En este artículo y en otro próximo estaremos viendo cómo leer las epístolas o cartas que forman parte del Nuevo Testamento. El género literario de la “epístola” corresponde a una forma de expresión que está relacionada al contenido de lo escrito, así como a la estructura de lo que se escribió. En ese sentido, las cartas del Nuevo Testamento guardan un parecido significativo con las cartas del mundo grecorromano de aquel entonces, y aún con las cartas que escribimos hoy en día. Esto es particularmente cierto con las cartas que enviamos por correo electrónico, que tienen claramente visibles, desde el inicio de la comunicación, la identificación de la persona que la envía y de la persona a quien va dirigida.
Estas epístolas han sido divididas en dos grandes grupos:
Las epístolas paulinas. Estas son Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito y Filemón.
Trece en total. Ningún otro autor fue tan prolífero como el apóstol Pablo en cuanto a cantidad de libros (Lucas escribió más palabras totales). A la hora de hablar de la teología paulina, necesitamos entender que no es suficiente leer, por ejemplo, la carta a los Romanos (su gran epístola teológica), sino que necesitamos extraer dicha teología después de leer todas y cada una de sus cartas.[1] Sus escritos podían estar dirigidos a Timoteo, por ejemplo, pero a la vez, estos iban repletos de verdades teológicas e implicaciones prácticas para el creyente.
Estas epístolas paulinas se clasifican en dos grupos:
- Las epístolas escritas a iglesias (9): Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses.
- Las epístolas escritas a individuos (4): Tito, 1 y 2 Timoteo (epístolas pastorales), y Filemón.
Las epístolas generales. Estas son Hebreos, 1 y 2 Pedro, 1–3 Juan, Santiago y Judas. En vista de que hablaremos de estas epístolas en un siguiente artículo, mucho de lo que diré en esta sección también aplica al otro grupo de cartas, las epístolas conocidas como generales. En este artículos estudiaremos las cartas del apóstol Pablo, y por tanto usaré como ilustración porciones de las cartas que escribió.
Estructura de las epístolas paulinas
La estructura de las epístolas del Nuevo Testamento y, en especial, la estructura de las epístolas paulinas, era similar (no igual) a la de las cartas del primer siglo, como ha podido observarse en algunas de las cartas que han sobrevivido hasta nuestros días. Si tomamos en consideración 1 Corintios, podemos observar la siguiente estructura:
- La apertura:
- La identificación del autor (1:1)
- Destinatarios (1:2)
- Saludo (1:3)
- Oración, deseo, agradecimiento (1:4-9)
- Cuerpo de la carta (1:10–16:8)
- Saludos y despedida final (16:19-24)
Algunos eruditos piensan que la sección de agradecimiento (1:4-9) representa una innovación del apóstol Pablo en cuanto a la estructura de las cartas. Lo mismo puede decirse con relación a la sección de exhortaciones. Por ejemplo, en la división de la estructura que aparece arriba, verás una división que dice: Cuerpo de la carta (1:10 – 16:8). Algunos prefieren dividir esta sección de la siguiente manera:
- Cuerpo de la carta (1:10–4:21).
- Exhortaciones (5:1–16:12).
Dado lo dicho anteriormente, el teólogo Sidney Greidanus afirma que “Pablo modificó la forma básica de las cartas al agregar dos partes nuevas. Después de la introducción, él generalmente agrega una sección de agradecimiento, y después del cuerpo de la carta solía agregar una sección de exhortaciones”.[2]
Pablo escribió sus cartas para abordar problemas específicos que ocurrían en las iglesias, no son tratados formales de teología
Como era de esperar, esta estructura tenía sus variantes según la razón de la carta enviada. De ahí la importancia de prestar atención a los detalles de las cartas, porque la ausencia de la estructura típica de una epístola pudiera proveer información importante. Muchos han observado que la carta enviada por Pablo a los gálatas carece del típico agradecimiento que se ve en el resto de sus cartas. Se piensa que debido a que los gálatas habían comenzado a negar el evangelio (Gál. 1), resaltando nuevamente la importancia de las obras de la ley, Pablo obvió su típica nota de agradecimiento al inicio de sus cartas y pasó a confrontar a la congregación de manera inmediata.
El uso de las epístolas paulinas
Pablo escribió sus cartas para abordar problemas específicos que ocurrían en las iglesias, y por eso se deben leer de esa manera, en lugar de verlas como tratados formales de teología.[3]
Las epístolas del primer siglo proveían información, corrección, y enseñanzas teológicas y prácticas
Debido a la ausencia de medios de transporte rápido, estas misivas muchas veces tomaban el lugar de un sermón, en ausencia del “predicador”, ya que aparentemente eran leídas al conjunto de personas que formaban parte de una iglesia. Esto parece haber sido cierto aun de cartas que consideramos personales, como es el caso de la carta a Filemón. Nota cómo en los dos primeros versículos de la carta a Filemón es evidente que fue redactada para que fuera leída ante toda la iglesia:
“Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo, al amado Filemón, colaborador nuestro, y a la amada hermana Apia, y a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa…” (énfasis agregado).
