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«Mayordomía».

Esta palabra puede elevar el tono de varias conversaciones en algunos círculos cristianos. Pareciera que quien habla de ella tiene todo perfectamente administrado. Esto sucede aún más cuando enfocamos la idea al dinero, pues muchos sienten que la meta de ser un buen mayordomo de las finanzas fuera inalcanzable.

Sin embargo, la mayordomía está implicada en nuestra vida en la fe.

La mayordomía y la fe

Los cristianos no podemos escapar de la mayordomía —la idea bíblica de que nada nos pertenece en última instancia y que debemos administrar todo lo que Dios ha puesto en nuestras manos para Su gloria—, porque apunta a nuestra unión con Cristo. ¿Qué quiero decir? Que la mayordomía habla de la propiedad de Dios, la cual es administrada por nosotros que somos Su propiedad en Cristo. Así, la mayordomía no descansa en lo eficientes que podamos ser a la hora de administrar el dinero, sino en la fe. Una buena administración es consecuencia de la fe en Cristo, pues esta te lleva a una mayordomía con sabiduría, libertad y gozo.

Una buena administración es consecuencia de la fe en Cristo, pues te lleva a una mayordomía con libertad y gozo

Sin embargo, a veces separamos la mayordomía de la fe y, entonces, la sentimos inalcanzable y sin deleite. Al usar el dinero, simplemente no tenemos paz, no vemos los resultados que deseamos de la distribución financiera, administramos de tal manera que no tenemos gozo ni disfrutamos del fruto de nuestro esfuerzo, porque estamos pensando en cómo pudimos hacerlo mejor.

Por eso quiero insistir en esta idea: «Sin fe es imposible una buena mayordomía». Entonces, puestos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe (He 12:2), te invito a poner en práctica estos ocho consejos para ser un buen mayordomo del dinero.

1. Administra con temor del Señor, no con miedo a fallar.

Ser un buen mayordomo es algo que se aprende, no nacemos con ello. Si buscamos la sabiduría de Dios con humildad, Él nos enseñará (por medio de Su Palabra, Su iglesia y Su Espíritu) paso a paso. Así que no podemos esperar hacer todo bien en el primer intento.

Vemos un ejemplo de esto en José, quien aprendió el valor de temer —reverenciar con asombro— al Señor para administrar con sabiduría. Él no llegó a la casa de Potifar siendo un gran mayordomo, sino que con el tiempo Dios le dio la sabiduría y la práctica para ser excelente administrando (Gn 39:2), al punto que su amo le entregó todo lo que poseía (v. 8). José, por su temor a Dios, fue fiel en su mayordomía para con Dios y también para con Potifar (v. 9).

2. No pienses que el recurso administrado nunca terminará.

La vida tiene un carácter transitorio y todo aquello que Dios nos ha dado en esta tierra también tiene un periodo de caducidad. La salud terminará, un día el trabajo que desempeñamos terminará, el ministerio al que Dios nos llamó para servirle terminará (cp. 1 Co 13:10). Y claro, el dinero también se acabará, como todos bien sabemos.

Entender que aquello que administramos como mayordomos tiene una fecha de término nos ayuda a gestionar de manera eficiente y previsora. Así lo hizo José, quien por gracia y sabiduría divina aprovechó los mejores años para preparar a una nación para los años de escasez (Gn 41). Por tanto, administra el dinero que Dios te ha dado entendiendo el presente y preparándote para el futuro.

3. Sé un mayordomo dispuesto a los cambios.

Muchas veces nuestra administración puede revelar una mente ansiosa que quiere controlar todas las variables; nos encerramos en aquello que hemos planeado y no queremos tener una disposición a los cambios. Sin embargo, la Biblia dice: «La mente del hombre planea su camino / Pero el SEÑOR dirige sus pasos» (Pr 16:9).

La disposición a los cambios es una manera de crecer en la fe, sobre todo cuando administramos dinero. Recuerda que es imposible calcular todas las variantes, pero que cada cambio es una oportunidad para crecer en la fe y responder con sabiduría e inteligencia. Solo Dios sabe y gobierna el futuro. Así que cumple fielmente con administrar el dinero que Dios te ha dado hoy para solventar cada compromiso que pone en tu camino, confiando que el Señor tiene todo bajo control.

4. Prioriza ofrendar a tu iglesia local.

Pablo instruyó a los corintios: «Que el primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde según haya prosperado» (1 Co 16:2). Dar es la primera obra de un buen mayordomo, pues lo contrario pone en riesgo el desempeño piadoso de toda nuestra administración. Considero que ofrendar a la iglesia local —la cual también se preocupa por atender a otros en necesidad— es una forma de darle a Dios, y por lo mismo debe ser prioritario.

