Determinar la eficacia de un pastor es un ejercicio muy subjetivo. Mientras que ciertos indicadores pueden resultar útiles, no nos cuentan toda la historia. En ese contexto, revisé mis 40 años de servicio a las iglesias en una variedad de capacidades y entrevisté a varios pastores muy eficaces que conozco bien. Mi lista era larga: casi 30 pastores en total.
Como yo conocía a cada uno de estos pastores, empecé a escribir rasgos que los distinguían de la mayoría de los pastores. Quería saber qué los motivaba. Quería saber cómo y por qué eran tan eficaces.
Hay muchas características que comparten la mayoría de estos pastores: la oración, compromiso con la Palabra, dedicación a sus familias, un carácter extraordinario, entre otras cosas. Mi interés en este ejercicio, sin embargo, es encontrar los rasgos que los diferencian de la mayoría de los demás. Cuando terminé esta asignación, encontré siete características o hábitos distintivos.
1. Tienen entusiasmo genuino. No me refiero a que sean porristas. Estos pastores pueden ser tranquilos, pero su pasión y entusiasmo por sus iglesias, sus familias y sus ministerios son evidentes en todo lo que dicen y hacen. No es un entusiasmo artificial; es real y contagioso.
2. Son grandes oyentes. Cuando estás alrededor de estos pastores, genuinamente quieren enfocarse en ti. Parece que tienen pocas ganas de hablar de sí mismos y prefieren escuchar nuestras historias. Ellos pueden hacer que uno se sienta muy importante porque realmente se preocupan y realmente escuchan.
3. Su identidad no es su vocación. Ellos no tienen que subir una escalera percibida de éxito, ya que su mayor recompensa viene de servir a Cristo cómo Él los dirija. Uno no tiene que preocuparse de que estos pastores manipulen a la grey o al sistema para su propio avance. Sus identidades están en Cristo, no en sus vocaciones.
4. Son intencionales en su evangelización. Estos pastores no ven la Gran Comisión como un concepto abstracto o algo que los demás tienen que hacer. Les encanta compartir el evangelio personalmente con otros.
5. Tienen amor incondicional por sus críticos. Muchos líderes, pastores incluidos, tienen una eficacia limitada porque los críticos constantemente los acosan. Ellos se drenan emocionalmente y a veces andan con temor a los críticos. Estos pastores eficaces, sin embargo, incluyen en su vida de oración el interceder por sus críticos. Ellos aprenden a amarlos porque están pidiendo a Dios que les ayude a tener ese amor.
6. Ellos tienen un espíritu afable. A menudo olvidamos que la mansedumbre es parte del fruto del Espíritu. En este mundo de redes sociales hipercríticas, la agresión y la negatividad se han convertido en la norma, incluso en nuestras iglesias. Estos pastores, por el contrario, tienen una calma y dulzura que solo puede venir del Espíritu Santo.
7. Ellos perseveran. El ministerio no es fácil. El ministerio en la iglesia local puede ser especialmente difícil. Hay demasiados guerreros heridos en nuestras iglesias. Desafortunadamente, la mayoría de sus heridas han venido por fuego amistoso (aunque no estoy seguro de que la palabra “amistoso” encaje bien en esta metáfora). Pastores altamente eficaces perseveran. Claro que se lastiman. Claro que se desaniman. Pero en última instancia, siguen haciendo ministerio bajo el poder de Dios. Aunque suene cliché, buscan fuerza para seguir ministrando un día a la vez.
A riesgo de redundancia, permítanme recordarles que estos siete hábitos no son necesariamente los mismos que califican bíblicamente a un pastor. Estos son, según mi investigación subjetiva, los rasgos que los diferencian de la mayoría de los pastores. Son, pues, los siete hábitos distintivos de pastores altamente eficaces.