Dios delega a los cristianos una misión y un mensaje específico. Él llama a todo cristiano a ser ministro de reconciliación, un embajador de Cristo Jesús. Dios hace que Su evangelio apele al mundo por medio de nosotros (2 Co 5:11-21). Como representantes del poder extranjero del reino de Dios, proclamamos el mensaje del evangelio, las buenas nuevas acerca de Jesús, que es el poder de Dios para salvar a todos los que creen y se conviertan del pecado para seguir a Cristo (Ro 1:16-17). Esto es evangelismo.
Sin embargo, mucho de lo que hoy se considera evangelismo no pasa la prueba bíblica de evangelismo. El problema es que el pensamiento y la práctica erróneos sobre el evangelismo nos impiden ejecutar con éxito nuestra misión. En respuesta, consideremos algunos errores evitables que socavan este ministerio.
1) Distorsionar el mensaje
Como mayordomos del evangelio, no tenemos libertad para cambiar el mensaje o los medios de evangelización; hacerlo es un fracaso de la misión (1 Co 4:1-2). Por ejemplo, un grupo de cristianos realizó recientemente una campaña de evangelización en mi comunidad. Noche tras noche, diferentes predicadores gritaban frases que en su mayoría eran ininteligibles. Las partes comprensibles eran las reprensiones contra Satanás, la opresión demoníaca, la brujería y el alcoholismo.
Como mayordomos del evangelio, no tenemos libertad para cambiar el mensaje o los medios de evangelización; hacerlo es un fracaso de la misión
Sin embargo, un problema serio de aquella noche es que el evangelio ¡nunca fue proclamado! Como resultado, todos los oyentes que necesitaban desesperadamente el evangelio se fueron sin ninguna buena noticia sobre Jesús. De hecho, probablemente estén más convencidos de que no quieren saber nada del supuesto evangelio que escucharon sin entender. Fue irritante y triste ver a esos evangélicos distorsionar groseramente a Jesús y el evangelio.
Es lamentable que este método de evangelización sea predominante en toda América Latina. Pero proclamar la liberación de las fortalezas del mal sin enfatizar la victoria de Dios en Jesús no es evangelismo bíblico. En cambio, es una distorsión del propósito principal del evangelio.
Para ser justos, debemos ser conscientes de los planes de Satanás (2 Co 2:11). Él ciega los ojos de los incrédulos y hace guerra contra el evangelio (2 Co 4:4; 1 P 5:8-9). Pero por la cruz, Cristo ya ha «despojado a los poderes y autoridades» y «triunfando sobre ellos» (Col 2:15). Entonces, como embajadores de Cristo, proclamamos las buenas nuevas de la obra completa de Cristo (Ef 1:7; 1 P 3:18).
Dios es soberano sobre Satanás. La obra redentora de Cristo legitima Su identidad como el Mesías prometido que salva hasta lo sumo. No hay problema en proclamar un mensaje de liberación de los adversarios espirituales. Pero recuerda que Jesús ha vencido al mundo al convertirse en nuestra propiciación para que todos los que están en Él también venzan (Jn 16:33; 1 Jn 5:4-5).
2) Reducir el evangelismo a una oración
Muchos encuentros evangelísticos terminan pidiendo a la persona que haga una oración, a menudo conocida como «la oración del pecador». La oración del pecador es una oración de salvación basada en Romanos 10:9-10, la cual se repite cuando alguien quiere arrepentirse de su pecado, pedir perdón y poner su fe en Jesús. Aquí hay un ejemplo de oración popular de las Cuatro leyes espirituales:
Señor Jesús, gracias porque me amas y entiendo que te necesito. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y Salvador. Ocupa el trono de mi vida. Hazme la persona que tú quieres que sea. Gracias por perdonar mis pecados. Gracias por haber entrado en mi vida y por escuchar mi oración según tu promesa. Amén.
No cuestiono el motivo de los evangelistas que usan la oración del pecador. Pero incluso con los motivos más puros, las consecuencias negativas resultantes requieren una reconsideración. En un extremo del espectro, está la falta de seguridad. Igualar la salvación con la sinceridad o autenticidad de la oración a menudo resulta en una falta de seguridad (¿realmente soy salvo?). Pero en el otro extremo está la falsa seguridad.
Miles de personas viven bajo el engaño de que son cristianos porque oraron una oración de salvación, pero en realidad permanecen muertos en sus delitos y pecados porque la oración del pecador no es una frase mágica. De hecho, inocula a las personas contra la verdad del evangelio al darles una falsa seguridad de que han nacido de nuevo.
Proclamar la liberación de las fortalezas del mal sin enfatizar la victoria de Dios en Jesús no es evangelismo bíblico
Dicho esto, llamar a los pecadores a responder al evangelio es fundamental para la evangelización. Los embajadores hacen este llamado al pueblo: «¡Reconcíliense con Dios!» (2 Co 5:20). Debo aclarar que no creo que utilizar la oración del pecador siempre resulte en una falsa conversión. No obstante, creo que sucede con demasiada frecuencia.
