La Navidad era fantástica para mí hasta que mi abuelo murió cuando tenía 13 años. Hasta ese punto, la Navidad era la parte más emocionante de cada año. Pero algo murió cuando él murió. Algunos años más tarde, otra muerte trágica afectó nuestra familia. A partir de ahí, las navidades nunca fueron iguales. Se convirtieron en una época de duelo y gozo al mismo tiempo.
Durante toda la década de mis veintes, a veces sentía que la Navidad se burlaba de mí con toda su alegría cuando yo me sentía tan quebrantada. Deseos no satisfechos, enfermedad crónica, y separación de gente amada eran invitados no deseados que revelaban que el mundo no es cómo debe ser.
Pero al final de esa década y principio de la próxima, conocí el Adviento. Este es el período del calendario en la Iglesia cristiana de las cuatro semanas antes de la Navidad. Es un tiempo de preparación para la Navidad que recuerda el nacimiento de Cristo y anticipa su segunda venida. Este tiempo es un recordatorio de que el reino de Cristo ya fue inaugurado, pero que no ha sido consumado todavía.
El mundo nos pinta esta imagen de familias felices reunidas, parejas que disfrutan su amor, y padres que se deleitan en sus hijos. Pero si la muerte, el divorcio, el pecado, o los problemas de salud han invadido nuestros hogares, la Navidad tiene una gran capacidad de hacernos sentir lo que nos falta.
Cambiar la perspectiva
Observar el Adviento me ha transformado. Me ha enseñado a vivir en paradoja. Me ha liberado para atesorar el gozo de la primera venida de Cristo, mientras al mismo tiempo hago duelo porque Él no ha regresado todavía. El Adviento me capacita a no resentir que la época de la Navidad está contaminada con pena.
Esta época resalta la realidad de que soy una mujer en espera: esperando la consumación de la historia y el regreso de mi Amado. La pequeña historia de mi vida se está uniendo a la historia del mundo. Estoy haciendo lo que la creación siempre ha hecho: gemir mientras espera la venida de Jesús.
La paradoja alrededor de la Navidad es exactamente lo que debe ser. La primera venida de Cristo estuvo llena de paradoja. Cuando Simeón vio a Cristo en el templo, él se regocijó y profetizó angustia. Aunque alabó a Dios cuando vio la salvación esperada del pueblo de Dios, también le dijo a María que este bebé la libertaría a gran costo para ella. “Una espada traspasará tu propia alma”. El mismo bebé traería juicio para algunos y exaltación para otros (Lc. 2:34-35).
Su segunda venida también estará llena de paradoja. Lo que significará gloria para todos los que anhelan su venida, significará gemidos para todos los que lo rechazaron. Mientras sus hijos cantan, sus enemigos se inclinarán en terror (Ap. 1:7).
Para mí, la diferencia entre simplemente celebrar la Navidad y practicar el Adviento tiene mucho que ver con la manera en la que enfrento diciembre. No me paso el mes simplemente esperando el 25 de diciembre (o noche buena, el 24). No solo organizo reuniones y fiestas navideñas. Ya no tengo la expectativa de que debo estar feliz todo el tiempo.
No, ahora doy espacio para reconocer mis duelos, mis anhelos actuales no satisfechos, y mis temores. Se los traigo honestamente a mi Padre. No trato de enmascararlos u oprimirlos porque “¡Es navidad!”. No; acepto la tensión en la que vivimos: “Sí, ¡alabado sea Dios! ¡Cristo nació!», y “Definitivamente esta vida no es lo que debe ser”.
La Navidad es un gozo porque testifica que, así como la encarnación realmente ocurrió, Jesús ciertamente volverá.
El punto no es exactamente cómo observamos el Adviento. No hago lo mismo todos los años. A veces leo un devocional. El año pasado leí el libro de Isaías usando un plan de lectura que diseñó Tony Reinke. A veces prendemos velas durante la cena, y poco a poco añadimos más, haciéndolo más brillante mientras más nos acercamos al día de Navidad. Otros años nos hemos enfocado día a día en los nombres de Cristo. Este año estoy haciendo una travesía por las Escrituras en el Mesías de Handel.
Más que lo que hagamos para observar el Adviento, el punto tiene que ver con el paradigma que tienes en esta época. ¿Aceptas vivir en la paradoja? ¿Estás consciente que eres una mujer en espera? ¿Crees que tus anhelos no satisfechos, duelo, y quebrantamiento encajan perfectamente con esta temporada?
Observar el Adviento me ha ayudado a fijar mi vista, y esperanza, más allá de la Navidad… en la Resurrección y el retorno de mi Rey y Hermano.
La Navidad es un gozo, pero no porque sea un gozo perfecto. Es un gozo porque testifica que, así como la encarnación realmente ocurrió, Él ciertamente volverá. Debido a la Navidad, esperamos la llegada de la resurrección en nubes de gran gloria. Entonces, por fín, todo lo que es triste ahora, no será así jamás. Oh Señor Jesús, ¡ven pronto! Te extrañamos tanto.