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El tema de la ira (o enojo) de Dios hacia el pecado y hacia los pecadores es claramente y ampliamente enseñado en la Biblia. Y esta verdad está tan entrelazada con la esperanza de nuestra paz unos con otros y con Dios que, si perdemos uno, también perdemos nuestra esperanza del otro.

La ira de Dios no es como la ira humana

Cuando hablamos de la ira de Dios, debemos recordar que es la ira de Dios. Todo lo que sabemos acerca de Él, que Él es justo, que Él es amor, y que Él es bueno, necesita ser considerado en nuestro entendimiento de su ira.

Las palabras “enojo” e “ira” nos hacen pensar en nuestra propia experiencia de estas cosas. Tú puedes haber sufrido por alguien que habitualmente está enojado. La ira humana a menudo puede ser impredecible, mezquina, y desproporcionada. Estas cosas no son ciertas sobre la ira de Dios. La ira de Dios es la respuesta justa y mesurada de su santidad hacia el mal.

Aquí hay cinco maneras en que la ira de Dios es diferente a la nuestra.

1. La ira de Dios es provocada

“No olvides cómo provocaste a ira al Señor tu Dios en el desierto”, Deuteronomio 9:7.

La ira de Dios es la respuesta justa y mesurada de su santidad hacia el mal

Este tipo de lenguaje se usa repetidamente en la Biblia. La ira de Dios no es algo que resida en Él por naturaleza. Es una respuesta al mal. Es provocada.

Hay una diferencia muy importante entre la ira de Dios y su amor. La Biblia dice: «Dios es amor». Esa es su naturaleza. El amor de Dios no es provocado. Dios no nos ama porque ve algo de sabiduría, belleza, o bondad en nosotros. La razón por la que Dios nos ama radica en su naturaleza, no en la nuestra.

Pero la ira de Dios es diferente. Es su santa respuesta a la intrusión del mal en su mundo. Si no hubiera pecado en el mundo, no habría ira en Dios.

A menudo se ha señalado que lo contrario del amor no es el odio; es la indiferencia. ¿Qué esperanza tendríamos en un mundo acechado por el terror si Dios simplemente mirara con una sonrisa débil o incluso con un ceño fruncido? La esperanza de un mundo cuya historia está repleta de violencia reside en un Dios que se opone implacablemente a todo mal, y que tiene el poder, la capacidad, y la voluntad de destruirlo.

2. Dios es lento para la ira

“Compasivo y clemente es el Señor, lento para la ira y grande en misericordia”, Salmos 103:8.

Estas cualidades se repiten una y otra vez en el Antiguo Testamento, como si fueran las cosas más importantes que necesitas saber acerca de Dios.

¿Por qué Dios permite que el mal continúe en el mundo? ¿Por qué no regresa ahora y lo borra? En 2 Pedro 3:9 se nos recuerda que: “El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”.

Dios ofrece gracia y perdón en Jesucristo. La gente viene a Él en arrepentimiento y fe todos los días y Dios pacientemente mantiene abierta la puerta de gracia. El día de la ira de Dios vendrá, pero Él no tiene prisa en traerlo, porque entonces será cerrada la puerta de gracia.

3. La ira de Dios se revela ahora

El meollo del problema humano es que somos pecadores bajo el juicio de Dios, y su ira divina está sobre nosotros, a menos que sea quitada

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad”, Romanos 1:18.

Cuando lees Romanos 1, encuentras que los pecadores van en una de tres direcciones. Ellos suprimen la verdad acerca de Dios, intercambian la verdad por una mentira, y adoran las cosas creadas en lugar del Creador. ¿Cómo revela Dios su ira cuando los pecadores hacen estas cosas? Dios los entrega a sus pasiones.

“Por lo cual Dios los entregó a la impureza en la lujuria de sus corazones”, Romanos 1:24.

“Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes”, Romanos 1:26.

Cuando vemos que la estructura moral de nuestra cultura está siendo desgarrada, los cristianos deben clamar a Dios por misericordia sobre la base de Romanos 1: “Señor, lo que vemos a nuestro alrededor es un signo de tu ira y juicio. Sé misericordioso, oh Señor, y por favor no nos abandones por completo”.

4. La ira de Dios está almacenada

“Pero por causa de tu terquedad y de tu corazón no arrepentido, estás acumulando ira para ti en el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios”, Romanos 2:5.

Toda la historia de la Biblia lleva a un día en que Dios lidiará con todo el mal de una vez y para siempre. En ese día, el juicio de Dios será completamente revelado. Este será el día de ira en el que Dios recompensará todo mal.

Dios hará esto en perfecta justicia. Nadie será acusado de un solo pecado que no cometió, y el castigo por cada pecado coincidirá con el crimen. Toda boca será detenida, porque todos sabrán que Él juzgó con justicia. Entonces Dios dará comienzo a un cielo nuevo y tierra nueva que serán el hogar de la justicia.

5. La ira de Dios es sobre los pecadores

“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”, Juan 3:36.

Juan no dice: «La ira de Dios vendrá sobre los desobedientes». Él dice: «La ira de Dios permanece sobre él». Ya está ahí. ¿Por qué? Por naturaleza somos hijos de ira (Ef. 2:3). Es el estado en el que nacimos.

Aquí nos encontramos cara a cara con el meollo del problema humano. ¿Cuál es? No es que estamos perdidos y necesitamos encontrar nuestro camino en un viaje espiritual. No es que estamos heridos y necesitamos ser sanados. El meollo del problema humano es que somos pecadores bajo el juicio de Dios, y su ira divina está sobre nosotros, a menos que sea quitada.

El derramamiento de la ira de Dios sobre Jesucristo fue el mayor acto de amor que este mundo jamás haya visto

La ira de Dios fue derramada

Esto nos lleva al corazón de lo que sucedió en la cruz. La ira divina hacia el pecado fue derramada, o aplicada, sobre Jesús. Él se convirtió en la “propiciación” por nuestros pecados (Ro. 3:25) al sacrificarse por nosotros. Esta gran palabra “propiciación” significa que la recompensa o el pago por nuestros pecados se derramó sobre Jesús en el Calvario.

El derramamiento de la ira de Dios sobre Jesucristo fue el mayor acto de amor que este mundo jamás haya visto. Y Jesús está ante nosotros hoy, un Salvador vivo. Él nos ofrece el incalculable regalo de la paz con Dios. Él está listo para perdonar tus pecados y para llenarte de su Espíritu. Él es capaz de salvarte de la ira y reconciliarte con el Padre. Él ha abierto la puerta del cielo, y es capaz de darte entrada. ¿Estás listo para encontrar la paz con Dios a través de Él?


Publicado originalmente en Unlocking The Bible. Traducido por Jenny Midence-Garcia.
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