Nunca se me olvidará la vez en la que, desarrollando un taller de evangelismo, un hermano me preguntó lo siguiente: “Pastor, llevamos años estudiando la Biblia, años haciendo cursos, sentimos que somos una iglesia muy bien preparada en la Palabra y de sana doctrina, pero nunca hemos aplicado realmente lo que usted nos ha enseñado esta mañana. ¿Me puede explicar por qué?”.
Sinceramente, la pregunta no fue una sorpresa. Al estar a cargo de un movimiento de jóvenes interdenominacional que tiene el deseo de capacitar en evangelismo a las iglesias locales y proveer instancias inspiradoras para su desarrollo, he podido conocer muchas iglesias que viven su cristianismo a puertas cerradas creyendo que, por tener una buena teología, ya han cumplido con lo que Dios ordena.
Deseo por avivamiento en medio de una cruda realidad
Vivimos días especiales como iglesia de Cristo. Probablemente nunca antes en la historia hemos tenido tanto acceso a tanto material tan bueno teológicamente hablando. Por medio de un par de clics podemos escuchar a predicadores apasionantes, profundos, y relevantes. Todo esto nos hace creer que somos testigos de un renacer especial de la pasión por el evangelio en diversas partes del mundo. Es maravilloso ver a cientos de jóvenes cristianos amando la Biblia y promoviéndola por todo medio social.
Sin embargo, debemos estar conscientes de que hasta que este movimiento no se traduzca en más y más evangelismo a nivel de las iglesias locales, no podemos decir que este movimiento tendrá un efecto profundo. Al menos en mi país las cifras son trágicas. Entre los años 2002-2012, el grupo que más creció estadísticamente fue el denominado “no religioso” (ateo o agnóstico) y, dentro de la iglesia evangélica, uno de cada dos jóvenes entre 20 a 35 años no asiste a su congregación el domingo.
Todo cristiano en Latinoamérica sabe que a sus espaldas existe un avivamiento que dio paso a miles de iglesias pentecostales que hoy están repartidas por todo el continente. En pequeños salones de hogar, en barrios pobres, en colegios, en plazas al aire libre, en diminutos edificios construidos a manos por los mismos hermanos o en grandes instalaciones, todos se reúnen para alabar al Dios de los cielos cuya gracia los rescató de un pasado de miseria, pobreza y adicciones. A la vez, al menos en mi país, el avivamiento pentecostal de comienzos del siglo XX tuvo como característica central una explosión de pasión por evangelismo:
“Ese espíritu (…) impulsaba a los bautizados (por el Espíritu) a pregonar a toda boca en las calles las misericordias de Dios con un fervor y valentía notable. Era generalmente un impulso completamente ajeno a su propósito o sus pensamientos, y las exhortaciones y los mensajes venían con un fervor y arrojo que eran manifiestamente fuera de lo natural de la persona. Niños y niñas, mujeres tímidas hablaban con un poder que dominaba a los oyentes, muchas veces haciéndoles temblar o llorar…comenzaron los hermanos a salir en grupos a predicar en las calles”.[1]
Sinceramente, no estamos viendo eso ahora.
Algunos que han sido criados teológicamente por doctrina reformada tienden a ver estos movimientos de manera lejana y con cierta suspicacia, y no están seguros que les gustaría ver ocurrir eso ahora. Sin embargo, no hay cómo negar la realidad de que los avivamientos a lo largo de la historia, partiendo por el libro de los Hechos, siempre han traído consigo un despertar de la iglesia en evangelismo. El pastor Timothy Keller escribió lo siguiente respecto al avivamiento que experimentó en su contexto entre los años 1989 y 1991, cuando comenzaba su iglesia. Él explica:
“Habían muy pocas iglesias evangélicas en esa área y los cristianos no querían mudarse al centro de la ciudad, solo querían salirse de ahí. Sin embargo, vimos, probablemente a cien personas llegar a la fe y la iglesia creció de cero a cien en asistencia en unos pocos meses, todo esto ocurrió dentro de una zona en la que nadie pensó esto podría ocurrir”.