Puedes observar lo mismo en Colosenses 4:16 y 1 Tesalonicenses 5:27, donde se entiende que era costumbre leer estas cartas a toda la iglesia a la cual iba dirigida la carta, e incluso a otras iglesias.
Aprovechemos este mismo texto de la carta a Filemón para señalar cómo desde el inicio sabemos quién era el remitente de la carta (“Pablo, prisionero de Jesucristo, y el hermano Timoteo”), y al mismo tiempo quién era el destinatario o la audiencia a quien se dirigía la epístola (“al amado Filemón, colaborador nuestro, y a la amada hermana Apia, y a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa”). Con toda probabilidad, Timoteo sirvió como una especie de secretario para Pablo en la redacción de esta carta, lo cual era muy común en el primer siglo.
Las epístolas del primer siglo servían para nutrir la relación entre el autor de la carta y las iglesias plantadas
Quizás hayas leído una carta dirigida al presidente de una nación, o al presidente del senado, publicada en un diario de circulación nacional. Es obvio que la carta tiene un destinatario personal (el presidente), pero al mismo tiempo es igualmente claro que la carta tiene la intención de informar a una audiencia más amplia. Las epístolas del primer siglo proveían información, corrección, y enseñanzas teológicas y prácticas. Pero además servían para nutrir la relación entre el autor de la carta y las iglesias plantadas.
Cómo leer estas epístolas
Debido a su naturaleza, el mejor beneficio de las cartas se obtiene al leerlas como un todo, y especialmente si nos ocupamos de leerla de principio a fin, sin interrupción, como se leyeron las cartas a las iglesias en el inicio. “Nada puede servir como sustituto a este ejercicio”, dicen Fee y Stuart.[4] Esto permite ver con mejor claridad la intención del remitente y los tópicos cubiertos. Además, de esa manera las porciones de las epístolas podrán ser vistas en relación con el todo.
Y eso es cierto cuando leemos una carta hoy en día. Por ejemplo, si leemos 1 Corintios por completo, inmediatamente nos percatamos de que Pablo había recibido una carta previa de parte de la iglesia, y que 1 Corintios representa sus respuestas a preguntas específicas:
“En cuanto a las cosas de que me escribisteis…” (1 Co. 7:1).
“En cuanto a las vírgenes…” (1Co. 7:25).
“En cuanto a lo sacrificado a los ídolos…” (1 Co. 8:1).
“En cuanto a la ofrenda para los santos…” (1 Co. 16:1).
Algo más que aprendemos al leer 1 Corintios en su totalidad es que en realidad esta era la segunda carta que Pablo escribía a dicha iglesia. Por alguna razón, en la soberanía de Dios, la primera carta enviada no sobrevivió en el tiempo. Afirmo esto por lo que dice 1 Corintios 5:9: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios…”. Claramente podrás percatarte de que hubo una carta enviada de parte de Pablo a la iglesia de Corinto que precedió a la que hoy conocemos como 1 Corintios. Esto aporta evidencia acerca del beneficio que tiene leer el cuerpo entero de una epístola.
Debido a su naturaleza, el mejor beneficio de las cartas se obtiene al leerlas como un todo
Como ya mencioné, al leer toda la carta de 1 Corintios podemos apreciar la variedad de los temas cubiertos, y la variedad de las preguntas que Pablo estaba tratando de responder: división (caps. 1–3); inmoralidad sexual (cap. 5); litigios legales (cap. 6); problemas en el matrimonio (cap. 7); la libertad cristiana (cap. 8); la idolatría (cap. 9); orden en el servicio de adoración (cap. 11); dones espirituales (caps. 12–14); la resurrección (cap. 15); consideraciones finales (cap. 16).
Si además de tomar en cuentas estas observaciones, nos tomamos el tiempo de leer cada carta más de una vez, y de leer más de una traducción de la Biblia, entonces hemos agregado otro ingrediente que nos permitirá tener una mayor comprensión de estos documentos sin necesidad de ser un erudito.
Contexto
Mientras más familiarizado estés con el contexto histórico y cultural del remitente y del destinatario de la carta, mucho mejor será tu comprensión de lo escrito. Por eso, conocer el contexto de la carta es vital. Algunas herramientas que te pueden ayudar para conocer el contexto histórico y cultural antes de leer la carta incluyen: un diccionario bíblico o enciclopedia bíblica, uno o más de un comentario, y una buena Biblia de estudio.
