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“El bautismo ahora los salva”: El significado de un texto malinterpretado

Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora los salva a ustedes, no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia, mediante la resurrección de Jesucristo (1 P 3:21).

A lo largo de la historia de la iglesia, 1 Pedro 3:21 ha demostrado ser uno de los textos más difíciles de interpretar de toda la Escritura. No solo aparece en uno de los párrafos más desconcertantes del Nuevo Testamento (1 P 3:18-22), sino que además Pedro parece describir el bautismo como algo realmente salvífico. ¿Cómo el bautismo nos salva?

Como ocurre con tantos textos difíciles de la Escritura, indagar con persistencia en el texto bíblico arroja luz sobre su significado: en este caso, que el bautismo no regenera por sí mismo, sino que expresa poderosamente la fe del individuo en la suficiencia de Cristo para salvar.

Los justos que sufren serán exaltados

En el contexto inmediato del versículo, la idea principal de Pedro es que el sufrimiento del cristiano fiel se traduce en bendición eterna. Los cristianos son «dichosos» si sufren por causa de la justicia (1 P 3:14), y deben considerar que es «mejor» sufrir por hacer el bien (1 P 3:17).

La palabra «porque» al principio del versículo 18 es crucial, pues muestra que 1 Pedro 3:18-22 fundamenta por qué los cristianos deben creer que ese sufrimiento es «mejor». Los versículos 18-22 narran la historia de Cristo, quien sufrió y murió (v. 18a), pero que luego fue «vivificado», proclamó la victoria y ascendió a la diestra de Dios (vv. 18b-22). Aunque Cristo es el único que logró la redención mediante Su muerte y resurrección, también nos sirve de ejemplo (ver 1 P 2:21). Así como el sufrimiento de Cristo condujo a Su exaltación, también lo hará nuestro sufrimiento como justos.

El bautismo no regenera por sí mismo, sino que expresa poderosamente la fe del individuo en la suficiencia de Cristo para salvar

En medio de la historia de Cristo, Pedro ofrece a Noé como otro ejemplo de un justo sufriente a quien Dios exaltó a su debido tiempo. A diferencia de los desobedientes de la generación de Noé, Noé y los que estaban con él —eran ocho en total— «fueron salvad[os] por medio del agua» (v. 20). A continuación, Pedro traza una relación tipológica entre el diluvio y el bautismo: el diluvio es el tipo y el bautismo el antitipo, el segundo de los cuales «ahora los salva» (v. 21).

Así como Noé y su familia fueron liberados a través del arca «por medio del agua», los cristianos son liberados a través de Cristo por medio del bautismo. En este sentido, puesto que la salvación de Noé tipifica la nuestra por medio de Cristo, Pedro la incluye en este punto de su carta para ayudarnos a comprender más claramente nuestra propia salvación por medio de Cristo y para cimentar más firmemente nuestra esperanza de exaltación futura.

Teniendo en cuenta este contexto, ¿qué significa que el bautismo salva a una persona? ¿El bautismo salva aparte de la fe, o el bautismo expresa la fe? ¿Las aguas bautismales en sí mismas lavan el pecado e infunden nueva vida en el bautizado, o el bautismo es una metonimia (una figura retórica que significa lo que representa) de la obra salvadora de Cristo que recibimos por la fe, que se expresa en el bautismo?

¿Salva realmente el bautismo?

Una de las principales interpretaciones de 1 Pedro 3:21 es que Pedro enseña alguna versión de la regeneración bautismal. Según la interpretación católica romana del versículo, por ejemplo, el bautismo es salvífico de tres maneras: lava el pecado, concede una nueva vida al bautizado y admite al bautizado en la iglesia.

En su función purificadora, según este punto de vista, el bautismo lava tanto el pecado original como los pecados actuales, los anteriores al bautismo. Las aguas bautismales lavan tanto la culpa como la condena del pecado. En su función regeneradora, el bautismo infunde nueva vida en el bautizado, de modo que el individuo está real y realmente muerto al pecado y se le concede una participación en la vida eterna. En su función eclesiológica, el bautismo admite al bautizado en la iglesia, la comunión de los santos, fuera de la cual no hay salvación.

El bautismo para la iglesia católica romana, por tanto, transmite la gracia salvífica en cuanto que la gracia de Dios se hace efectiva para el individuo en el bautismo, pues lo que el bautismo «simboliza» lo «realiza realmente» en el bautizado (Catecismo de la Iglesia Católica §1234). Según Tomás de Aquino, los sacramentos, de los cuales el bautismo es el primero, «realizan lo que indican», no como causa principal (la cual es solo Dios), sino como causa instrumental de la gracia salvífica de Dios (Summa Theologica 3.62.1). Esta visión de los sacramentos, a veces denominada ex opere operato («por la obra obrada»), sitúa la eficacia del sacramento en el acto mismo. En este sentido, la interpretación católica romana de 1 Pedro 3:21 es que el bautismo es necesario para la salvación porque el bautismo en sí mismo realiza la salvación.