Mi deseo es que este despertar de Dios en la iglesia reformada mundial venga acompañado de las características de un verdadero avivamiento, esto es, que redunde en miles de vidas convertidas y salvadas para la gloria del Padre. Creo que es importante tomar en cuenta cuatro simples consejos para acompañar este avivamiento.
1. Hay que poner evangelismo en la agenda de oración.
No se puede dar por hecho que una iglesia que escucha el evangelio predicará el evangelio. Un pastor que no lleva a su iglesia a orar por evangelismo no está aplicando el evangelio correctamente. Junto a este despertar del evangelio en nuestros corazones, tenemos que orar que Dios nos abra las puertas para proclamar la palabra (Col. 4:3) y nos dé valentía una vez que están abiertas para hablar como debemos hacerlo (Ef. 6:20). Necesitamos el poder de Dios para el evangelismo.
2. Hay que poner evangelismo en la agenda pastoral.
Cuando Pablo le dice a Timoteo que se dedique a la evangelización (2 Tim. 4:5), le está animando a incluir una dinámica particular a su vida pastoral tradicional: la de esforzarse por conectar con no creyentes. Somos los pastores los que debemos estar siempre preguntándonos: ¿Cómo está mi evangelismo con mis vecinos? ¿A quién estaré invitando a un café esta semana? ¿A cuál de mis hermanos iré a visitar para ayudarlo a evangelizar a su familia? ¿A qué matrimonio del colegio de nuestros hijos queremos invitar a cenar pronto?
A medida que esta dinámica se hace natural en la vida del pastor, irá ocurriendo de manera natural en la vida de la iglesia. Pero si no está en la agenda pastoral, difícilmente estará en la del resto.
3. Hay que poner evangelismo en la agenda de la iglesia.
Creo que no debemos perder el evangelismo público que apunta a una siembra masiva confiando los resultados al Señor. Sin embargo, últimamente dentro del despertar del movimiento reformado se ha hablado mucho de la necesidad de hacer un evangelismo “relacional”, más enfocado en el “uno a uno” y en la vida cotidiana.
Estoy convencido que, al menos en mi contexto, ya llegó el tiempo de cambiar la predicación con traje y corbata bajo el sol picante, gritando a viva voz las penas del infierno a todo el que se cruzara, mientras se apuntaba con una gran Biblia negra a transeúntes desconectados. Pero no por eso debemos parar de ir a la calle. ¡Mucho menos cambiar el mensaje! Quizás es tiempo de poner mesas con café, té, pan y galletas en las calles principales del barrio, e invitar a personas a una conversación con nosotros en la que queremos “darnos a conocer y conocer a las personas del sector”. Quizás esa conversación pueda terminar en oración, y si esto se hace de manera repetida –con valentía, gracia y amor en la presentación del evangelio–, posiblemente redunde en fruto de salvación de personas absolutamente desconocidas. Esto puede hacerse de mil maneras, pero si no está en la agenda de la iglesia, no ocurrirá.
4. Poner evangelismo en la agenda personal del creyente.
Como dije anteriormente, creo que este ha sido el mayor énfasis del movimiento reformado en cuanto al evangelismo. Queremos que los creyentes sepan cómo ser testigos en su vida cotidiana. Pero muchas veces no les ayudamos a hacerlo. No les damos ideas prácticas en nuestros sermones. No modelamos una buena apologética. Ponemos una agenda semanal llena de actividades de iglesia donde no le permitimos tener tiempo libre con “no creyentes” para trabajar en su evangelismo personal. No preparamos a la iglesia para la llegada de personas “raras”, ni trabajamos en que nuestros servicios dominicales sean hospitalarios para el nuevo. Estas cosas no son difíciles de poner en su lugar si estamos conscientes de la necesidad de ellas.
El punto es sencillo: estamos viendo un despertar maravilloso del evangelio en las iglesias reformadas de nuestro continente. Cristo está siendo amado y re-descubierto. Pero debemos orar para que este despertar tenga las características de un genuino avivamiento. Solo así redundará en evangelismo y la conversión de miles de personas y nuevas iglesias plantadas que sean capaces de llevar a cabo el discipulado en Cristo.
Foto tomada de Lightstock
[1] W.C. Hoover. “Historia del Avivamiento Pentecostal en Chile”