Es mucho más fácil reaccionar que dar una respuesta pensada y siguiendo un objetivo. Actuar con base en lo que vemos, en vez de tratar de considerar el porqué de las cosas. Esto es verdad en muchas áreas de nuestras vidas y, lamentablemente, también lo suele ser para nuestra paternidad.
Con más frecuencia de la que quisiéramos admitir, nuestra crianza es reaccionaria y no una crianza con propósito. Es común que nos encontremos solo reaccionando a lo que nuestros hijos hacen, corrigiendo la acción del momento, en lugar de detenernos a pensar en por qué nuestros hijos hacen lo que hacen. Buscamos cortar las ramas que no lucen bien, pero no velamos por una raíz saludable.
Permíteme aclarar de entrada que este artículo es también para mí. Te hablo de mi propia realidad, de mis propias faltas en la crianza y de lo que Dios me ha venido enseñando.
La crianza que solo reacciona da lugar a nuestra carne más que a una conducta que honre al Señor
Considero que muchas veces atribuimos nuestra crianza reaccionaria a que estamos cansados en medio de tantas cosas, cuando lo último que queremos es instruir. Lo hacemos porque sentimos que lo que nuestros hijos hacen afecta nuestro bienestar o comodidad, de modo que reaccionamos por nuestro propio bien y no por el de ellos. En resumidas cuentas, la crianza que solo reacciona piensa en nosotros primero, en lugar de en nuestros hijos y, normalmente, da lugar a nuestra carne más que a una conducta que honre al Señor.
Pero nuestro llamado como padres es superior. Estamos llamados a criar a nuestros hijos con un propósito que guíe nuestro obrar.
Un llamado diferente
Pocos pasajes en la Biblia instruyen de manera directa sobre la crianza y uno de ellos es este: «Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor» (Ef 6:4). Pablo nos presenta aquí algo qué evitar (provocarlos a ira) y algo para ir en pos de ello (criarlos en la disciplina e instrucción del Señor). Para los fines y el tema de este artículo me estaré enfocando en esa segunda parte.
En lugar de llevar a nuestros hijos a la ira, nuestro llamado como padres es criarlos con una dirección, un propósito: la disciplina e instrucción del Señor. La crianza de nuestros hijos implica modelar, enseñar y alentar patrones de vida piadosos y, a su vez, advertir, amonestar y disciplinar lo que es incompatible con la piedad. Una crianza en el Señor no se dará en un estilo de reacción, sino en una que persigue el propósito de enseñarles sobre Dios.
Detrás de una crianza con propósito
Aquí te comparto algunos consejos que podemos tener en cuenta para ir detrás de este llamado:
1. Enfócate en el corazón
Más que solo corregir lo externo, como padres necesitamos ir detrás del porqué del asunto: ¿por qué mi hijo le habla mal a sus compañeros? ¿Por qué le cuesta tanto obedecer nuestros mandatos? ¿Por qué hay pleitos continuos entre hermanos?
Enfocarnos solo en la acción no es malo en sí, pero no es suficiente porque la Palabra nos enseña que de nuestro corazón vienen nuestras acciones pecaminosas (Lc 6:45). Así que, criar con propósito implica tomar el tiempo de conversar con nuestros hijos y, bajo la dirección del Espíritu Santo, ayudarlos a ver qué está dominando su corazón que los lleva a actuar como lo hacen.
2. Reconoce su pecaminosidad y su necesidad
Una vez escuché a Paul Tripp decir que no debemos enojarnos cuando nos llegan las oportunidades de instruir a nuestros hijos. Les confieso que en muchas ocasiones mi expectativa interna con mis hijos es que no pequen y hagan todo lo que yo deseo, pero eso no se hace realidad, y además es ególatra.
Mis hijos y los tuyos son pecadores y eso significa que van a pecar, así que no debemos sorprendernos cuando lo hagan. Pero no solo no debemos sorprendernos, sino que reconocer su pecaminosidad nos llevará a ver su necesidad continua de Jesús y Su gracia para salvar y perdonar.
3. Recuerda que no somos el parámetro
En nuestra crianza reaccionaria con frecuencia corregimos y disciplinamos con base en nosotros mismos y no en el Señor. Me explico:
Nosotros no somos el parámetro de la instrucción, sino el Señor y Su Palabra
Imagina que estás en la hora de la cena —ya cansado de todo lo que has tenido que hacer durante el día— y uno de tus hijos derrama un vaso de jugo sin querer y se hace un desastre en la mesa. Por este incidente te enojas, le gritas, le dices que nunca está pendiente de lo que hace y le recuerdas lo inconsciente que es. Pero el vaso derramado no fue una acción pecaminosa sino un accidente. Así que esa corrección no fue guiada por el temor al Señor, sino por lo que implicó para ti: cómo te interrumpió, cómo te agregó más trabajo o cómo te incomodó. En ese momento te convertiste en el parámetro para la instrucción y eso determinó tu accionar hacia tu hijo.
En contraste, en la crianza piadosa, nosotros no somos el parámetro de la instrucción, sino el Señor y Su Palabra.
4. Prioriza la oración
No podemos criar a nuestros hijos en la disciplina e instrucción del Señor con nuestras propias fuerzas. No tenemos la sabiduría necesaria, nos falta discernimiento, nuestro pecado se entromete y no tenemos el poder de transformar el corazón de nuestros hijos. ¡Necesitamos de Él!
Una crianza con propósito reconoce esta verdad y depende del Señor a través de la oración.
Descansando en Jesús
La crianza de los hijos no es tarea fácil y a medida que transitamos esta etapa nos damos cuenta de los errores que cometemos y el daño que nuestras acciones pueden causar a nuestros hijos. Pero la evaluación de nuestra paternidad jamás debe hacerse dejando de lado la realidad del evangelio de nuestro Señor Jesús.
La muerte de Cristo en la cruz incluyó los pecados que cometemos hacia nuestros hijos y en Él encontramos el perdón y la sabiduría que necesitamos. Pero también recordemos que Su gracia es mucho mayor que nuestras faltas y es capaz de cubrir la vida de nuestros hijos en medio de nuestros errores.
Que el Señor nos ayude a criar a nuestros hijos de acuerdo a Su propósito mientras tenemos nuestros ojos puestos en Él.