¿Cómo puedo estar seguro, en el siglo 21, de que los libros de la Biblia son la Palabra de Dios? Podemos contestar esta pregunta considerando tres tipos de evidencia: la historia de los orígenes de los documentos bíblicos y de su época, la recepción de estos libros en la comunidad de fe, y las características intrínsecas de la misma Biblia.
Evidencias de que la Biblia es la Palabra de Dios
En primer lugar, la investigación histórica nos ayuda a estar seguros de la fiabilidad de la Biblia. Por un lado, conocer sus orígenes apostólicos nos ayuda a confiar en los libros del Nuevo Testamento (NT). Que hayan sido escritos por personas encargadas de preservar las enseñanzas de Jesús (o personas cercanas a ellas) los hace más creíbles. Por otro lado, la evidencia histórica extrabíblica, bien interpretada, coincide con diferentes partes del registro histórico tanto del Antiguo Testamento (AT) como del NT. Estas evidencias pueden servir como apoyo para nuestra confianza en la Biblia.
En segundo lugar, la amplia recepción de los libros bíblicos en el pueblo de Dios a lo largo de los siglos también es un testimonio acerca de su divinidad. En cuanto al AT, no hubo disputas acerca de su inspiración entre los judíos antes de Cristo. Por su parte, Jesús mismo y los apóstoles afirmaron su autoridad sin cuestión. En cuanto al NT, sus 27 libros destacaron en la iglesia primitiva por su uso en la liturgia y en el ministerio pastoral. No destacaron debido a alguna decisión centralizada acerca del canon, sino por su poder para transformar vidas. Así ha sido hasta hoy. Este hecho testifica acerca de su origen divino.
La Palabra de Dios es intrínsecamente perfecta, fiel, recta, y pura. No hay otro libro en el mundo con estas características
Pero hay un fundamento aún más firme para nuestra confianza en la Biblia. En tercer lugar, podemos confiar en la Escritura como la Palabra de Dios porque ella misma nos convence. ¿Cómo funciona esto? Calvino dijo que, en el fondo, nos convencemos de que las Escrituras vienen de Dios no por ningún testimonio externo, sino por reconocer sus propias cualidades divinas. Estas se perciben de forma inmediata, de la misma manera que “sabemos establecer la diferencia entre la luz y las tinieblas, lo blanco y lo negro, lo dulce y lo amargo” (Institución, 1.7.2). Cuando leemos la Biblia, percibimos sus marcadores de divinidad sin tener que pasar por ningún largo proceso de argumentación.
La Biblia es la perfecta Palabra de Dios
¿Cuáles son estos marcadores? El salmo 19 nos habla de algunos de ellos:
“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo. Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos” (v. 7-8, RV60).
La Palabra de Dios es intrínsecamente perfecta, fiel, recta, y pura. No hay otro libro en el mundo con estas características. También es poderosa para hacer lo que solo Dios hace, a saber: convertir, hacer sabio, y dar gozo y entendimiento. No son meras palabras humanas. La Biblia destaca entre todos los demás libros del mundo por sus cualidades intrínsecas como estas y, por medio de ellas, se autentifica a sí misma.
Por qué no todos creen que la Biblia es la Palabra de Dios
¿Si la Biblia lleva sus propias evidencias abordo, porque no todo el mundo la recibe por lo que es? Un ejemplo nos ayudará a entender la respuesta. Hace un tiempo, el violinista profesional Joshua Bell se puso a tocar en el metro de Washington D. C. (Estados Unidos), con un violín Stradivarius valorado en 3,5 millones de dólares. Después de 45 minutos tocando, no recibió ningún aplauso y había ganado solamente unos $32. ¿Por qué tuvo una recepción tan pobre? Porque la gente que pasaba delante de él no tenía oídos para oír. Con la Biblia pasa algo parecido. Muchos no tienen oídos para apreciar su mensaje. Necesitan ser capacitados para oír bien y así percibir su cualidad divina.
El Espíritu Santo nos capacidad para poder distinguir claramente la voz de nuestro Señor y responder correctamente
¿Quién afina nuestros oídos? Pablo dice en 1 Corintios 2:12 que “nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente”. El Espíritu Santo tiene que intervenir para que podamos apreciar la Biblia como debemos. Cuando lo hace, no añade información nueva. No hace falta que susurre “esta es mi Palabra” en nuestros oídos porque la Biblia ya lleva sus propias evidencias. En cambio, lo que hace el Espíritu es remover las barreras de incredulidad, quitando los tapones del pecado de nuestros oídos para que podamos distinguir claramente la voz de nuestro Señor y responder correctamente. Las ovejas de Jesús son las que escuchan bien la voz de su pastor por obra del Espíritu (Jn. 10:27).
Podemos confiar en la Biblia
Cuando dudamos de la Biblia, considerar los orígenes apostólicos del NT y su gran recepción en la iglesia a lo largo de los siglos nos ayuda. No obstante, la evidencia histórica sola no debe servir como el último fundamento de nuestra confianza. Si así fuera, la evidencia tendría más autoridad que la propia Biblia. Al final del día, lo mejor que podemos hacer es leerla. Sigamos leyendo y dejemos que el Espíritu refuerce nuestra fe, que nos vuelva a convencer por las cualidades intrínsecas de la Palabra que Él inspiró (2 Ti. 3:16; 2 Pe. 1:20-21).
De manera parecida, el favor más grande que podemos hacer por la gente no creyente es exponerles a las Escrituras mismas. Dios usa la argumentación histórica que presentamos en la apologética, pero es un apoyo secundario (Calvino, Institución, 1.8.13). Lo que más necesita el no creyente es oír la voz de su Creador en el mensaje del evangelio. Mientras compartimos las Escrituras con los no creyentes, oramos que el Espíritu les capacite para percibir lo fiable que es su Palabra. Cuando oigan la voz de Jesús con oídos bien afinados, no podrán hacer otra cosa que confiar en Él.