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La unidad de la iglesia es vital. Es vital para su perseverancia; no estamos destinados a vivir la vida cristiana en aislamiento. Y es vital para nuestro testimonio; Jesús le dio potestad a los gentiles de juzgar si realmente el Padre lo había enviado al mundo basado en la unidad visible de la iglesia (Jn. 17:21). Pero, ¿cómo sabemos cuándo estamos siendo llamados a luchar por la unidad de la iglesia y cuándo estamos siendo llamados a luchar por la fe que una vez le fue entregada a todos los santos?

Debido a que nosotros, la iglesia, debemos desplegar la gloria y la sabiduría de Dios (Ef. 3:10), debemos luchar por mantener la unidad cristiana (Ef. 4:1-3). Pero este llamado a unidad está basado en el evangelio que revela al Dios trino (Ef. 4:4-6): al único Espíritu que nos ha llamado de la muerte a la vida (Ef. 2:1-10), al único Señor que nos ha reconciliado con Dios y con los demás a través de su sangre, formando un solo cuerpo (Ef. 2:11-22), y al único Padre que planificó nuestra salvación desde la fundación del mundo (Ef. 1:3-14).

Si hemos de mantener la unidad que el Espíritu nos ha dado durante tiempos de conflicto, debemos cultivar las mismas cualidades que se encuentran en nuestro Señor Jesucristo. En Efesios 4:2-3, Pablo resalta cinco de estas cualidades que son necesarias para mantener la unidad de la iglesia.

La verdadera humildad está arraigada en un pensamiento correcto de Dios y de sí mismo

Humildad

La humildad tiene que ver con no pensar en ti mismo como superior a los demás. Es lo opuesto al orgullo: asumir que cada cosa creada y cada persona existe para tu gozo y satisfacción. Claro, existe la llamada falsa humildad. Ella busca llamar la atención sobre sí misma. La verdadera humildad está arraigada en un pensamiento correcto de Dios y de sí mismo. Si todo tu mundo gira alrededor de ti, eres orgulloso, y el orgullo destruye la unidad como ninguna otra cosa. En vez, debemos tener el mismo sentir que tuvo Cristo Jesús, quien siendo Dios el Hijo, se humilló a sí mismo, tomando nuestra humanidad, y se convirtió en un siervo para morir en un cruz por pecadores inmerecedores (Fil. 2:5-11). Dios se opone al orgulloso, pero Él exaltará al humilde.

Mansedumbre

La mansedumbre tiene que ver con considerar a los demás, cediendo tus derechos. Hoy en día, muchas personas piensan solo en sí mismas. Lamentablemente, estas actitudes se han infiltrado en la iglesia. Aquellos que profesan ser cristianos son duros o groseros con quienes tienen diferencias. Algunos ridiculizan a aquellos con quienes no están de acuerdo. Pero recuerda el corazón de Jesús hacia los pecadores. Era manso y humilde de corazón (Mt.11:29). Y debemos reflejar la mansedumbre de nuestro Señor, ya sea que estemos restaurando a los pecadores arrepentidos (Gá. 6:1) o, como pastores, corrigiendo a nuestros oponentes (2 Ti. 2:25). ¿Te imaginas cuántos conflictos podríamos evitar si respondiéramos con una respuesta mansa? Por nuestra mansedumbre, podemos saber que estamos llenos del Espíritu de Cristo (Gá. 5:23).

Paciencia

La paciencia tiene que ver con soportar las deficiencias y fallas de los demás, sus debilidades y fracasos. ¿Cuán pacientes somos con los que no están de acuerdo con nosotros? ¿Cuánto tiempo soportamos a los que piensan diferente a nosotros? El Señor ha sido paciente con nosotros (1 Ti. 1:16), así que seamos pacientes unos con otros. Si el Espíritu de Cristo habita en nosotros y somos llenos de Él, también seremos pacientes (Gá. 5:22).

Demostramos que pertenecemos a Dios y que hemos nacido de nuevo a través de nuestro amor por nuestros hermanos y hermanas en Cristo

Amor

Dios mostró y definió su amor por nosotros en la cruz de Cristo (Jn. 15:13; Ro. 5:8; 1 Jn. 4:9). El amor es la tierra en la que somos sembrados y crecemos en Cristo (Ef. 3:17; 5: 2). Si el Espíritu de Cristo habita en nosotros, amaremos (Gá. 5:22). A través de nuestro amor por nuestros hermanos y hermanas en Cristo, demostraremos que pertenecemos a Dios y que hemos nacido de nuevo (1 Jn. 4: 7-12).

Celo

Debemos mantener celosamente la unidad del Espíritu (v.3). No creamos la unidad de la iglesia, el Espíritu lo hace cuando nos pone en un solo cuerpo. Solo estamos llamados a mantener esa unidad y a hacerlo con entusiasmo. ¿Somos genuinamente celosos en la lucha por la unidad de la iglesia? ¿O somos más celosos en la lucha por nuestros propios derechos, privilegios, y preferencias?

Puedes sentirte tentado a pensar que una pandemia global, una elección presidencial, y disturbios civiles son amenazas a la unidad de la iglesia. No lo son. Son oportunidades para cultivar estas cualidades cristianas en nosotros y en los miembros de nuestra iglesia porque ellas son cultivadas en tiempos de conflicto. Mientras conduces por la carretera, no necesitas paciencia si no hay otros automóviles en el camino. Necesitas paciencia cuando hay autos frente a ti que van por debajo del límite de velocidad o que no respetan las leyes de tránsito. Ahí es cuando cultivas paciencia, te dices la verdad a ti mismo y descansas en las buenas nuevas de Jesucristo.

Si cultivamos estas cualidades que se encuentran en nuestro Señor Jesús y que el Espíritu produce en nosotros, seremos empoderados para caminar de una manera digna de nuestro llamado y a buscar la unidad cristiana. El resultado será una paz visible que nos une y muestra la sabiduría y la gloria de Dios a un mundo incrédulo.


Publicado originalmente en Facts and Trends. Traducido por Equipo Coalición.
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