Tenía unos trece años la primera vez que preparé una lección para niños. Conforme pasó el tiempo, me convencí de que prepararlas no era difícil. Si pudiera resumirlo, diría que basta con saturarnos de las Escrituras y ser como niños.
Sin embargo, cuando veo hacia atrás, noto que mis primeras lecciones no fueron las más cristocéntricas y bíblicas. Para ayudarte a evitar algunos errores, déjame contarte los consejos que más me han servido en esta emocionante tarea.
1. Enfócate en las Escrituras: lee, estudia y expón
Lee para digerir. Quizás sea lo más sencillo y práctico que puedes hacer. Es súper útil leer detenidamente el pasaje del que queremos preparar nuestra lección: leerlo y seguir leyéndolo. Te animo a que lo hagas tantas veces como puedas y en tantas traducciones como tengas disponibles (hoy prácticamente todas son accesibles, por Internet y en aplicaciones móviles). Esto te ayudará a estar seguro de que comprendes el sentido de cada afirmación. Te animo a que, a medida que leas, medites en su mensaje. Pregúntate cómo el evangelio nos invita a responder. En resumen, digiere el pasaje.
Estudia teología bíblica. Tener una base de conocimiento sobre teología bíblica es una de las herramientas más valiosas que he aprendido para desarrollar lecciones bíblicas para niños. Esto nos ayuda a evitar simplemente preparar lecciones moralistas (de hecho, no sé si «lecciones» sea el mejor título para esta tarea, pero eso es tema para otro artículo). Las escuelas dominicales para niños han sido un semillero para el moralismo y, aun así, se suele subestimar el impacto de enseñar a los más pequeños.1 Tener un panorama general de cómo se desarrolla la historia bíblica, y cómo el clímax de cada parte y de cada tema es Cristo, ayuda a que cada pasaje de la Escritura sea entendido en su debido lugar y con su debido énfasis.
La forma más práctica de depender del Espíritu al preparar una lección para niños es bañar el proceso con oración
No necesitas enrolarte en una licenciatura de un seminario para esto (aunque si puedes, ¡sería genial!). Te recomiendo comprar un par de buenos libros,2 leer tantos artículos como puedas y aprovechar alguna clase gratuita sobre teología bíblica en Internet.
Expón los pasajes. Estoy convencida de que los niños también necesitan aprender las Escrituras de manera expositiva. La manera no será igual que una exposición para adultos, por supuesto, pero necesitamos iniciarlos en una formación robusta en la Palabra desde pequeños y adaptada a su edad. En esa línea, te sugiero estudiar con ellos una carta del Nuevo Testamento, pasaje por pasaje. Te puede sorprender cuánto más fácil resulta enseñar de esta manera y cómo ayuda empezar por las cartas antes de ir a otras partes de las Escrituras.
2. Depende del Espíritu
Para entender un pasaje debidamente necesitamos la ayuda del Espíritu Santo (Jn 16:13-14). Para completar la tarea de redactar una lección que presente el evangelio de manera sencilla y clara necesitamos la ayuda del Espíritu Santo. Para confiar en que el mensaje expuesto hará mella en los corazones de los niños necesitamos la ayuda del Espíritu Santo (Jn 16:7.8). Necesitamos Su ayuda no como algo subjetivo, sino para perseverar a pesar de nuestra incapacidad y para confiar que obrará a través de nosotros para Su gloria y honra.
He encontrado que la forma más práctica de depender del Espíritu es bañar el proceso de armar la lección con oración. Antes de iniciar y mientras diseñas la enseñanza, mantente pidiendo la bendición de Dios para culminar la tarea con fidelidad y para ser transformado en medio del proceso. Pide al Señor que te use. Ruégale que te permita usar un lenguaje sencillo para abordar las profundidades de Su Palabra. Suplícale que te dé ideas claras e ilustraciones fáciles de comprender. Ora para que, cuando la lección sea presentada, quiera obrar vida a través de la exposición de Su evangelio y crecimiento en Sus pequeños discípulos. En pocas palabras: pide Su ayuda en todo momento.
