Deuteronomio 10 – 12.28 y Romanos 15 – 16
“De ninguna manera haréis lo que hacemos aquí hoy, que cada cual hace lo que le parece bien a sus propios ojos; porque todavía no habéis llegado al lugar de reposo y a la heredad que el SEÑOR vuestro Dios os da”, Deuteronomio 12:8-9.
Hoy en día en que el cálculo probabilístico está acercándose a la perfección, y la superdotada ciencia esgrime con precisión los parámetros del desarrollo tecnológico de nuestro pequeño planeta azul, con todo, el hombre de la post modernidad insiste en creer que todo lo que hace es perfecto por el solo hecho de que así lo desea. Para él no existe la historia, ni los consejos, ni las matemáticas… basta con desear algo y mover la nariz como Samantha o cerrar los ojos como Jeannie, la genio, para que todo se haga realidad… y a nuestra manera. Sin embargo, el mundo “¡Cómo se me da la gana!” es difícil de conquistar. Tarde o temprano, los pelucones de ayer, son los circunspectos ejecutivos de banco de hoy; y los tatuados de hoy, esconderán y se operarán mañana sus recuerdos perennes de un pasado que quieren olvidar, porque el tren con destino a “Mi manera” parece que se perdió, y el potente Sinatra se convirtió en el lánguido e histérico Jagger cantando “I Can´t Get No Satisfaction”.
¿Podemos vivir en un mundo sin reglas? Definitivamente no. Si no recibimos las reglas, tarde o temprano seremos nosotros las que las estableceremos. ¿Quieren un ejemplo? Miremos a los adolescentes “rebeldes a lo establecido” de nuestro tiempo. Verán que se visten iguales, que escuchan la misma música, que reaccionan de la misma manera y que muy en el fondo tienen reglas mucho más estrictas que las del común de los mortales. Finalmente, nuestra constitución humana nos lleva a descubrir que no podemos vivir de manera caótica, que desde las sociedades más primitivas a las más desarrolladas necesitamos de reglas claras que permitan la convivencia y propicien nuestro propio desarrollo personal.
Esa es la intención de Dios al proveernos de mandamientos que nos permitirán alcanzar la felicidad y no la desdicha durante nuestro paso por esta vida: “Guardad, pues, todos los mandamientos que os ordeno hoy, para que seáis fuertes, y entréis y toméis posesión de la tierra a la cual entráis para poseerla; para que prolonguéis vuestros días en la tierra que el SEÑOR juró dar a vuestros padres y a su descendencia, una tierra que mana leche y miel”, Deuteronomio 11:8-9.
El Señor, creador de los Cielos y la Tierra, espera que vivamos a “Su manera”, ya que Él diseñó la creación y nuestras propias vidas con propósitos bien definidos. El dejar de lado sus mandamientos es desconocer el orden de la creación y traer consigo nuestra desdicha, pobreza y destrucción. La violencia, la insatisfacción anímica, los trastornos políticos y sociales de una humanidad que olvida permanentemente los mandamientos de Dios, también llevan consigo la responsabilidad del desorden de nuestro frágil ecosistema que necesita de nuestro cuidado y protección. No en vano dice el Señor: “Y sucederá que si obedecéis mis mandamientos que os ordeno hoy, de amar al SEÑOR vuestro Dios y de servirle con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma, El dará a vuestra tierra la lluvia a su tiempo, lluvia temprana y lluvia tardía, para que recojas tu grano, tu mosto y tu aceite. Y El dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás”, Deuteronomio 11:13-15.
El problema es que nuestra generación está tan prejuiciada con mandamientos que ignoramos o desconocemos casi totalmente que nos cuesta aceptar la posibilidad de encontrar la felicidad en la simple obediencia. Quizá nos pase con los mandamientos de Dios lo mismo que le pasó a una turista que viajaba por la China. Ella viajaba en un tren por el interior del inmenso país y del baño salía un olor insoportable, así que… “tomé un lápiz y un papel, se lo pasé a una mujer de rostro amable que estaba sentada cerca y le dije guanmen, que significa `cierra la puerta´ en mandarín.
Lo escribió en chino. Karen – una de mis dos compañeras de viaje – puso el letrero en la puerta y lo pegó con parche curita. Se acercó otra señora, nos pidió el lápiz y le agregó unos signos. Por señas me explicó que significaban `por favor´. Luego, un viejito añadió `suavemente´ después de `cierre´. Y el mensaje funcionó”. ¿No será que necesitamos conocer todo el mensaje de Dios para poder entender sus propósitos? ¿No será que hemos juzgado a Dios al tener una visión sesgada de sus mandamientos? Quizás tú nunca habías leído esto antes: “Y ahora, Israel, ¿qué requiere de ti el SEÑOR tu Dios, sino que temas al SEÑOR tu Dios, que andes en todos sus caminos, que le ames y que sirvas al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, y que guardes los mandamientos del SEÑOR y sus estatutos que yo te ordeno hoy para tu bien? He aquí, al SEÑOR tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay”, Deuteronomio 10:12-14.
Finalmente, los insto a descubrir los mandamientos de Dios, no desde la mirada tergiversada de la religiosidad ritualista, sino desde el corazón de Dios manifestado en sus Palabras. En ellas descubriremos el sentido y la dinámica para vivir una buena y fértil vida. Hoy en día se privilegia la oscuridad sobre la luz, hemos llegado a honrar y justificar nuestra propia maldad y soberbia porque no hemos conocido nada mejor, pero yo les invito a nadar contra la corriente siendo: “…sabios para lo bueno e inocentes para lo malo”, Romanos 16:19b.