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Esto va dirigido a las personas adoctrinadas. A la gente con opiniones eclesiológicas. A los pastores y ancianos que piensan que la Biblia dirige las prácticas y las estructuras de la Iglesia.

Espera un segundo, estoy hablando de mí mismo, y tal vez de ti. Doy gracias a Dios por ustedes, y me gozo de considerarme copartícipe en la obra para el reino de Cristo.

Sin embargo, me he dado cuenta que hay una tentación a la que tú y yo somos susceptibles: podemos amar más nuestra visión de lo que creemos que la Iglesia debe ser más de lo que amamos a las personas que la componen. Podemos ser como el hombre soltero que ama la idea de una esposa, pero que al casarse con una mujer real le resulta más difícil amarla a ella que a la idea de ella. O como la madre que ama su sueño de la hija perfecta más que a su propia hija.

Este es un peligro implícito para todos los que hemos leído libros, asistido a conferencias, y que hemos sido parte de ministerios sobre “iglesias saludables”. Empezamos a amar la idea de una iglesia saludable más de lo que amamos a la iglesia en la que Dios nos ha puesto.

Recuerdo oír a un anciano de la iglesia quejándose de una familia que dejaba que sus hijos no bautizados recibieran la Cena del Señor cuando se pasaba el plato con pedazos de pan de comunión en frente de ellos. Lo que me sorprendió fue el tono con el que habló. Fue un tono frustrado y con un poco de desprecio, como diciendo “¿Cómo pudieron hacerlo? ¡Qué necios!”. Pero estas personas eran ovejas ignorantes. Por supuesto que no saben lo que hicieron.

Dios les había dado a este anciano no para que se quejara, sino para que los amara y los alentara hacia un mejor conocimiento de la Palabra. En ese momento, sentí como este anciano amaba su visión de la iglesia bíblica más de lo que amaba a las personas.

Qué fácil es responder como este anciano.

Lo que no estoy diciendo

No estoy diciendo que debemos amar a la gente y olvidar todo sobre la salud bíblica, como si las dos cosas fueran separables. No, eso sería poner el amor de Dios y la Palabra de Dios en contra. Amar a alguien es querer su bien, y solo Dios define el “bien”. Amar a la iglesia significa, en parte, querer que crezca hacia todo lo que Dios define como bueno. Es querer que la iglesia crezca en una dirección bíblica.

Más simple: si amas a tus hijos, deseas que estén saludables.

Entonces, ¿a qué me refiero cuando digo que debemos amar a la Iglesia más que a su salud?

De vuelta al evangelio

Cuando Cristo murió por la Iglesia, Él la hizo suya. Él la identificó con Él mismo. Él le puso Su nombre. Es por eso que perseguir a la Iglesia es perseguir a Cristo (Hch. 9:5), y también por eso es que pecar contra un cristiano es pecar contra Cristo (1 Co 8:12; cf. 6:15). Individual y colectivamente, lo representamos a Él.

Piensa en lo que esto significa. Esto significa que Cristo ha puesto su nombre en cristianos inmaduros, en cristianos que hablan demasiado en las reuniones, en cristianos que erróneamente dan la comunión a sus hijos no bautizados, y en cristianos que aman canciones de alabanza de poca profundidad. Cristo se ha identificado con cristianos cuya teología es subdesarrollada e imperfecta. Cristo apunta a los cristianos que erróneamente se oponen a las estructuras de liderazgo bíblico y a la práctica de la disciplina de la iglesia y dice de ellos: “Ellos me representan. Si pecas contra ellos, ¡pecas contra mí!”.

¡Cuán ancho, largo, alto, y profundo es el amor de Cristo! Cubre multitud de pecados y abraza al pecador. En realidad, no solo abraza al pecador. Coloca todo el peso de la propia identidad de Cristo y su gloria en el pecador; “mi nombre descansará sobre ellos, y mi gloria será suya”.

Siempre debemos volver al evangelio, ¿o no?

Date a ti mismo, pastor, no una parte de ti

Un teólogo me ayudó a entender un aspecto importante del amor del evangelio, distinguiendo entre dar de ti mismo y darte a ti mismo. Cuando te doy de mí mismo, te doy algo que poseo, como mi sabiduría, mi alegría, mis bienes, o mis fortalezas. Por supuesto, yo no me arriesgo a perder nada en el proceso, porque gano elogios por tal dadivosidad. De hecho, yo puedo dar todo lo que tengo, incluso mi cuerpo para ser quemado, y no tener amor. Sin embargo, cuando me doy a mí mismo no doy solamente algo que tenga, doy todo mi ser. Me identifico contigo. Empiezo a poner atención a tu propio nombre y reputación porque los veo como unidos a los míos. Cualquier gloria que yo pudiera tener se convierte en tuya, y toda la gloria que tienes es la gloria que yo más disfruto. ¡Es mía también!