3. Apóyate en otros
No necesitamos inventar la rueda otra vez. Tampoco podemos pretender que haremos la exégesis más profunda por nuestra propia cuenta. Estamos diseñados para aprender la Palabra en comunidad (cp. Col 3:16). Así que puedes estudiar el pasaje de tu lección junto a otros o pedir a tus pastores que te apoyen. Puedes consultar un par de comentarios confiables o leer algunos artículos. Incluso es de ayuda revisar cómo otros han enseñado ese mismo pasaje, cuando lo enseñaron a adultos o niños.
Una práctica que me resultó útil durante una temporada fue transformar el sermón del domingo anterior en la lección para los niños del domingo siguiente. Normalmente nuestros pastores toman muchas horas digiriendo un pasaje, leyendo comentarios bíblicos y pensando en su contextualización para nosotros como iglesia. Así que, usar su sermón como base para nuestra lección nos puede proporcionar estructura, un buen listado de qué tomar en cuenta y un buen criterio para la aplicación práctica.
4. Conecta con Cristo
Cuando empecé a ayudar a redactar las lecciones para niños en mi iglesia local, me sorprendió gratamente que la plantilla tuviera una sección permanente titulada «Conexión con Cristo». Debíamos escribir, en un pequeño párrafo, un resumen de cómo la enseñanza de la lección se conectaba con Cristo y Su evangelio.
Dios en Cristo es el héroe de cada pasaje de la Escritura. Los niños deberían tener claro esto después de cada enseñanza
Recordar que cada parte de la Escritura apunta a Cristo (cp. Jn 5:39), y que Cristo es la cúspide de la historia de redención de la Biblia, debe reflejarse en cada una de nuestras lecciones. Esto nos ayudará a dejar de presentar como los héroes del pasaje a ciertos personajes bíblicos, quienes también necesitaban al Redentor. Dios en Cristo es el héroe de cada pasaje de la Escritura. Los niños deberían tener claro esto después de cada enseñanza.
5. Recuerda tu infancia
En un taller que tomé para escribir cuentos para niños nos aconsejaron: «Traten de pensar como niños, ¿cómo veían el mundo a la edad que suponen tendrán sus pequeños lectores?». Esto se aplica también al preparar nuestras lecciones. Si Pablo se hacía judío a los judíos y como gentil a los gentiles al buscar la salvación de ellos (1 Co 9:20-22), ¿será mucho pedir que nosotros nos hagamos como niños para los niños?
Considera el mundo de tus alumnos. ¿Qué luchas enfrentan en casa, en la escuela o en el vecindario? ¿Qué les apasiona? ¿Qué les atemoriza? ¿Qué te importaba a ti a su edad? Tener presente estos escenarios nos ayuda a usar mejores ilustraciones y a aplicar mejor la verdad de la Palabra a sus vidas.
6. Piensa “fuera de la caja”
Las lecciones no tienen que ser todas de diez minutos usando un franelógrafo. Una vez me dijeron: «El mejor estilo de enseñar a los niños es el que nunca se repite». Por supuesto, esto tiene que ver más con dar la lección que con escribirla, pero, si desde que la desarrollamos pensamos en formas distintas de presentar la lección, podemos incluir algunas ideas que ayudarán mucho a los maestros.
No tienen que ser cosas complicadas: desde usar un puñado de tierra, un peluche o una caja para explicar un punto, hasta dar un paseo y observar o hacer actividades de movimiento dentro del salón de clases. He aprendido que esto mantiene el entusiasmo de los chicos por aprender sobre un tema nuevo. Busca que la presentación del evangelio sea siempre sazonada (Col 4:5-6), presentada como un platillo delicioso de un menú para niños.
Un consejo más: Prepara tu corazón
Por último, pero no menos importante, no olvides preparar tu corazón. Busquemos que el mensaje que estudiamos, y del que preparamos la lección, exponga nuestro interior y transforme nuestra forma de vivir. No sea que podamos ser reprendidos: «Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?» (Ro 2:21a).