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La historia de Rebeca tiene un comienzo extraordinario. En Génesis 24 podemos verla como la respuesta directa a la oración de Eliezer, siervo de Abraham, quien fue encomendado a conseguir una prometida para Isaac.

Abraham deseaba para su hijo una mujer que no lo alejara de la promesa de Dios (Gn. 24:3-7), y cuando Eliezer revela su misión a la familia de Rebeca, este deseo es respondido: “Entonces llamaron a Rebeca y le dijeron: ‘¿Te irás con este hombre?’. ‘Iré’, dijo ella” (Gn. 24:58).

El llamado que recibió Rebeca fue seguido por una respuesta de obediencia, haciéndola partícipe de la misma bendición que recibió Sara cuando aún no había concebido a Isaac: 

“Que tú, hermana nuestra,
Te conviertas en millares de miríadas,
Y posean tus descendientes
La puerta de los que los aborrecen”, Génesis 24:60.

El capítulo 24 de Génesis muestra que Rebeca tenía todas las cualidades deseables en una esposa: dispuesta a ayudar, amable, sumisa. Así, ella se convirtió en consuelo para su esposo en medio del duelo por la pérdida de su madre.

Dudando de la voluntad de Dios

Sin embargo, Rebeca era estéril (Gen. 25), y es allí donde podemos ver un cambio en su carácter. Para Rebeca, pasan veinte años de afrenta, aflicción y frustración, en los que la bendición dada por su familia no se cumple. ¿Por qué, Señor?, seguro preguntó en más de una ocasión.

A menudo me hago esa pregunta. Hace seis meses trabajaba junto a mi esposo en nuestra empresa de fotografía, cuando él recibió la propuesta de regresar a su antiguo empleo. Luego de pedir dirección al Señor, mi esposo decidió aceptar. Para mí, significaba tener mañanas de soledad (¡que no era algo que anhelaba!), no compartir mis horas de reflexión con él, y encargarme nuevamente de casi todo en nuestra empresa. La vida perfecta por la que había luchado se esfumaba. ¿Por qué, Señor?

Si sigues leyendo la historia de Rebeca, verás que Isaac oró al Señor en favor de Rebeca y ella concibió (Gn. 25:21). Los 20 largos años de espera tuvieron un propósito enorme: mostrar el poder y la fidelidad de Dios para su pueblo. Él había prometido que Isaac tendría descendencia; Él cumpliría aún abriendo una matriz estéril. Pero junto al propósito de su propia gloria, también hay otro: nuestra santificación (1 Ts. 4:3).

La voluntad de Dios siempre es buena. Nuestra tarea es conocer y seguir sus preceptos, y confiar en que lo que Él hace tiene un buen fin

Con el tiempo, he aprendido que cada una de las cosas que me suceden tienen un propósito mayor del que yo puedo imaginar. La voluntad de Dios siempre es buena. Nuestra tarea es conocer y seguir sus preceptos, y confiar en que lo que Él hace tiene un buen fin: que veamos su grandeza y que nuestro carácter sea conformado al de Él.

¿Fue esto lo que pensó Rebeca? Su respuesta a las condiciones de su embarazo parecen mostrar lo contrario. Los hijos luchaban dentro de ella y ella dijo: “Si esto es así, ¿para qué vivo yo?” (Gn. 25:22a). De la Rebeca que dijo sin titubear “iré”, hemos pasado a una Rebeca que se queja, aún cuando el Señor cumple su deseo. ¡Y cuán a menudo somos como ella! Las dificultades muestran lo que hay en nuestro corazón y qué tanto confiamos en el Señor.

Sin embargo, aunque hubo queja, Rebeca aún muestra algo de sensatez: “Y fue a consultar al Señor” (Gn. 25:22b). ¿Consultamos nosotras al Señor cuando sentimos que todo se está poniendo de cabeza en nuestras vidas?

Entre la voluntad de Dios y la nuestra

Hay tres eventos más registrados en la Biblia que nos muestran cómo Rebeca se fue alejando más y más de la voluntad de Dios.  

  1. En Génesis 26:6-11, vemos cómo Isaac engaña al rey Abimelec diciendo que Rebeca era su hermana, por miedo a que lo mataran. A diferencia de la historia anterior, donde la pareja oró al Señor frente a la dificultad, ahora toman decisiones apoyándose en su propio entendimiento y no en la voluntad del Padre. Esta parece ser una actitud constante en ellos en lo que resta de la historia: el favoritismo que cada uno de ellos mostraba por uno de sus hijos (Gn. 25:28), la forma en la que aparentemente los criaron, y luego el deseo de cada uno de obtener la bendición de la primogenitura a toda costa para su preferido (Gn. 27).
  2. Génesis 27:1-40 relata cómo Rebeca, en lugar de consultar al Señor frente a la decisión de su esposo de bendecir a Esaú, hace todo lo que estuvo en sus fuerzas para conseguir la bendición para su hijo favorito, ¡y aún estaba dispuesta a recibir maldición sobre ella! (Gen. 27:13). Lo paradójico de esto es que Dios le había prometido que Esaú serviría a Jacob (Gen. 25:23), y su embarazo fue prueba de que Dios cumple sus promesas. ¿Estaba ella actuando bajo la voluntad del Señor o bajo la suya propia? ¡Es tan fácil hacer nuestra voluntad disfrazándola de piedad!  
  3. Los últimos versículos de Génesis 27 finalmente relatan cómo Rebeca busca que su marido despache a Jacob para que huya de su hermano, quien desea matarlo. Pero en lugar de hablar con la verdad, ella le hace creer a Isaac que su preocupación es que Jacob tome mujer en yugo desigual (Gn. 27:46). El patrón se repite: Rebeca se hace pasar por mujer piadosa para hacer su voluntad.

Reconoce tu pecado y corre al Salvador

Al leer esta historia, ¿te has sentido identificada con Rebeca? ¿Has tenido actitudes, conversaciones, o actuaciones, en las que disfrazas de piedad tus propios deseos pecaminosos? Si confesamos nuestro pecado, Cristo es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Juan 1:9). Pídele en oración que te muestre esas áreas de tu vida en las que necesitas confiar nuevamente en la voluntad del Padre, de tal manera que puedas obedecer su Palabra.

Proverbios 3:5-6 es un hermoso recordatorio de que vale la pena confiar y enconmendar nuestros caminos al Señor:

“Confía en el Señor con todo tu corazón,
Y no te apoyes en tu propio entendimiento.
Reconócelo en todos tus caminos,
Y Él enderezará tus sendas”.

En cuanto a mi historia, estoy feliz de decirte que, aunque lloré porque mi esposo volvió a su trabajo, hoy puedo ver que esta era la forma en que el Señor nos proveería en estos tiempos en los que por el COVID-19 no podemos tomar fotografías como antes. ¡La gloria sea para nuestro Dios poderoso cuya providencia no falta!

Confía en Él. Su voluntad es mejor que la nuestra.

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