Así es como debemos amarnos unos a otros dentro de una iglesia, porque es así como Cristo nos ha amado. No solamente nos abrazamos unos a otros; también descansamos el peso de nuestras identidades el uno sobre el otro. Compartimos las glorias y las tristezas los unos de los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. (1 Cor. 12:26). Consideramos al otro mejor que a nosotros mismos, de la misma manera que Cristo ha hecho con nosotros (Flp. 2:1-11). De hecho, hemos tomado el mismo apellido, por lo que ahora somos hermanos y hermanas (Mt. 12:50, Ef. 2:19, etc.). Si insultas a mi hermano, me insultas. Si defraudas a mi hermana, me defraudas a mí. Nada es negocio en la iglesia. Todo es personal, porque el evangelio es personal. Él murió por ti, cristiano. Él murió por mí. Para que pudiéramos representarlo y parecernos a Él. (Sí, Él sigue siendo el enfoque final de nuestro amor por los demás, al igual que el nos amó para que nosotros podamos amar al Padre, quien es el enfoque final de su amor). Si todos los cristianos deben amar así, nosotros, los que somos pastores y ancianos, sin duda deberíamos mucho más.

Decir que debemos amar a la Iglesia más que a su salud significa esto: que debemos amar a las personas porque pertenecen a Jesús, no porque hayan guardado la ley de una iglesia saludable, a pesar de que esa ley sea buena y bíblica. Significa que debemos amarlos por lo que Cristo ha hecho y declarado, no por lo que ellos hagan.

Si amas a tus hijos, deseas que tengan salud. Pero si amas a tus hijos, los amas saludables o no.

Ciertamente puedes regocijarte cuando un hermano o hermana crece en la comprensión teológica. Ustedes se regocijan en la mayor unidad de la verdad que ahora comparten (véase 2 Juan 1). Pero tu evangelio de amor —el tipo de amor que dice que “Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores”— debe extenderse aun al hermano que es inmaduro teológica, eclesiológica, e incluso moralmente, porque ese amor se basa en la perfección y la verdad de Cristo, no en la del hermano.

Pastor, si su iglesia está llena de creyentes débiles, aún debes identificarte con ellos como si ellos fueran fuertes. Tal vez te sientes más “identificado” con el hermano maduro que comparte tu teología. De acuerdo. Pero si ese hermano de mente teológica te pide que compartas tu desprecio por un hermano teológicamente inmaduro, dile: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y ha sido hallado” (Lc. 15:31-32).

Anciano, ama a tu rebaño como hijos e hijas. Entra en las gradas de sus vidas y vitorea para ellos en los días de victoria y también en los días que tropiezan al correr por la cancha. Aduéñate de sus risas y de sus miedos como si te pertenecieran. Soporta su insensatez. No te sientas amenazado cuando te hablen con arrogancia. Responda a la maldición con una bendición. Recuerde que sacar el pecado desde el corazón es un proceso lento, y que no siempre se pueden ayudar a sí mismos. Sea paciente como El que ha sido paciente con usted.

Para usar una metáfora bíblica diferente, el amor por su iglesia debe ser un amor “en lo próspero y en lo adverso, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad” incluso un amor “hasta que la muerte nos separe”. ¿No debería ser así? ¿No deberías estar comprometido con tu iglesia como estás comprometido con tu propio cuerpo, porque así es como Cristo nos amó a ti y a mí?

Así es como Pablo amó

Así es como Pablo amaba a las iglesias. Se entregó a sí mismo, no solo dio de sí mismo. Le dijo a los filipenses que ellos eran su “gozo y corona” (Flp. 4: 1). Le dijo a los tesalonicenses lo mismo (1 Ts. 2:19-20).

Pastor, ¿consideras a los cristianos recalcitrantes y teológicamente ingenuos en tu iglesia como tu gozo y corona? ¿Te identificas con ellos tanto como deberías? Pablo se refiere a las iglesias como su “gloria” (2 Cor. 1:14; cf. 2 Ts. 1:4). ¿Y tú?

Pablo dijo a los corintios que ellos eran sus “hijos” y que él era su “padre por medio del evangelio” (1 Co. 4:14-15). Él sentía lo mismo por los Gálatas y Timoteo y Tito (Ga. 4:19; 1 Tm. 1:2; Tito 1:1-4).

Anciano, ¿has unido tu nombre y reputación a tu iglesia como un padre lo hace con su hijo?

¡Cuántas veces escuchamos las palabras de amor y anhelo de Pablo! Él abre ampliamente su corazón y anhela que las iglesias hagan lo mismo (2 Cr. 6:12-13). Él anhela verlos y estar con ellos (Rom. 1:11; Flp. 4: 1; 1 Ts. 3:6; 2 Tm. 1:4). Él “los ama con el entrañable amor de Cristo Jesús” (Fil. 1: 8). Y él sabe que su propia angustia es para la consolación y salvación de las iglesias, y el consuelo de él es el consuelo de ellas (2 Cor. 1:6). Pablo no dio de sí mismo a las iglesias, manteniendo un poquito para él, como lo hicieron Ananías y Safira. Él se entregó a sí mismo.

Y Pablo no amaba así solo a los cristianos maduros. ¡Lee sus cartas, y recordarás rápidamente lo poco saludable que muchas de estas iglesias eran!

Qué el Espíritu de Dios aumente nuestro amor para que podamos imitar a Pablo, como Pablo imitó a Cristo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Gabriela Fischer 
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