1. Nuestros esfuerzos evangelísticos deben surgir de una comprensión bíblica del evangelismo.
Hay tantas maneras de equivocarse en el evangelismo (impulsos de miedo por un lado, ambición vana por el otro) que si no tenemos una comprensión verdaderamente bíblica, nos desviaremos rápidamente del camino (1 Co 1:15-18). Por lo tanto, comenzamos por entender que el evangelismo bíblico es enseñar el evangelio con el objetivo de persuadir.
2. A menudo “evangelismo” es la etiqueta que se le da a cosas que no lo son.
¿Compartir tu testimonio, defender la fe cristiana o hacer buenas obras por los oprimidos son lo mismo que evangelizar? Ciertamente, esas son cosas buenas que sirven y apoyan la evangelización, pero no son evangelismo en sí. No debemos confundir el evangelio con el fruto del evangelio.
3. El evangelismo implica, ante todo, enseñar el evangelio.
Dios nos enseña el evangelio a través de Su Palabra; no podemos simplemente «descubrirlo» por nuestra cuenta (ver Jn 16:13-15). Por lo tanto, es lógico que debamos hablar y enseñar el evangelio a otros: la verdad sobre quién es Dios, por qué estamos en el lío en el que estamos, lo que Jesús vino a hacer y cómo debemos responderle. No es de extrañar que Pablo a menudo describiera su ministerio evangelístico como un ministerio de enseñanza (1 Co 4:17).
4. El evangelismo tiene como objetivo persuadir.
Queremos ver a las personas pasar de la oscuridad a la luz. Tener ese objetivo nos ayuda a saber de qué cosas hablar y qué cosas dejar de lado. El evangelismo no es solo transferencia de datos; debemos escuchar a las personas, oír sus objeciones y ser modelos de amabilidad porque sabemos que hay almas en juego (1 P 3:15).
No debemos confundir el evangelio con el fruto del evangelio
Sabemos lo que significa convertirse verdaderamente: un verdadero cristiano ha puesto su fe y confianza completas en Jesús, tanto que se ha arrepentido de un estilo de vida de incredulidad y pecado. Entender esto nos protege de las falsas conversiones, que son el suicidio asistido de la iglesia.
5. El evangelismo florece en una cultura de evangelismo.
Se dan muchas instrucciones sobre el evangelismo personal. Eso es correcto y bueno, ya que cada uno de nosotros está llamado a dar testimonio de su propio encuentro personal con Jesús. Pero cuando las personas se unen para compartir el evangelio, cuando hay menos énfasis en obtener «una decisión», cuando el pueblo de Dios se une para enseñar el evangelio juntos, se forma una cultura que nos lleva a preguntar: «¿Estamos todos ayudando a nuestros amigos no cristianos a entender el evangelio?», en lugar de «¿quién ha llevado a más personas a Jesús?».
6. Los programas evangelísticos matarán el evangelismo.
Necesitamos reemplazar los programas evangelísticos con una cultura de evangelismo. Los programas son para el evangelismo lo que el azúcar es para la nutrición: una dieta estricta de programas evangelísticos produce una evangelización desnutrida. Por lo tanto, deberíamos sentir una sana inquietud con respecto a los programas evangelísticos. Debemos usarlos estratégicamente y con moderación, si es que lo hacemos.
Necesitamos reemplazar los programas evangelísticos con una cultura de evangelismo
7. El evangelismo está diseñado para la iglesia y la iglesia está diseñada para el evangelismo.
Una iglesia saludable con una cultura de evangelismo es la clave para un gran evangelismo. Jesús no se olvidó del evangelio cuando construyó Su iglesia; de hecho, una iglesia saludable tiene como objetivo mostrar el evangelio.
Pensemos en las formas en que la iglesia reunida muestra el evangelio: cantamos el evangelio, vemos el evangelio en los sacramentos y escuchamos el evangelio cuando predicamos y oramos. Una cultura saludable de evangelismo no apunta a rehacer la iglesia por el bien del evangelismo. En cambio, debemos resaltar la forma en que Dios diseñó a la iglesia para mostrar y proclamar el evangelio simplemente siendo la iglesia.
8. El evangelismo se sustenta en el amor y la unidad.
Jesús dijo: «En esto conocerán todos que ustedes son Mis discípulos, si se tienen amor los unos a los otros» (Jn 13:35). En ese mismo discurso, oró para que Sus discípulos estuvieran unidos «para que el mundo crea que Tú me enviaste» (Jn 17:20-21).
Jesús no se olvidó del evangelio cuando construyó Su iglesia; de hecho, una iglesia saludable tiene como objetivo mostrar el evangelio
Jesús dice que el amor que tenemos los unos por los otros en la iglesia es evidencia de que somos verdaderamente convertidos. Cuando estamos unidos en la iglesia, mostramos al mundo que Jesús es el Hijo de Dios. El amor confirma nuestro discipulado y la unidad confirma la deidad de Cristo. ¡Qué testimonio tan poderoso!
9. Una cultura de evangelismo se fortalece con prácticas y actitudes correctas.
Debemos asegurarnos de que consideramos el evangelismo como una disciplina espiritual. Así como oramos por nuestros amigos no cristianos, debemos ser intencionales en compartir nuestra fe con ellos. Además, nunca debemos dar por sentado el evangelio en conversaciones con no cristianos, para no perderlo. Debemos ver el evangelio como el centro de cómo alineamos nuestras vidas con Dios, así como también cómo llegamos a Dios en salvación.
10. El evangelismo debe ser modelado.
Una de las mayores necesidades en nuestras iglesias hoy es que los líderes de la iglesia demuestren con valentía lo que significa ser un embajador del evangelio (1 Co 5:20). Los pastores y ancianos deben liderar el camino al compartir su fe, enseñar a otros cómo ser embajadores de Cristo y llamar a sus congregaciones a hacer lo mismo.