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Después de haber acortado mi viaje fuera del país a causa del COVID-19, le mandé un mensaje de texto a un amigo para saber cómo estaba. Por el contenido de su respuesta supe que él piensa que la pandemia actual es una conspiración secreta para crear un nuevo orden mundial.

A decir verdad, la creencia de mi amigo es común para millones de personas que se informan por medios, incluso cristianos, repletos de teorías de conspiración que provocan ansiedad. Karen Douglas, una profesora de psicología social, explicó las razones de este comportamiento:

“Las personas son atraídas por las conspiraciones porque prometen satisfacer ciertos motivos psicológicos, entre ellos, ‘el dominio de los hechos’. Sin embargo, en lugar de disminuir la incertidumbre, los estudios sugieren que las teorías de conspiración en realidad la aumentan”.

Los creyentes no estamos exentos de sufrir esta clase de atracción y ser víctimas de la desinformación y sus consecuencias. Entonces, ¿cómo afrontamos bíblicamente la ansiedad que viene por las teorías de conspiración?

1) Aceptemos nuestra limitación

Necesitamos aceptar que no lo sabemos todo. Cristo mismo tuvo que lidiar con teorías de conspiración sobre su regreso, pero instruyó a sus discípulos de manera contundente: “no los sigan” (Lc. 17:22-23). Aún así, los discípulos no estuvieron libres de tener sus propias teorías. Cuando especularon sobre la futura restauración del reino de Israel, según Hechos 1:7 Jesús les respondió: “… No les corresponde a ustedes saber los tiempos ni las épocas que el Padre ha fijado con su propia autoridad”.

Jesús no respondió a la curiosidad de sus discípulos, sino que les dijo una gran verdad: “a ustedes no les corresponde saberlo”. Entender que no podemos saberlo todo puede instruirnos para manejar adecuadamente nuestros deseos de dominio de los hechos.

Cristo tuvo que lidiar con teorías de conspiración sobre su regreso, pero instruyó a sus discípulos de una manera contundente: ‘no los sigan’

El escritor de Eclesiastés tuvo el tiempo, los medios, y el intelecto para descubrir todo el sistema que maneja el universo. Sin embargo, dijo: “y vi toda la obra de Dios, decidí que el hombre no puede descubrir la obra que se ha hecho bajo el sol. Aunque el hombre busque con afán, no la descubrirá; y aunque el sabio diga que la conoce, no puede descubrirla” (Ec. 8:17).

¿Será verdad que el COVID-19 es una conspiración para reducir la población mundial? ¿Se trata de un arma biológica contra China o un plan oculto para controlar el mundo? ¿Será que este es el inicio de la Gran Tribulación? No lo sabemos. Por esta razón, la solución no es seguir indagando, especulando, fomentando ansiedad, y añadiendo confusión a una situación ya incierta. Debemos aceptar nuestras limitaciones de no poder entenderlo todo y estar conformes con esa realidad.

2) Temamos a Dios y no al ser humano

Karen Douglas también señaló que aunque la gente busca explicaciones conspirativas para “obtener una sensación de poder y confianza”, en última instancia, “se sienten peor”. La razón es porque muchas de esas teorías están destinadas a alimentar “su miedo”.

Ante una situación como esta Cristo les advirtió a sus discípulos que serían como “ovejas en medio de lobos”, injustamente entregados a tribunales, perseguidos por familiares, y odiados por causa de Su nombre. Pero, según Mateo 10:26, Él les mandó no tener miedo con estas palabras: “Así que no les teman, porque nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse”. Más bien, Cristo les encomendó temer a Dios (Mt. 10.28).

Si bien es cierto que existen planes ocultos para manipular el mundo, confía que no quedarán ocultos para siempre (Sal. 33:13; Ec. 3:17; Heb. 4:13). Mejor es temer al Dios todopoderoso que a las circunstancias y aquellas personas que solo pueden destruir el cuerpo.

Dios llama a su pueblo a temer solo a Él (Is. 8:13). El temor humano puede incrementarse en tiempos de crisis. Las malas noticias, la tasa de mortalidad, y sufrir los síntomas del virus puede llevarnos al borde de la desesperación. Pero el temor de Dios nos libera del temor humano (Sal. 112:7).

3) Ocupemos la mente y el corazón con lo revelado

En su último discurso, Moisés reitera la naturaleza de la relación entre Dios y el pueblo de Israel, a fin de invitarlos a cumplir el pacto. Deuteronomio 29:29 dice: “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, pero las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley”.

Las cosas secretas le pertenecen a Dios. Él es quien decide a quién revelárselas y a quién no (Sal. 25:14). En el caso del pueblo de Israel, Dios reveló su ley, pero a la Iglesia le reveló su evangelio. Sobre esto Pablo dice que el evangelio fue “mantenido en secreto durante siglos”, pero ahora “se ha dado a conocer a todas las naciones para guiarlas a la obediencia de la fe” (Ro. 16:25-26).

El evangelio es la revelación dada a la Iglesia. Por lo tanto, debemos ocupar nuestra mente y corazón con las promesas del evangelio que, como señaló Clemente de Roma, trae “el descanso del reino venidero y la vida eterna” (2 Clemente 5:5; 2 P. 1:4; 3:13).

El evangelio es la revelación dada a la Iglesia. Por lo tanto, debemos ocupar nuestra mente y corazón con las promesas del evangelio

Además de ocuparnos con las promesas del evangelio debemos, sobre todo, ocuparnos con Jesucristo. En Cristo el creyente experimenta “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”, y que guarda su mente y corazón (Fil. 4:7). A los colosenses Pablo les dijo que cuando están “arraigados y sobreedificados” en Cristo permanecen firmes en contra de los engaños (Col. 2:4-8).

Pablo encomienda al creyente a llevar cautivas las falsas teorías “a la obediencia de Cristo”, y así lograr destruir “especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios” (1 Co. 10:5).

Conclusión

Debido a sus limitaciones, al ser humano no le corresponde saberlo todo. Cuando sientes temor o incertidumbre por lo desconocido, recuerda que a Dios nada se le escapa. Dios es más poderoso que tus circunstancias y capaz de cambiar el rumbo de tu vida. Teme a Dios y no a los hombres.

Evita las conspiraciones secretas que solo fomentan ansiedad y desesperación. Mejor ocupa tu mente y tu corazón con las promesas del evangelio y la persona de nuestro Señor Jesucristo, donde hallarás paz y fuerza para combatir la ansiedad.

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