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Nota del editor: 

Este artículo es un fragmento adaptado del nuevo libro de Gavin Ortlund: Finding the Right Hills to Die On (Crossway/TGC, 2020).

Algunos cristianos están muy deseosos de defender la sana doctrina. Eso está bien y es bueno.

¿Pero, es la unidad del cuerpo de Cristo una de esas doctrinas que defendemos celosamente? Uno de los objetivos de la muerte de Cristo es la unidad de la iglesia (Ef. 2:14). Esto es algo que el Nuevo Testamento nos llama a defender y a valorar tanto como lo demás. Por consiguiente, nuestro celo por la teología nunca debe sobrepasar el celo que tenemos por nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Hemos de distinguirnos por el amor. Debemos, como mi padre suele decir, perseguir tanto la doctrina del evangelio como la cultura del evangelio.

En el Nuevo Testamento, la humildad es el camino que lleva a la unidad. Por ejemplo, la exhortación que Pablo hace a los filipenses sobre ser “del mismo sentir” (Fil. 2:2) va seguida de su llamado a que “con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo” (Fil. 2:3), imitando las acciones de Cristo hacia ellos en el evangelio (Fil. 2:5-11).

O consideremos el llamado a la unidad que hace Pablo en Romanos 14. El problema en este capítulo es el conflicto respecto a las leyes judías de alimentación, pero los principios a los cuales Pablo apela podrían aplicarse a muchos otros problemas también. Su mayor preocupación en este capítulo es que las distintas convicciones que los cristianos romanos sostienen no sean una fuente de división entre ellos. Por eso llama a los “fuertes” y a los “débiles” a aceptarse mutuamente.

Si mantener la unidad del cuerpo de Cristo no te está costando nada (si no te duele), entonces probablemente no te estás ajustando lo suficiente

De forma más específica, en medio de sus diferencias de conciencia, Pablo los llama a la aceptación (Ro. 14:1), a no pelearse (Ro. 14:1), a no despreciarse unos a otros (Ro.14:3), y a no juzgarse unos a otros (Ro. 14:3, 13). Pablo llama a los romanos incluso a renunciar a sus derechos y a ajustar su práctica de forma que no violen la conciencia de un hermano:

“Porque si por causa de la comida tu hermano se entristece, ya no andas conforme al amor. No destruyas con tu comida a aquel por quien Cristo murió”, Romanos 14:15.

Hoy también existen muchos temas sobre los cuales los cristianos se verán tentados a disputar, despreciarse, y juzgarse unos a otros. En lugar de eso, hemos de tomar la resolución de “no poner obstáculo o piedra de tropiezo al hermano” (Ro. 14:13). Al igual que Pablo, debemos estar dispuestos aún a hacer ajustes sacrificiales por el bien de nuestra unidad con los demás en el cuerpo de Cristo. Si mantener la unidad del cuerpo de Cristo no te está costando nada (si no te duele), entonces probablemente no te estás ajustando lo suficiente. 

Pablo basa su petición de Romanos 14:10 en el hecho de que toda persona se presentará ante el tribunal de Cristo:

“Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O también, tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Dios”.

La unidad de la iglesia era tan valiosa para Jesús que Él murió por ella. Si nos importa la sana teología, también debe importarnos la unidad

Es sano recordar esto: todos daremos cuenta por nuestros discursos teológicos y por nuestra conducta, al igual que por las otras áreas de nuestra vida. Cuando estemos ante el trono en el día del juicio, ¿qué batallas recordaremos con orgullo por haberlas peleado? Sospecho que la mayoría de nuestros debates en Twitter no estarán entre ellas.

La unidad de la iglesia era tan valiosa para Jesús que Él murió por ella. Si nos importa la sana teología, también debe importarnos la unidad.

Cómo lidiar con las diferencias

Mientras lees esto, puede que estés pensando en las ramificaciones prácticas del triage teológico, ya sea en tu trabajo, tu iglesia, tu denominación, u otro grupo de relaciones. Todos enfrentamos este tipo de desafío alguna vez. La realidad es que, si piensas por ti mismo, es muy probable que en algún momento sostengas un punto de vista diferente del que socialmente resultaría conveniente.

Cuando eso sucede, ¿qué deberías hacer?

1. Sé honesto

Debemos ser transparentes en nuestras convicciones, incluso si esto provoca molestias en nuestra vocación, vida de iglesia, o relaciones. Aunque sea doloroso, no merece la pena dañar tu conciencia haciendo una mala representación de ti mismo o de tus puntos de vista. Algunas personas parecen “ajustar” sus convicciones en cada nuevo contexto.

Sin importar las consideraciones que influyan sobre tu forma de pensar acerca de expresar tus puntos de vista en el contexto del ministerio o empleo, mentir sigue siendo pecado. Por lo tanto, cuando una afirmación doctrinal exige que la afirmes “sin reservas mentales”, quiere decir precisamente sin reservas mentales.

2. Ten tacto

La honestidad no es lo mismo que tomar la iniciativa de exponer tus puntos de vista lo antes posible y sin importar el contexto. Hay un tiempo para guardar silencio; existen momentos para dar respuesta solo a lo que se está preguntado. Por ejemplo, cuando estás compartiendo el evangelio con alguien o estás tratando de construir una amistad cristiana, puede haber temas que no necesitas plantear intencionalmente en los primeros pasos de la conversación o relación. Esto no significa necesariamente poner en compromiso la verdad; a menudo es una muestra de sabiduría.

3. Ten gracia

La amabilidad y el civismo se están volviendo escasos en estos días. La norma, cada vez más, es indignarse. Por tanto, podemos testificar del evangelio hablando con amabilidad y moderación mientras tratamos con nuestros desacuerdos teológicos.

Esfuérzate por mostrar amor y respeto a la otra persona, incluso si esa persona te irrita. Hacer un triage teológico es una oportunidad para vivir las palabras de Jesús en Juan 13:35: “En esto conocerán todos que son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros” .

4. Confía

Dios es soberano incluso sobre tus cambios doctrinales. Él está cuidando de ti. Los cabellos de tu cabeza están contados. Puedes confiar en Él para guiarte y cuidarte. Cuando mi esposa y yo estábamos en Chicago pasando un año sabático y de estudio, convertimos el Salmo 121:3 en nuestro verso lema:

No permitirá que tu pie resbale;

No se adormecerá el que te guarda.

Cada noche, antes de ir a dormir, oramos para que Dios nos guiara sobre dónde nos colocaría cuando terminara el año. El contestó nuestra oración. Cuando miro atrás hacia mi vida, puedo ver cómo Dios ha sido un guía fiel para nosotros a través de nuestros cambios doctrinales y denominacionales, y para llevarnos a un lugar donde podemos servir felizmente.

Es alentador y tranquilizante recordar que Dios está vigilando atentamente el camino en que andamos, incluyendo nuestras migraciones teológicas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Manuel Bento Falcón.
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