Alguien podría cuestionar: si todo es de Dios, ¿por qué darle parte de lo que es Suyo? A lo que respondería que es bueno pensar en esto: «la raíz de todos los males es el amor al dinero» (1 Ti 6:10). La mayordomía es administrar lo que es de Dios de acuerdo a la voluntad de Dios, mientras que el amor al dinero nos lleva a tomar lo que es de Él, desplazándole de Su lugar de honor en nuestra vida.

5. Da más, generosamente y con gozo.

La naturaleza de Dios es dar. Por eso te animo a imitar a Dios, apartando determinada cantidad para hacer obras de misericordia a alguien de la familia de la fe o a quienes estén sufriendo cerca de ti. Incluso puedes hacer un fondo de ahorro para usarlo en un momento que Dios te guíe para ayudar a otros.

Dar es la primera obra de un buen mayordomo, lo contrario pone en riesgo el desempeño piadoso de todo el proceso

Quisiera aclarar aquí que dar va más allá de nuestros diezmos y ofrendas, no se trata de reemplazar uno con el otro. Por el contrario, estoy hablando de dar más de aquello que apartamos para ofrendar en la iglesia local.

6. Sé un mayordomo que ahorra. 

Ahorrar es parte esencial de una buena administración. Con ello se trabaja en el presente con una buena disposición para lo desconocido del futuro. La Palabra enseña: «El dinero mal habido pronto se acaba; / quien ahorra, poco a poco se enriquece» (Pr 13:11 NVI). Ahorrar es bíblico y honra a Dios porque Él tiene un carácter previsor (cp. Pr 6:6-8; Is 46:10-11; Ef 1:15).

Comienza con un poco y sé fiel de dos maneras: cumple con el monto del ahorro y por el tiempo determinado del ahorro. Después, úsalo y disfruta del esfuerzo que alcanzaste con un corazón agradecido a Dios.

7. Planifica y prioriza.

Por más de veinte años, mes tras mes, mi esposa y yo tenemos una reunión financiera que busca ejercer una mayordomía de lo que Dios nos da. En ocasiones resulta fácil, pero en otras puedo decir que necesitamos más de dos días para encontrar cómo planificar y priorizar. Así que un consejo al respecto es: «No corras». Dios guía, pero tu carne empuja. No caigamos en el error de no buscar la dirección de Dios solo por sentirnos presionados a actuar pronto.

Es esencial que tengas un listado que te ayude a planificar y priorizar. No puedes poner como prioridad unas vacaciones, cuando necesitas pagar la vivienda del mes. Suena obvio, ¿verdad? Un modelo que ha ayudado mucho a mi familia es el siguiente esquema en forma de listados.

  • Básicos
    • Ofrendas y diezmos
    • Ahorro
    • Vivienda
    • Alimentos
  • Operativos
    • Pago de deudas o plan de pagos (Si aplica)
    • Dar a otros
    • Servicios (incluye pago de estudios para hijos)
  • Deseables
    • Compra de ropa
    • Fondo personal (Un monto determinado para comprar lo que cada uno desee)
    • Vacaciones

8. Aprende a vivir con lo disponible.

Después de los primeros pasos de dar y ahorrar, administra el dinero restante. Pablo dijo: «Sé lo que es vivir en la pobreza y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez» (Fil 4:12). Un mayordomo fiel aprende a vivir con lo disponible y, además, con contentamiento.

La mayordomía y el contentamiento son dos aspectos de la vida cristiana que debemos aprender a combinar. Si administras lo disponible con excelencia pero sin gozo, te vuelves un tirano, pues el gozo calibra el saber vivir en escasez y prosperidad. Así que mientras administras, pídele a Dios Su gozo, para que el foco de atención esté en Cristo y no en el temor a la escasez ni en la ambición de abundancia.

Persigue la fidelidad

En realidad, la lista de consejos puede ser mucho más larga, pero estos bastan para que nuestra mayordomía refleje sabiduría y temor del Señor. Recuerda que nadie nace con el entendimiento de una mayordomía óptima. Ser un buen mayordomo del dinero se aprende con el tiempo y con varios fracasos, lo cual no es negativo, sino una oportunidad para aprender y crecer en conocimiento y fe.

Recuerda que vivimos en un mundo caído, así que enfrenta tu realidad con la fe en Jesucristo. Sigue los pasos sin miedo, pero siendo constante y con tu mirada puesta en Cristo, pues el Señor siempre recompensa la fidelidad.

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