En respuesta, evitemos frases no bíblicas como: «Pídele a Jesús que entre en tu corazón» o «Repite esta oración». En cambio, animemos a las personas a arrepentirse, convertirse de los ídolos a Dios y, en la fe, seguir a Jesús reconociendo Su obra redentora a su favor (1 Ts 1:9; Mr 1:15). Al hacerlo, quienes respondan basarán su seguridad en la obra completa de Cristo, no en una oración específica.
3) Abrazar el pragmatismo en el evangelismo
El evangelismo pragmático es posiblemente el error más común que obstaculiza el evangelismo. Los evangelistas pragmáticos se comprometen a hacer lo que sea que funcione para obtener resultados—para que las personas sean salvas—independientemente del precedente bíblico.
Las variaciones del evangelismo pragmático incluyen:
Medir el éxito por el número de «decisiones de salvación»
Sí, deseamos que la gente conozca a Cristo, pero nuestro éxito en la evangelización no se mide contando el número de personas que se convierten. Nuestro principal objetivo es agradar a Dios (2 Co 5:9). Por lo tanto, medimos el éxito del evangelismo por nuestra fidelidad a la Palabra al entregar la verdad del evangelio.
Nuestro éxito en la evangelización no se mide contando el número de personas que se convierten
La respuesta de una persona al llamado de Cristo es, en última instancia, un asunto que depende del placer soberano de Dios, algo que está fuera de nuestro control. Pero el hecho de que una persona escuche el evangelio es un asunto sobre el que sí tenemos control y del cual somos responsables.
Añadir al evangelio
Los pragmáticos agregan con frecuencia al evangelio para apelar a los deseos naturales de la carne. Por ejemplo, alientan a las personas a convertirse para que Jesús pueda restaurar su matrimonio, sanar a un miembro de la familia o suministrar provisiones financieras. Esto es una perversión del evangelio.
Debemos evitar manipular a las personas satisfaciendo su carnalidad o apelando a sus anhelos o deseos. En cambio, proclama la verdad. La gloria del evangelio es la persona de Jesús (2 Co 4:4). El premio del evangelio es una relación íntima con Jesús (Jn 17:3). Cualquier adición al evangelio lo corrompe, anulando efectivamente su poder salvífico.
La mayoría del entrenamiento de evangelismo moderno enfatiza el evangelismo personal. Pero bíblicamente, no hay evangelismo saludable sin la iglesia local
Restar del evangelio
Los pragmáticos también apelan al incrédulo al excluir la difícil realidad de la depravación humana y la justa ira de Dios. Pero debemos hablar sobre el pecado para ser fieles al mensaje del evangelio. Después de todo, son buenas noticias porque hay malas noticias.
Como resultado, queremos que las personas vean el horror de su pecado, entendiendo que enfrentan el justo juicio de Dios para que vengan a Jesús sabiendo que Él es su única esperanza de salvación. En resumen, las personas necesitan comprender la gravedad de su pecado para llegar a una comprensión más completa de la profundidad de la gloriosa gracia de Dios.
4) Menospreciar la iglesia local
La mayoría del entrenamiento de evangelismo moderno enfatiza el evangelismo personal. Pero bíblicamente, no hay evangelismo saludable sin la iglesia local.
Primero, nuestros esfuerzos de evangelismo florecen cuando estamos inmersos en una comunidad saturada de evangelio: una iglesia local. La comunión con otros creyentes alimenta nuestro evangelismo, ya que refresca nuestros corazones y mentes con el compañerismo y la enseñanza del evangelio.
Segundo, la iglesia es el resultado de nuestro evangelismo. La reconciliación con Dios resulta en la reconciliación con Su pueblo (Ef 4:1-6). Incorporar a los nuevos creyentes en las congregaciones locales es imperativo para que sean discipulados y alcancen su crecimiento en la piedad (2 P 1:5-7). Por esta razón, la Escritura nunca concibe que un cristiano exista de forma prolongada fuera de la comunión de la iglesia local.
El evangelismo fiel significa proclamar el mensaje del evangelio en su totalidad, anunciando incluso las verdades impopulares
Tercero, la iglesia reunida muestra el evangelio (Jn 13:34-35). Representamos el evangelio en el bautismo y la Cena del Señor. Proclamamos el evangelio en oración y predicación. Cantamos el evangelio por medio de salmos, himnos y cánticos espirituales (Ef 5:19). Como afirma Mark Dever: «La proclamación cristiana puede hacer que el evangelio sea audible, pero los cristianos que viven juntos en congregaciones locales hacen que el evangelio sea visible. La iglesia es el evangelio hecho visible».[1]
Conclusión
Al final, como embajadores de Cristo, somos responsables de nuestra mayordomía del evangelio. Así que recordemos que el evangelismo fiel significa proclamar el mensaje del evangelio en su totalidad, anunciando incluso las verdades impopulares (Hch 20:27). Que Dios nos considere fieles, al hacer apelar su evangelio por medio de nosotros, para la gloria de Cristo Jesús.