera usarla en su trabajo, ya que era un recaudador de impuestos. Luego inventó la jeringa, refinó el barómetro de Torricelli y creó la prensa hidráulica, un instrumento basado en el principio que llegó a conocerse como la Ley de Pascal de la presión. Realizó trabajos importantes sobre el problema del vacío, y es conocido también por su trabajo sobre el cálculo de probabilidades. También se le atribuye la invención del reloj de pulsera y el trazado de la primera ruta de autobús en París.
Mientras el pietismo florecía en Alemania y la santidad wesleyana se extendía por Inglaterra, la Francia católica sentía los efectos del jansenismo, una forma de agustinismo que enseñaba la soberanía de DIos y la gracia divina, en lugar de las buenas obras, como algo vital para la salvación.
En 1646 Pascal entró en contacto con el jansenismo y se lo presentó a su hermana. Pascal, sin embargo, continuó luchando espiritualmente: luchó con la dicotomía entre el mundo y Dios.
Pero el 23 de noviembre de 1654, Pascal experimentó una «conversión definitiva» durante una visión de la crucifixión.
Escribió su experiencia en un pergamino, que llevó consigo el resto de su vida, cosido dentro de su abrigo.
Sus mejores obras no son solo obras maestras de la prosa francesa o documentos científicos, sino también defensas de la fe cristiana.
Los Provinciales, 18 ensayos considerados como una brillante ironía y sátira, atacaron a la clase religiosa de su tiempo y defendieron la exigencia jansenista de un retorno a la moralidad y la creencia de Agustín en la gracia divina. La iglesia católica colocó a Los Provinciales en el índice de libros prohibidos, pero no logró calmar la controversia que provocó.
Pensamientos, una colección de «ideas» de Pascal que pretendía presentar como una apología cristiana, se publicó después de su muerte. En ellos, retrató a la humanidad como suspendida entre la miseria y la felicidad, e indefensa sin Dios. Pascal denunció la idea de que la razón y la ciencia por sí solas pueden llevar a una persona a Dios. Solo al experimentar a Cristo, las personas pueden conocer a Dios.
En su análisis del hombre, Pascal se centra en dos lados muy contradictorios de la naturaleza humana caída. El hombre es, a la vez, noble y miserable. Noble, porque ha sido creado a la imagen de Dios; miserable, porque ha caído y está alejado de Dios.
Pascal comenzó su apologética con un análisis de la condición humana tomado de la experiencia del hombre nuevo, moderno. Mostró en qué condición terrible se encuentra el hombre, y sostuvo que el hombre no es capaz de encontrar todas las respuestas a través de la razón. Insistió en que el enfoque deísta de Dios era inadecuado, y proclamó a Cristo, cuyas afirmaciones encontraron apoyo en evidencias válidas, como las profecías y los milagros. Luego pidió a las personas que se abrieran paso a través de los vínculos emocionales que las mantenían separadas de Dios y que se pusieran en el lugar donde pudieran encontrar a Dios o, más bien, ser encontrados por Él.
En Pensamientos, Pascal también presenta su famoso argumento para la fe: la apuesta. Este argumento dice que dado que la razón no puede dar una certeza absoluta, toda persona debe arriesgarse a creer en algo. Cuando se trata de la fe cristiana, dijo, una persona sabia apostará porque «si gana, gana todo, si pierde, no pierde nada». En pocas palabras, un ateo corre muchos más riesgos que un creyente.
Pascal fue en esencia un gran apologista. Cristo y la necesidad de redención a través de Él eran fundamentales en la defensa del cristianismo.
Voltaire y otros eruditos denunciaron a Pascal como un fanático triste. Apesadumbrado o no, vivió la mayor parte de su vida con un cuerpo frágil, y sus muchas enfermedades finalmente cobraron su precio. El gran genio murió en 1662 a los 39 años. Sus últimas palabras fueron: «¡Que Dios nunca me abandone!».
Este gran matemático y físico francés, aunque planteado en el apogeo del pensamiento de la Ilustración, encontró el camino del Señor.