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Definición

El entendimiento protestante reformado de la relación entre la fe y las obras es que la salvación viene solo por la fe en Cristo, y las buenas obras realizadas por los creyentes no son la base de la salvación, pero deben entenderse como la evidencia necesaria de esa salvación.

Sumario

La cuestión de la relación entre la fe y las obras es fundamental para la división entre protestantes y católicos romanos. A lo largo de la Biblia, vemos que la salvación no se recibe sobre la base de las obras, sino sobre la base de la fe en Dios solamente. Jesús mismo enfatiza esto a través de muchas parábolas y dichos, y Pablo argumenta explícitamente en contra de la inclusión de las obras en la base de nuestra salvación. Santiago, aunque sostiene que la justificación es por obras “y no solo por fe”, puede armonizarse con el resto del Nuevo Testamento cuando se comprende que Santiago todavía espera que pequemos –él está combatiendo contra la fe sin obras, no solo la fe como la base de la salvación. Entonces, la totalidad del Nuevo Testamento enseña que somos justificados solo por la fe, pero la fe que justifica necesariamente florece en buenas obras.

Una de las preguntas más importantes en la teología bíblica es la relación entre fe y obras. De hecho, distintas comprensiones del rol de la fe y obras han dividido a fieles protestantes de católicos romanos desde el tiempo de la Reforma. Aquí presentaré una comprensión reformada tradicional de la fe y las obras desde las Escrituras.

Fe y obras en la enseñanza de Jesús

La noción de que somos salvos solo por fe está anclada en la enseñanza de Jesús. Por ejemplo, Jesús elogia la fe del centurión, indicando que no encontró tal fe en Israel (Mt 8:5-13; Lc 7:1-10). Vemos un recordatorio maravilloso de fe salvadora en el relato de la mujer pecadora que interrumpió la cena de Jesús con Simón el fariseo (Lc 7:36-50). Esta mujer era muy conocida por su pecado, y expresó su lamento con lágrimas que cayeron en los pies de Jesús, con sus cabellos con los cuales los secó, y con besos y perfume derramados en sus pies. Jesús elogió su amor, pero su amor fluyó del perdón recibido gratuitamente. Por lo tanto, la historia concluye con la declaración: “Tu fe te ha salvado, vete en paz.” (Lc 7:50). En esta historia tenemos una indicación dramática de que el perdón es solo por fe, y tal fe trae paz.

La historia del fariseo y el publicano también indica que el perdón y la justificación no son concedidas al fariseo quien estaba orgulloso de sus actos de devoción religiosa (Lc 18:9-14). En lugar de ello, Jesús declara que el que está bien delante de Dios es el publicano, quien se da cuenta de que su única esperanza es la misericordia de Dios. Jesús también enseña que la bendición pertenece al pobre en espíritu (Mt 5:3), a aquellos que se lamentan de su pecado (Mt 5:4), a aquellos que son humildes (Mt 5:5), a aquellos que tienen hambre de una justicia que no es la propia (Mt 5:6). Las comidas de Jesús con los pecadores y publicanos apuntan a la misma verdad (Mt 9:9-13). Tales comidas en el antiguo mundo significaban aceptación social, y al comer con publicanos, Jesús comunicó aceptación, perdón, y amor hacia aquellos que se habían arrepentido de sus pecados.

El evangelio de Juan enfatiza la importancia de la fe, usando el verbo “creer” (pisteúô) 98 veces para remarcar la importancia de la fe. En un punto, los judíos preguntaron qué tenían que hacer para poner en práctica las obras de Dios (Jn 6:28). Jesús respondió que “crean en el que Él ha enviado” (Jn 6:29). Juan enfatiza repetidamente que aquellos que creen disfrutan de la vida eterna (Jn 1:12; 3:16; 5:24). Uno no es salvo por obrar para Dios, sino por creer en Dios.

Fe y obras en las epístolas de Pablo

Pablo enseña que la justificación y el don del Espíritu son recibidos por fe en lugar de las obras de la ley (Ro 3:20, 28; Gá 2:16; 3:2, 5, 10). Lutero traduce correctamente Romanos 3:28 al decir que somos justificados “solo por fe”, y no por las obras de la ley. Algunos han discutido que “obras de la ley” se refiere a la ley ceremonial o a los límites de la ley, pero es más natural de entender que las obras de la ley se refieren a toda la ley. En otras palabras, la justificación no viene no viene por medio de cumplir la ley, sino por fe.

Tal interpretación es confirmada por otros textos que enseñan que la justificación es por fe en lugar de por obras. Los lectores pueden fallar en notar que Pablo cambia de “obras de la ley” en Romanos 3 a “obras” en Romanos 4. Vemos en Romanos 4 que Abraham no fue justificado por obras sino por fe (Ro 4:1-5). La palabra “obras” es adecuada en relación a Abraham dado que no vivió bajo la ley mosaica. El caso de Abraham valida la interpretación propuesta arriba para Romanos 3. La justificación no puede ser obtenida por obras sino solo por fe. Las obras u obras de la ley no pueden traer justificación dado que todas las personas, sin excepción, son pecadoras (Ro 1:18-3:20; Gá 3:10). Un elemento notable de la enseñanza paulina es que la justificación es por fe y no por obras (Fil 3:2-9; Ef 2:8-9; 2 Ti 1:9; Ti 3:5).

