Este es un fragmento adaptado del libro Gracia sin límites (Poiema, 2020), por Bryan Chapell.
Si la gracia no anula los mandatos de Dios, ¿cómo afecta la forma en que los enseñamos? ¿Realmente podemos insistir en la obediencia a las leyes de Dios sin volvernos legalistas y decir indirectamente que Su amor depende de nuestro comportamiento?
Estas preguntas se reducen a la forma en que entendemos el propósito de los mandatos de Dios. ¿Nos los da Dios para que podamos experimentar el amor que Él nos ofrece gratuitamente o para que podamos ganarnos Su amor?
Ya que para Él nuestras mejores obras son como “trapos de inmundicia” (Is 64:6), sabemos que ganarnos el afecto divino siempre será imposible para nosotros. Esto significa que Dios nos ha dado Su ley para que experimentemos, no para que nos ganemos, Su bondad en nuestras vidas. Esta meta nos recuerda que debemos mantener Su gracia en el fundamento de toda instrucción bíblica.
Ten cuidado con los “seres” mortales
Las explicaciones cristianas de la Biblia no deberían ser simples instrucciones que nos animen a ser como algún héroe bíblico. Parece que la Biblia está decidida a empañar la reputación de casi todos sus héroes, y eso es para que reconozcamos que solo hay un verdadero héroe. Su nombre es Jesús. Reconocer Su naturaleza única debería ayudarnos a evitar los mensajes que parecen instrucción bíblica pero que en realidad son fatales para el espíritu cristiano. Yo le llamo a este tipo de mensajes los “seres” mortales.
Dios nos ha dado Su ley para que experimentemos, no para que nos ganemos, Su bondad en nuestras vidas
Te cuidado con la frase “ser como…”
Los mensajes en los que toda la instrucción se basa en “ser como” este o aquel personaje bíblico fallan porque, por lo general, la historia completa de cualquier personaje revela defectos espantosos. Los patriarcas mintieron y conspiraron, los jueces fueron crueles y cobardes, los reyes codiciaron y cedieron ante presiones pecaminosas, los profetas se quejaron y huyeron, y los apóstoles traicionaron y también huyeron. Por supuesto, sus fracasos no son toda la historia, pero su rectitud tampoco lo es. Todos necesitaron grandes dosis de gracia para cumplir con los propósitos de Dios para sus vidas.
Considera siempre enseñar toda la verdad
Debemos aprender de las características ejemplares de los héroes bíblicos e imitarlas, pero no debemos ignorar su humanidad. Si hablamos solo de lo bueno y le decimos a las personas: “Deberían ser así”, acortamos el mensaje bíblico y confundimos a nuestros oyentes. Lo bueno sucedió porque Dios bendijo más allá del esfuerzo y los logros humanos.
Aunque Dios nos enseña sobre el buen comportamiento y los caminos de bendición por medio de la vida de personajes bíblicos, también nos enseña que como criaturas humanas necesitamos la ayuda divina para vivir de esa manera. Allí es donde entra la gracia. Enseñar a la gente a simplemente imitar algún rasgo bueno de un personaje bíblico no está mal en sí mismo, pero está mal por sí solo.
Jesús nos ama no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno
Tal instrucción implica que la aprobación de Dios y nuestra rectitud se tratan simplemente de tener suficiente sabiduría y fuerza de voluntad. Ese definitivamente no es el mensaje de la Biblia, la cual presenta continuamente la naturaleza caída de la humanidad.
¿Hay algo malo en buscar “ser buenos”?
Los mensajes que nos llaman a “ser como” alguien son muy parecidos a los mensajes que nos llaman a “ser buenos”. Ahora, ¿cómo es posible que haya algo malo en pedir a las personas que se porten bien? ¡Ciertamente no queremos decirles que se porten mal! De hecho, no hay nada malo con los mensajes que llaman a los oyentes a “ser buenos”, a menos que eso sea lo único que les digamos.
Evita el veneno espiritual. Es evidente que en la Biblia hay muchos mensajes llamándonos a “ser buenos”. Los mandatos, los ejemplos y la insistencia en que cuidemos de los demás nos dirigen constantemente a vivir una vida santa. Dios incluso dice: “Manténganse santos, porque Yo soy santo” (Lv 11:44). Pero este es el problema. La santidad es el resultado de la pureza absoluta. Una persona santa no tiene absolutamente ninguna falla ni defecto, nunca.
¿Cómo podríamos ser santos sin la provisión de Dios? Él también nos dice: “No hay un solo justo, ni siquiera uno” (Ro 3:10). Por lo tanto, si Él no nos habilita para ser santos, nunca acumularemos las buenas obras necesarias para ser lo suficientemente buenos ante un Dios santo. Muchos maestros bienintencionados de escuela dominical han tratado de animar a las personas a que se porten bien de esta manera: “María, si te portas bien, Jesús te amará”. Dicen estas palabras con cariño y dulzura, pero son un veneno espiritual. Jesús nos ama no porque seamos buenos, sino porque Él es bueno. Enseñarle a un niño que el amor de Dios depende de nuestra bondad es perjudicial para su alma.
A diferencia de las demás religiones, el cristianismo no enseña que algún nivel de bondad, esfuerzo o trascendencia mental nos hará capaces de alcanzar el cielo
Acepta la distinción cristiana. El cristianismo es distinto. A diferencia de todas las demás religiones del mundo, el cristianismo no enseña que algún nivel de bondad, esfuerzo o trascendencia mental nos hará capaces de alcanzar el cielo. Tan altos como están los cielos de la tierra, así de lejos están los estándares santos de Dios de nosotros (1S 2:2; Is 6:1-3). Para unirnos a Él, Él debe extender Su mano hacia nosotros, lo cual hizo por medio de la persona y la obra de Jesús. Enseñar que nuestra bondad nos acercará a Dios sin mencionar Su gracia no es meramente subcristiano (decir menos de lo que se debe decir); más bien, es anticristiano (enseñar algo que va en contra de la fe cristiana).
Evita promover el orgullo y la desesperación
Enseñar a las personas a imitar a algún personaje noble de la Biblia sin enseñarles a depender de la gracia que necesitaba dicho personaje para ser noble solo crea orgullo (en los que piensan que pueden) y desesperación (en los que saben que no pueden). Si quieres poner a prueba esa conclusión, pregunta a las personas lo que piensan sobre su responsabilidad de “ser como Jesús”. Ten cuidado con aquellos que creen que pueden hacerlo y muéstrale gracia a aquellos que saben que no pueden. Dios nos da el ejemplo de Su Hijo para que moldeemos nuestros caminos de acuerdo con Su corazón, pero sin olvidar lo mucho que necesitamos Su gracia para hacerlo.
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