Continuando con 1 Corintios como ilustración, Corinto fue una ciudad griega altamente comercial porque estaba situada en una localización estratégica. Grecia está dividida en dos partes: norte y sur, unidas por un istmo estrecho. Corinto estaba localizada y está aún en esa parte estrecha que conecta el sur y el norte. Toda mercancía que iba para el norte o para el sur tenía que pasar por allí. La ciudad tenía dos puertos de mar: uno al este y otro al oeste.
La Corinto de entonces ha sido descrita como una ciudad comercial, cosmopolita, inmoral, pagana (el templo a la diosa Diana estaba allí), y orgullosa. En pocas palabras, una ciudad capaz de intimidar a cualquiera. Quizás esa es una de las razones por las que Pablo dice en 1 Corintios 2:3: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor”. Al conocer esto, quizás podamos establecer alguna relación entre esa realidad y la introducción a la carta. Veamos:
“… a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (v. 2).
Tan temprano como el versículo 2, hay una alusión a nuestro llamado a la santificación. Por eso, algunos eruditos piensan que las introducciones de las cartas de Pablo frecuentemente guardan relación con el tema que él se proponía tratar en la carta.
Estilo literario de las cartas de Pablo
Pablo se distinguió por escribir cartas con una sintaxis[5] compleja en muchos casos. Una sola ilustración basta: el texto de Efesios 1:3-14 es una sola oración en el griego. Ese párrafo tiene una forma de argumentar peculiar de Pablo, que a menudo tiene incidencia en la manera como sigue el argumento en el próximo capítulo.[6]
Este artículo no será suficiente para describir todo lo que se puede decir acerca de cómo leer las cartas de Pablo, pero antes de concluir, quiero hacer mención de dos formas de expresión (estructuras retóricas) muy típicas de las cartas de Pablo. En este caso usaré como ilustración 2 Corintios.
La repetición. Pablo utilizó este recurso como una manera de enfatizar la importancia de ciertos conceptos al escribir sobre una situación en particular. Aquí algunos ejemplos:
- Las palabras afligir, aflicción y sufrir aparecen 15 veces en esta carta, siete de las cuales aparecen en el capítulo 1.
- Las palabras debilidad o ser débil aparecen unas 12 veces.
- Las palabras consolar o consolación aparecen 27 veces; nueve de las cuales aparecen en el capítulo 1.
- La palabra perdonar aparece 5 veces.
- La palabra gloria aparece 19 veces.
- La palabra gracia aparece 18 veces.
- Las palabras sufrir o sufrimiento aparecen unas 18 veces, ocho de las cuales aparecen en el capítulo 2.[7]
La diatriba. Fue una forma de enseñanza que surgió, según algunos, en el aula de clase. El profesor, y en el caso de las cartas, el autor, anticipa una posible objeción a su argumento, y coloca la objeción o preguntas en palabras del estudiante, e inmediatamente después responde a dicha pregunta u objeción.[8] Como ejemplo, mira Romanos 6:1-2, donde Pablo hace uso de esta forma de expresión múltiples veces, y lo hace de una forma muy efectiva:
“¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”.
Conclusión
Hay otras estructuras retóricas que Pablo usa, pero dada la naturaleza de este artículo, creo que estos dos ejemplos sirven para ilustrar algunas peculiaridades de las epístolas del apóstol Pablo. Deseamos que esta breve descripción provista aquí pueda ayudar al estudiante de la Biblia a entender mejor las epístolas de este gran apóstol del Señor Jesucristo.
[1] Thomas R. Schreiner, Interpreting the Pauline Epistles [Interpretar las epístolas paulinas] (Grand Rapids: Baker Academic, 1990), 15.
[2] Sidney Greidanus, The Modern Preacher and the Ancient Text [El predicador moderno y el texto antiguo] (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1988), 315. Traducción del autor.
[3] Gordon Fee y Douglas Stuart, How To Read The Bible For What All Its Worth [Cómo leer la Biblia por todo su valor] (Grand Rapids: Zondervan, 2003), 58.
[4] Ibid., 60.
[5] Sintaxis: “Parte de la gramática que estudia el modo en que se combinan las palabras y los grupos que estas forman para expresar significados, así como las relaciones que se establecen entre todas esas unidades” (Diccionario de la Real Academia Española).
[6] Schreiner, Interpreting the Pauline Epistles, 14-15.
[7] Norman Geisler, A Popular Survey of the New Testament [Un resumen popular del Nuevo Testamento] (Grand Rapids: Baker Books, 2007), 178.
[8] Ibid., 36-37.