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Una de las verdades más importantes que vemos en la Biblia es que fuimos creados para glorificar a Dios (Col. 1:16). Nuestra manera de hablar refleja si estamos dando gloria al Señor cuando nos expresamos. ¡Debemos usar bien nuestras palabras! Sin embargo, esto no suele ser sencillo para nosotros debido a nuestro pecado.

Recientemente pude leer y reseñar el libro Guerra de palabras: Tratando el corazón de tus problemas con la comunicación, del pastor Paul David Tripp. A continuación, 20 frases que captaron mi atención y pueden ayudarnos a mejorar nuestra forma de hablar. Entre paréntesis se encuentran las páginas de las citas.


“¡Jesús es la Palabra y la única esperanza para nuestras palabras! Solo en Él tendremos victoria en nuestra propia guerra de palabras” (13).

“En medio del completo fracaso personal, podemos ganar la guerra de las palabras con la fuerza que Él nos da” (15).

“Dios define Su carácter, Su voluntad, Su plan, Su propósito y Su verdad a través de Sus palabras” (17).

“La única manera de conocernos a nosotros mismos es escuchando las palabras que Él [Jesús] ha dicho acerca de nosotros. Dios nos dice quiénes somos, define lo que debemos hacer y la manera de hacerlo” (20).

“Nuestras palabras son valiosas porque demuestran nuestra manera de interpretar la vida. La manera en que interpretemos la vida determinará cómo respondemos a ella” (22).

“Muchos de nuestros problemas con las palabras se resolverían si tan solo nos detuvieramos y nos preguntáramos cómo evaluaría y respondería Dios a dicha situación” (29).

“Solo en la Palabra encontramos esperanza para ganar la guerra de palabras, y así poder hablar conforme al ejemplo y el diseño de nuestro Creador. La Palabra se hizo carne porque no había otra manera de componer lo que se había roto en nosotros” (42).

“Los problemas con las palabras revelan los problemas del corazón. La gente y las situaciones que nos rodean no nos hacen decir lo que decimos; son solo la ocasión para que nuestros corazones se revelen con palabras” (61).

“Lo que sea que domine nuestros corazones, controlará nuestras palabras” (63).

“La única forma de ser librados de nuestras palabras idolátricas es lidiando con la idolatría que hay en nuestros corazones” (67).

“Si mis palabras no fluyen de un corazón que descansa en [el control de Dios], entonces salen de un corazón que busca tener el control para obtener lo que quiere” (76).

“Los problemas con las palabras siempre apuntan a un problema del corazón. Examinar esas áreas en las que tenemos problemas con nuestras palabras revelará lo que está gobernando nuestros corazones” (128).

“Dios quiere que nuestras palabras vayan por dos sendas. La primera senda es Su gloria. Primeramente, las palabras de nuestra boca deben ser aceptables ante Él. La segunda senda es la edificación de nuestro prójimo” (131).

“Nuestras debilidades no son un estorbo para que el Señor haga Su voluntad en nuestras vidas. ¡El engaño de que somos fuertes sí lo es!” (132).

“Cuando vamos a confrontar a alguien por su pecado, el propósito de nuestra intervención no debe ser criticar ni condenar. Nuestra meta es apuntar hacia Cristo y hacia las glorias de Su gracia, para que estas cosas nos animen a seguir corriendo la carrera con mayor humildad, cuidado y fidelidad” (148).

“Ser humilde significa reconocer que la única ayuda que puedo ofrecer es Cristo. Cuando reconocemos que somos hermanos luchando juntos y que Su gracia es nuestra única esperanza, nuestro ministerio será dulce, bondadoso y compasivo” (151).

“La gracia de Dios nunca minimiza nuestro pecado, pero sí nos da una razón para enfrentarlo, confesarlo y abandonarlo” (153).

“Un corazón sometido a Cristo producirá una comunicación semejante a la de Cristo” (190).

“Lo que controla el corazón controlará la lengua” (236).

“Lo único que determinará la victoria en la guerra de palabras es que Dios esté reinando en nuestros corazones; solo así podremos hablar por Él de manera continua, y hacerlo con gozo” (237).


Imagen: Lightstock.
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