Es seguro que alguna vez hayas tenido estos pensamientos: “No me parece lo que me dijo”, “No me gustó como me miró”, “Qué mal que no me haya dicho nada”, “¿Por qué no me invitó?”.
¿Qué crees que demuestran tales afirmaciones? Todas ellas revelan la realidad de nuestros corazones. De estas conversaciones con nosotros mismos salen conclusiones equivocadas sobre otras personas que ignoran nuestras deducciones y a quienes no les hemos dado el beneficio de la duda.
¿Alguna vez dañaste una relación porque asumiste algo que no era cierto? Quizá alguien asumió algo de ti sin darte siquiera el beneficio de la duda. Creo que todos hemos estado en ambos escenarios, en donde fuimos heridos y herimos por el mal hábito de asumir como verdad algo que desconocemos a cabalidad.
En mi labor como pastor aprendí que muchas heridas son consecuencia de asumir lo peor del otro sin pruebas y sin conocer bien las circunstancias. Dicho esto, deseo responder a la pregunta: ¿Qué es dar el beneficio de la duda?
El beneficio de la duda es como un puente
Este beneficio lo podemos representar como el puente que me lleva al otro lado, en donde está la persona a la que busco conocer y entender. Dar el beneficio de la duda consiste en romper intencionalmente la distancia para evitar asumir como verdaderos aquellos comportamientos o palabras que no representan la realidad. Por el contrario, lo que busco es escuchar los motivos propios de la persona implicada para entender por qué hizo lo que hizo.
En los conflictos, lo más importante es no tener los ojos en el problema o en la otra persona, sino tener primero los ojos puestos en Cristo
Cruzar ese puente te ayudará a evitar conclusiones erróneas sobre una persona. Estamos hablando de la disciplina personal que nos obliga a acercarnos a otra persona buscando lo mejor de ella, pero sin minimizar la situación. Es mirar con ojos de gracia al otro, pero no desde la distancia, sino desde la cercanía con la que Jesucristo también nos observa a nosotros.
Cuando decido no acercarme ni dar el beneficio de la duda, es probable que llegue a conclusiones que destruyen la relación y, más aún, la reputación de la otra persona.
Las consecuencias de no caminar por el puente
Lo más importante es no tener los ojos en el problema o en la otra persona, sino tener primero los ojos puestos en Cristo. Busca considerar cómo el Señor nos mira con un propósito amoroso de edificación y no de destrucción. Así también nosotros debemos acercarnos al otro para conversar, edificar y clarificar las conclusiones erróneas, y así evitar condenar y destruir.
La Biblia presenta varios casos en los que se condenó en lugar de cruzar el “puente” del beneficio de la duda. Uno de ellos sucedió en tiempos de Josué. Es una historia que relata cómo Israel estaba a punto de subir a pelear contra sus propios hermanos, “los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés”, porque asumieron lo peor sin dar el beneficio de la duda (Jos 22:10-34).
Dar el beneficio de la duda no es ignorar el pecado de alguien o evitar confrontarlo, sino que es darle la oportunidad de explicar y aclarar la situación
Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés edificaron un altar junto al río Jordán. Ellos se habían asentado al otro lado del Jordán, mientras que la tierra del lado opuesto era para el resto de las tribus de Israel. El problema se suscitó cuando el resto de Israel se enteró y malinterpretó la construcción del altar que habían hecho sus hermanos (Jos 22:12, 15-16).
Lo malo fue que no se envió a Finees y a los líderes de Israel para informarse de lo sucedido, sino para condenarlos porque asumieron que Rubén, Gad y Manasés eran infieles y se habían rebelado contra Dios. Estas fueron acusaciones, según ellos, dignas para entrar en guerra contra sus mismos hermanos.
Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés se vieron en la necesidad de aclarar la situación a los enviados —que llegaron listos para la guerra— porque estos no les ofrecieron el beneficio de la duda. Qué diferente hubiese sido si Finees y los demás hubieran cruzado el “puente” para acercarse con un deseo genuino de pensar lo mejor de sus hermanos, aunque por el momento todo parecía decir lo contrario.
Pensar en lo mejor no es negar la pecaminosidad humana, sino evitar la emisión de juicios contra nuestros hermanos sin tener todas las evidencias porque, al final, nosotros también somos pecadores. Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés respondieron que Dios conocía lo que ellos hicieron y sus motivaciones (v. 21-23). Ese altar fue levantado para testificar de la bondad del Señor para con su pueblo a las futuras generaciones (v. 24-29). El gran problema no se presentó por la edificación del altar, sino porque Israel acusó a las otras tribus sin escucharlas y no consideró darles el beneficio de la duda.
Ahora bien, no quisiera dejar de resaltar la sabia reacción de Finees y los otros líderes a la respuesta de sus hermanos cuestionados. A ellos les pareció bien la respuesta y lo que habían hecho. Ellos dejaron de asumir lo peor porque se dispusieron a escuchar de cerca y con claridad los motivos reales de sus hermanos. Esto sucede cuando cruzamos el “puente” de forma práctica y se establece una conversación sana que le da luz a la situación y hay disposición a mantener la comunión en amor y verdad.
Cómo otorgar el beneficio de la duda
El proceso es el siguiente: No busco alejarme ante aquello que parezco asumir, sino que busco acercarme y clarificar mis dudas. Procuro evitar conclusiones equivocadas y decido hacer las preguntas necesarias en un espíritu de amor, paz y comunión en Cristo.
Nuestras relaciones serán diferentes cuando nos demos el beneficio de la duda antes de alejarnos, asumir lo peor o atacarnos
Volviendo a las preguntas del inicio, cuando uno otorga el beneficio de la duda, las preguntas no son condenatorias o conclusivas, sino que podrían ser así: ¿Será que puso esa cara porque estaba cansado? ¿Será que no me contó porque simplemente se le olvidó? ¿Será que no me preguntó en el momento que yo quería, pero lo iba hacer después? ¿Será que no estamos de acuerdo, pero no por una situación de pecado?
Estas preguntas, que resultan de otorgar el beneficio de la duda, son algunos ejemplos de preguntas que debemos hacernos para evitar conclusiones erradas. Como he dicho, dar el beneficio de la duda no es ignorar el pecado de alguien o evitar confrontarlo, sino que es darle la oportunidad de explicar y aclarar la situación. Porque lo más probable es que lleguemos a una conclusión equivocada cuando no hemos escuchado primero las razones de la otra persona.
Palabras finales
Nuestras relaciones serán diferentes cuando nos demos el beneficio de la duda antes de alejarnos, asumir lo peor o atacarnos. Nuestras relaciones serán edificadas cuando tomemos el tiempo de cruzar el “puente” y busquemos conocernos como hermanos en Cristo, preguntando, aclarando y corrigiéndonos mutuamente. Finalmente, ese será un testimonio radical de que vivimos en una nueva comunidad, donde Jesucristo nos libera para vivir en amor, paz y gozo, y donde Él es glorificado a través de nuestra conducta.