Aunque la interpretación del catolicismo romano de 1 Pedro 3:21 puede explicar la afirmación directa de Pedro de que el bautismo salva al individuo, no explica adecuadamente dos características del texto: (1) la relación tipológica entre el diluvio y el bautismo (1 P 3:20-21a) y (2) la estrecha asociación entre fe y bautismo (1 P 3:21b).

¿Qué representan las aguas?

En cuanto a la relación tipológica del bautismo con el diluvio, el diluvio no fue el medio de salvación en sí mismo, sino la ocasión para la salvación a través del arca. El bautismo representa ciertamente la limpieza del pecado, pero también evoca la salvación a través del juicio. En el contexto antiguo, las grandes masas de agua y las inundaciones eran premonitorias y peligrosas porque eran elementos incontrolables de la naturaleza que a menudo traían la destrucción. El vínculo que establece Pedro entre el bautismo y el diluvio pretende poner de manifiesto la relación entre el bautismo y el juicio.

El diluvio fue el juicio de Dios sobre la humanidad por el pecado, mientras que Noé y su familia fueron salvados porque estaban en el arca. Aunque en cierto sentido la salvación de Noé incluyó su liberación de la corrupción de los que le rodeaban, a un nivel más fundamental fue librado de las aguas del diluvio de la muerte por medio del arca. En este sentido, las aguas de la inundación eran en sí mismas un juicio, mientras que el arca era la salvación para Noé y su familia en medio del juicio.

El vínculo que establece Pedro entre el diluvio y el bautismo sugiere que el bautismo opera de forma similar. Al igual que el diluvio, las aguas del bautismo evocan en sí mismas el juicio; no son el medio de salvación per se, sino que simbolizan la ocasión en que Dios obró la salvación para Su pueblo por medio de Cristo. Además, al igual que el arca fue el medio formal de salvación para Noé y su familia, los creyentes se salvan «mediante la resurrección de Jesucristo» (v. 21). El modo de inmersión retrata conmovedoramente esa salvación a través del juicio, ya que la inmersión evoca tanto las abrumadoras aguas del juicio (al sumergirse la persona) como la salvación del juicio que el bautizado recibe a través de Cristo (cuando la persona emerge).

Esta observación sobre la relación tipológica entre el diluvio y el bautismo sugiere que Pedro no concebía el bautismo como eficaz en sí mismo. Según la tipología, el bautismo no es un mecanismo ex opere operato por el que las aguas bautismales efectúan lo que representan. Más bien, la tipología apunta a Cristo, quien (como el arca) nos salva en medio del juicio de Dios mediante Su muerte y resurrección en nuestro favor. Puesto que el bautismo significa nuestra unión a Cristo en Su muerte y resurrección (ver Ro 6:3-4), el bautismo es una metonimia adecuada de la obra salvadora de Cristo que llama nuestra atención sobre la imagen de la salvación y el juicio tipificados en el diluvio.

El bautismo como expresión de la fe

Las aguas bautismales no transmiten por sí mismas la gracia salvífica, pues el bautismo, al expresar la fe del bautizado, contiene inexorablemente un elemento subjetivo. El bautismo no implica «quitar la suciedad de la carne, sino… una petición a Dios de una buena conciencia» (1 P 3:21b). El contraste entre la «carne» y la «conciencia» apunta a una realidad exterior frente a una interior.

Pedro quiere que veamos que el significado del bautismo no es el lavamiento externo del agua, sino el interno. Pedro no pretende minimizar el bautismo con agua, sino todo lo contrario. Más bien, el agua es una realidad externa que corresponde a una realidad interna superior. La realidad interior es «una buena conciencia», que se refiere a una conciencia libre de culpa y consciente de los pecados perdonados y de una posición justa ante Dios. Dado que Pedro identifica el bautismo como una «petición» o una «apelación» de una buena conciencia, el bautismo es el acto a través del cual el individuo solicita el perdón y la limpieza de una conciencia culpable, una petición hecha en presencia de Dios y del pueblo de Dios.

Tal comprensión del bautismo muestra su vínculo inquebrantable con la fe en Cristo, ya que Pedro aclara que el bautismo es la expresión individual de fe en la suficiencia de la muerte y resurrección de Cristo en su favor. Si fuera cierta la visión católica romana de la regeneración bautismal (en la que el símbolo realiza la cosa significada), es difícil ver por qué Pedro restaría importancia al agua bautismal en sí y en su lugar llamaría nuestra atención sobre el elemento subjetivo de la fe ligada a ese acto de bautismo.

Gloria futura, nueva resolución.

Aunque 1 Pedro 3:21 ofrece un desafío hermenéutico, Pedro da suficientes pistas para aclarar en qué sentido considera salvífico el bautismo. De particular importancia es la forma en que enmarca la relación entre el diluvio y el bautismo, así como su explicación del bautismo como la petición que emana de la confianza del individuo en la suficiencia de Cristo para salvar.

Pedro nos recuerda que nuestra salvación consumada en Cristo, tipificada por la liberación de Noé del diluvio, ya se ha expresado poderosamente en nuestro bautismo, por lo que podemos encontrar una nueva seguridad de la gloria futura y una renovada resolución de soportar el sufrimiento presente por causa de la justicia.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Eduardo Fergusson.
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