Un atributo divino es una característica particular de Dios. Sus atributos incluyen la santidad, justicia, omnipotencia, misericordia, amor y la eternidad, entre otros. La Biblia habla sobre Dios de diferentes maneras: por medio de nombres que le describen (p. ej., el Shaddai, Dios todopoderoso, Gn 17:1); afirmaciones sobre su persona o carácter (p. ej., Dios es santo, Is 6:3); y las narraciones de su intervención en el mundo (p. ej., Dios envía su Hijo a un mundo rebelde, mostrando su amor, Jn 3:16). La teología cristiana resume toda esta información hablando de los atributos divinos.
¿Cómo debemos pensar sobre los atributos divinos? ¿Se pueden clasificar de alguna manera? ¿Son algunos más importantes que otros? Consideraremos estas preguntas brevemente en este artículo.
Atributos incomunicables y comunicables
Se suele clasificar los atributos de Dios en dos categorías: incomunicables y comunicables. Los atributos incomunicables son los que se pueden atribuir solo a Dios (p. ej., independencia, eternidad, inmutabilidad). Los atributos comunicables son aquellos que se pueden atribuir tanto a Dios como al ser humano (p. ej., amor, santidad, conocimiento).
Esta clasificación se encuentra en muchos manuales de teología sistemática y nos puede ayudar a ordenar la forma en que pensamos sobre las características de Dios. No obstante, tenemos que ir con cuidado con la idea de los atributos comunicables. Mientras somos hechos a imagen y semejanza de Dios, incluso los atributos que compartimos con Él se manifiestan de maneras diferentes en Dios y en nosotros. Esto es así por el simple hecho de que Dios es diferente e inmensamente más grande que nosotros.
Podemos hablar de manera inteligente y verdadera sobre nuestro Creador, pero tenemos que recordar que no nos ha sido revelada la plenitud de quien Él es (Dt 29:29). Más bien se revela a nosotros según lo que podemos comprender desde nuestra posición como criaturas, tal como explico en otro artículo, acomodando su lenguaje a nuestro nivel de entendimiento.
Considera que la Biblia usa antropomorfismos muy a menudo. La Biblia describe a Dios como “roca”, “torre”, “pastor”, e incluso como ciertas clases de aves. ¿Debemos concluir que es de color gris? ¿Que está hecho de piedras y cemento? ¿Que le siguen algunas ovejas? ¿Que tiene plumas? En muchos puntos es obvio que Dios, al hablar al ser humano, emplea comparaciones con elementos de nuestra experiencia humana para ayudarnos a entender quién es Él. Pero en ningún momento debemos olvidar que estas son solo comparaciones (Is 40:25). Dios no tiene igual (1 S 15:29).
Tanto Dios como nosotros tenemos conocimiento, de modo que podríamos decir que es un atributo comunicable. Pero el conocimiento de Dios no es igual al nuestro. Es obvio que Dios sabe más que nosotros, pero no basta con decir simplemente que sabe más, como si fuera un sabio abuelo celestial. Debemos reconocer que Dios sabe de manera diferente. Nosotros aprendemos poco a poco, sabemos parcialmente y solo podemos pensar en algunas pocas cosas a la vez. En cambio, Dios no aprende (claro, lo sabe todo desde toda la eternidad), su conocimiento es absoluto y Él lo contempla todo simultáneamente. Dicho de otra manera, nuestro conocimiento es dependiente, el suyo no (Is 55:8-9; Ro 11:33-36).
Así es con todos los atributos divinos comunicables. Son análogos a nuestros atributos, pero van más allá. ¡Mejor que sea así! De otra manera, Dios no sería digno ni de nuestra alabanza ni de nuestra confianza, porque sería como nosotros. Menos mal, por ejemplo, que Dios lo sabe todo. ¡Quién mejor para decirnos cómo son las cosas! Sin saber que su conocimiento es absoluto, no podríamos estar seguros de nada.
La relación entre los atributos de Dios
¿Qué relación sostienen los atributos entre sí? ¿Existe alguna jerarquía entre ellos, siendo algunos más importantes que otros? No se puede establecer ningún ranking entre los atributos de Dios porque Dios es simple. Con esto no queremos decir que sea sencillo o modesto; más bien decimos que no es ninguna mezcla de cosas. No es la suma de todos sus atributos, sino que es simultáneamente todo lo que los atributos revelan.
Aunque nosotros hablamos a veces del amor de Dios, su santidad o su soberanía de forma abstracta, no debemos pensar que estamos mirando una parte de Dios, como si fuera un pastel que se puede cortar y dividir. Dios es todo amor, todo santo, todo soberano. Sus atributos no son distintos, como si habláramos de piezas que lo componen.
Pongamos otro ejemplo: si hablamos de un coche, podemos hablar de piezas como, por ejemplo, la puerta, el motor y las ruedas. No se puede hablar de Dios de esta forma, porque su ser es uno y no se puede dividir (Dt 6:4). La Biblia nos enseña que sus atributos corresponden a su ser. Dios es amor, Dios es luz, Dios es justicia. Si sus atributos corresponden a su ser y, como su ser no es divisible, los atributos tampoco lo son. Esto significa que no hay ninguno más grande o fundamental que otro.
Esta verdad nos protege contra la tentación de quedarnos con uno de los atributos de Dios, quizá el que más nos guste, y terminar enfatizándolo demasiado. Esto ocurre cuando, por ejemplo, algunas personas hablan casi únicamente del amor de Dios a expensas de su santidad. Recordar la simplicidad de Dios nos protege contra el peligro de amoldar a Dios a nuestra imagen.
Los atributos de Dios a veces se llaman perfecciones; es decir, características de Él que le hacen digno de toda nuestra alabanza y honor. ¿Te faltan ganas de alabar a Dios? Contempla de nuevo sus atributos y cobrarás ánimos para alabarle más y mejor.