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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Dios salva pecadores: Una exposición bíblica a los 20 temas más importantes de la salvación (Poiema Publicaciones, 2016), por Oskar E. Arocha.

La santificación es el proceso espiritual de madurez que, gracias a la cruz, el Espíritu Santo aplica en nosotros por medio de la fe hasta que lleguemos a ser tan santos como Cristo. Pero ¿qué significa santidad? Es un término complejo porque es abstracto y en ocasiones no es explicado en su totalidad. A veces la santidad se define como la cualidad de ser separado o apartado. Pero ¿qué sentido tiene solo definir a Dios como alguien separado? Sencillo: no tiene sentido; no aplica a Él de esta manera. Hablaré de esto más adelante.

¿Entonces cómo aplica a nuestras obras? De manera incompleta, porque ¿de qué sirve una acción de separación si no involucra al corazón (Mt 15:8; Is 29:13)? El uso bíblico de la palabra incluye la separación del pecado, pero exclusivamente como efecto o resultado de la santidad, y no como causa o razón de ella (1 Ts 4:3-7).

La santidad, en su significado más básico, no es separación, sino más bien lo contrario: es ser consagrado a devoto a Dios. En cuanto a Dios esto significa que Dios es Dios, que Él es único y no hay otro como Él y que Él es completamente devoto a Su gloria (Éx 3:14; 1 S 2:2; Is 40:25). En Cristo, si hemos de conocer, agradar y ver a Dios, debemos previamente ser santificados (He 12:14). Esa santidad es lograda en la cruz donde Cristo nos santificó, nos consagró para Dios (1 Co 1:2).

Nosotros crecemos en santidad cuanto más en nuestras vidas honramos y reconocemos la supremacía de Dios, acercándonos con una actitud de total rendición para encontrar plena satisfacción en Él. En la santificación somos cada vez más alineados en nuestros sentimientos y pensamientos a la realidad del infinito valor de Dios.

La santificación en la Biblia

En cuanto a la presentación de la santificación en el texto bíblico, la santificación del creyente es posicional, progresiva y final.

La santificación posicional

La santificación es considerada posicional en esos textos que determinan la santificación como una acción ya completada. Los creyentes ya «han sido santificados en Cristo Jesús» (1 Co 1:2; 6:11; He 10:10). Esto es, que habiendo sido justificados en Cristo, el Padre nos recibe y califica tal como comúnmente los creyentes eran llamados por el apóstol Pablo: «santos» (Fil 1:1; Col 1:2; Ro 1:7).

La santificación progresiva

La santificación progresiva tiene sus raíces en la posicional, esto es, que aquella realidad espiritual ya lograda en la cruz se va manifestando progresivamente en los hijos de Dios (He 12:10). Aquellos una vez santificados ante Dios, crecerán en santidad en el transcurso de sus vidas hasta el día que estén con Cristo.

Por eso señaló el apóstol: «El mismo Dios de paz los santifique por completo» (1Ts 5:23). «El que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil 1:6). Jesús oró: «Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad» (Jn 17:17). En ese sentido, la mayor parte de las ordenanzas de la vida del creyente son dadas a favor de su crecimiento y madurez. Dios les dice que le den muerte al pecado por medio del Espíritu (Ro 8:12-14) y que se purifiquen más y más con la esperanza puesta en Cristo (1 Jn 3:3; 1 Ts 4:1).

La santificación final

Esta enseña que seremos íntegramente santificados en cuerpo y alma en el día postrero, en la resurrección final. Pero también, al concluir esta vida, enseña que seremos unidos en espíritu «a los espíritus de los justos hechos ya perfectos» (He 12:23). Para el creyente, «estar ausentes del cuerpo» significa «habitar con el Señor» (2 Co 5:2-8).

La santificación como una evidencia

Nuestra santificación fue planificada por Dios desde antes de la fundación del mundo (Ef 1:3-4), fue el objetivo alcanzado por el Hijo (Tit 2:14; Ef 5:25-26) y es aplicada por el Espíritu Santo en la vida del creyente (1 P 1:2; Ro 8:13). El Dios trino ha garantizado que seremos santos como Él es santo, pero mientras tanto en esta vida no hay perfección.

La santificación es un proceso. Es como la luz de la aurora que va en aumento (Pr 4:18). La idea bíblica de este proceso es como una semilla que inicia una expansión, crece y da frutos. O un leal soldado que está luchando a muerte contra el enemigo (He 12:4; 1Ti 6:12). O uno que en su mente está deleitándose en Dios y dando muerte al pecado (Ro 8:5-8, 12-14), no adaptándose a este mundo, sino transformando y renovando su mente por medio de la adoración (Ro 12:2). O uno que está desechando la basura y limpiándose de la corrupción (Col 3:5, 8; 2Co 7:1). O un recién nacido que va creciendo en tamaño y madurando gracias a los alimentos que come (1P 2:1-2).

La santificación evidencia que somos de Cristo y que el Espíritu Santo está obrando en nuestras vidas. Todo el que está sin Cristo se deja llevar por la corriente de este mundo. Se puede ver en sus prioridades y convicciones: vive sin Dios, sin rumbo y sin esperanza (Ef 2:1-3, 11-12; 1Jn 2:15). Pero el que está en Cristo es una nueva creación, una luz que acaba de nacer que va expulsando las tinieblas. Ese abandono de lo viejo y esa búsqueda de lo nuevo en un creciente amor por Cristo es la evidencia más clara, contundente y esperanzadora de que el Espíritu mora en nuestras vidas y de que somos hijos de Dios. Por tanto, ¡somos herederos de la gloria divina juntamente con Cristo! (Ro 8:13-17).

Los medios: creciendo en santidad

¿Cómo podemos crecer en santidad? Así como un niño se alimenta y crece, así también el creyente se alimenta y madura. La gracia de Dios es el alimento del creyente y Dios ha dejado medios para alimentarnos de esa gracia. A eso se refería el apóstol Pablo cuando encomendó a los hermanos en Mileto con «la palabra de Su gracia, que es poderosa para edificarlos a ustedes» (Hch 20:32).

Los medios de gracia son instrumentos que Dios ha dejado para que los creyentes se apropien de la gracia o situaciones específicas en las que Dios ha prometido dar esa divina gracia que está disponible para ellos en todo momento. A continuación detallo algunos de estos medios, no sin antes señalar que los tales no son un simple ejercicio externo o de la fuerza de voluntad, sino que nos conectan a la gracia con la que son ejecutados por medio de la fe en el evangelio de Cristo:


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