No debemos pensar que la virtud intrínseca de la fe es la que salva, como si la fe fuera nuestra justicia, como si la fe fuera una buena obra. Lo que salva es el objeto de la fe, que para Pablo es Jesucristo como el crucificado y resucitado (Ro 3:21-26; 2 Co 5:18-21; Gá 1:4; 2:21; 3:13). La fe une a los creyentes a Cristo, quien se volvió pecado por nuestro bien, quien ha tomado la maldición que merecemos, quien ha absorbido la ira en nuestro lugar. Entonces, Pablo enseña claramente que la salvación viene por creer, no por lograr algo, sino por descansar en Cristo en lugar de trabajar para él, por confiar en lugar de hacer.

Obras y salvación

Sin embargo, esto plantea la pregunta del rol de las obras en la salvación, debido a que vemos en varios textos que las obras son necesarias para la vida eterna. Por ejemplo, Jesús enseña que aquellos que rehúsan perdonar a otros no serán perdonados por Dios (Mt 6:14-15; 18:31-35), que aquellos que practican la iniquidad no entrarán al reino (Mt 7:21-23), que solo aquellos quienes produzcan fruto son verdaderamente salvos (Mr 4:1-20), que solo los verdaderos discípulos le pertenecen (Lc 9:57-62; 14:25-35), y que aquellos quienes practican el bien serán resucitados (Jn 5:29).

Encontramos el mismo énfasis en el libro de Hechos. Aquellos que quieren escapar de la ira de Dios deben arrepentirse de sus pecados (Hch 2:38; 3:19; 17:30), y deben hacer “obras dignas de arrepentimiento” (Hch 26:20). Simón, por ejemplo, no fue salvo hasta que no se arrepintió verdaderamente de sus pecados (Hch 8:9-24). Pablo también dice que aquellos quienes practican las obras de la carne no entrarán al reino de Dios (Gá 5:19-21; cp. 1 Co 6:9-11). Dios es imparcial y justo; aquellos quienes hacen bien serán recompensados con vida eterna y aquellos quienes practicaron el mal enfrentarán el juicio final (Ro 2:6-11). Solo aquellos que siembran para el Espíritu gozarán la vida eterna, mientras que aquellos quienes siembran para la carne serán destruidos (Gá 6:8). Pablo les recuerda a sus lectores que Dios venga el mal (1 Ts 4:6), y aquellos quienes hacen el bien serán recompensados (2 Co 5:10).

Pablo y Santiago

Santiago, a primera vista, parece contradecir la teología de justificación de Pablo. Pablo afirma que los creyentes son justificados por fe y no por obras. Santiago dice que la justificación es por obras “y no solo por la fe” (Stg 2:24). Santiago se refiere al mismo versículo sobre la fe de Abraham (Stg 2:23; Gn 15:6) que Pablo cita (Ro 4:3; Gá 3:6), pero parece que aplica el versículo de una manera radicalmente diferente, argumentando que las obras que siguieron a la fe de Abraham lo justificaron, mientras que Pablo sostiene que Abraham fue justificado por su fe, y no por sus obras.

Algunos estudiosos declaran que Pablo y Santiago se contradicen, pero tal punto de vista contradice la inspiración de la Escritura, y existe una posible solución a este dilema. Ya hemos visto que ambos, Jesús y Pablo, enseñan la salvación por fe, y aun así enfatizan la necesidad de buenas obras para la salvación. Las buenas obras no pueden ser la base de la salvación dado que Dios es infinitamente santo y demanda perfección. Así, las buenas obras realizadas por los creyentes no son la base de la salvación, sino que deben ser entendidas como una evidencia necesaria de la salvación. Tales obras son el fruto y producto de una nueva vida en Jesucristo.

Tenemos una confirmación importante de que Santiago mismo creía esto, pues en Santiago 3:2 dice que “todos fallamos de muchas maneras”. Santiago quiere decir con esto que todos pecamos de muchas formas. ¡Y hace este comentario inmediatamente después de insistir en la justificación por obras! (Stg 2:24). Aparentemente, las obras que justifican son muy imperfectas, y por lo tanto, no podrían nunca ser la base de nuestra justificación puesto que Dios demanda perfección. Debido a que continuamos fallando de muchas maneras, nuestras obras funcionan como la evidencia e indicación de que tenemos una nueva vida. La justificación es solo por fe, al poner nuestra confianza solo en Cristo, y así nuestra salvación es solo por gracia, y solo para la gloria de Dios, y nuestras buenas obras demuestran que estamos confiando en Cristo para nuestra salvación.

 


Este ensayo hace parte de la serie Teología Concisa. Todas las opiniones expresadas en este ensayo pertenecen al autor. Este ensayo está disponible gratuitamente bajo la licencia Creative Commons con Attribution-ShareAlike (CC BY-SA 3.0 US), lo que permite a los usuarios compartirlo en otros medios, formatos y adaptar o traducir el contenido siempre que haya un enlace de atribución, indicación de cambios, y la misma licencia. Si estás interesado en traducir nuestro contenido o estás interesado en unirte a nuestra comunidad de traductores, comunícate con nosotros.