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A la mayoría de nosotros a veces nos encantaría tener una pequeña bola de cristal, a la que pudiéramos hacerle preguntas sobre lo que nos deparará el futuro y las decisiones que deberíamos tomar en todas las áreas de nuestra vida. ¡Eso es algo que hemos visto en las películas y nos parece tan fácil!

Como cristianos, sabemos que no tenemos nada que hacer preguntándole a bolas de cristal ni a adivinos. Sabemos que es pecado poner nuestra esperanza en cualquier cosa que no sea Dios, así que la mayoría de nosotros ni siquiera contemplaría acercarse a un adivino para pedirle saber del futuro. No, somos hijos de Dios y en Él confiamos para todo.

Sin embargo, ¿cuántos de nosotros acudimos a Dios y a Su Palabra queriendo que funcionen como esa bola de cristal? ¿anticipando respuestas inmediatas, revelaciones de todos los detalles de nuestro futuro y un mapa claro de cómo debemos decidir cada cosa?

Un área donde es común observar este patrón de tratar a Dios como nuestro adivino personal es la sentimental. Es posible que para nosotras, las mujeres, esto se haya convertido en una tendencia más marcada debido a toda la influencia que hemos tenido de Disney, Hollywood y hasta de Netflix: “ese príncipe, el amor de tu vida, tocará a tu puerta y todo será perfecto”.

Ese es el mensaje subyacente en la inmensa cantidad de historias que vemos y leemos en la cultura popular. Mujeres de distintas generaciones crecimos creyendo que cuando conozcamos al hombre indicado simplemente lo sabremos a primera vista.

¿Buscas una “confirmación” divina?

Los creyentes en ocasiones tendemos a crear versiones “cristianizadas” de estas ideas que han hecho nido en nuestras cabezas. Por ende, es común trasladar nuestro afán por saber el futuro y afirmar nuestras decisiones a Dios que pretendemos funcione como un adivino, para que en una oración nos confirme que “ese hombre” es el indicado.

Quizá para algunas la “confirmación de Dios” sea la emoción que sintieron cuando el supuesto indicado les tomó la mano; para otras se dio al abrir la Biblia por coincidencia y ver el nombre de ese pretendiente y, en otros casos, la “oración profética” que les dijo que voltearan a la derecha y ahí estaba el hombre con quien debían casarse.

Tomar decisiones importantes esperando que Dios conteste como una bola de cristal no es algo que observamos en las Escrituras

Tomar decisiones importantes esperando que Dios conteste como una bola de cristal no es algo que observamos en las Escrituras. Es cierto que podemos leer pasajes del Antiguo Testamento en los que Dios confirmaba y respondía oraciones proveyendo señales inequívocas. Por ejemplo, en Génesis 24, cuando el siervo de Abraham ora y posteriormente recibe respuesta a su oración con Rebeca, quien sale a su encuentro junto a la fuente de agua. Pero algo que debemos considerar aquí es que no se trató de Dios trabajando como matchmaker o cupido, sino de Su provisión para cumplir la promesa hecha a Abraham.

Pide mejor por sabiduría

¿Puede una soltera, entonces, saber si ese hombre es el indicado pidiéndole a Dios una señal? La Biblia entera nos hace una invitación continua a anhelar y buscar intencionalmente la sabiduría que viene de conocer a Dios, de una relación personal y viva con Él. Necesitamos de Su sabiduría para poder decidir bien:

  • “En Él están la sabiduría y el poder, y el consejo y el entendimiento son Suyos” (Job 12:13).
  • “Lo principal es la sabiduría; adquiere sabiduría, y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia” (Pr 4:7).
  • “Cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero la sabiduría está con los humildes” (Pr 11:2).
  • “Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg 1:5)

La Biblia no nos invita a buscar señales ni profecías ambiguas para decidir sobre temas importantes

La Biblia no nos invita a buscar señales ni profecías ambiguas para decidir sobre temas importantes. Una de las exhortaciones más frecuentes de Jesús mientras estuvo en la tierra fue: Confíen en mí. Podemos ver que con esto no les revelaba todos los detalles del futuro a sus seguidores. Más bien los exhortaba a aprender en todo de Él, de Su dependencia del Padre, de Su vida de oración y de cómo pedía sabiduría al Señor para saber qué hacer.

La Palabra de Dios nos deja claro que tenemos acceso a la sabiduría que viene de Dios ¡y podemos pedírsela y Él nos la dará! Con ella, tomaremos mejores decisiones que, más allá de ser beneficiosas para nuestra vida, le honren a Él. ¿No es acaso esto incomparablemente mejor que obtener señales de una bola de cristal?

La decisión sabia para “escoger” al indicado

Aunque cada situación es única y Dios tiene una voluntad específica para ti, es cierto que hay lineamientos que pueden indicar si estás en el camino correcto al decidirte por una persona. Puedes tomar las siguientes preguntas como guía para orar y decidir:

1. ¿Cómo está mi propia relación con Dios? Comienza preguntándote si la paz, el gozo y la plenitud de Jesús son evidentes en tu vida. ¿Tienes una relación de intimidad y oración con Él donde recibes de Su sabiduría?

2. ¿Es ese hombre un verdadero discípulo de Jesús? ¿Esto se revela en su carácter, sus prioridades, su trato y sus reacciones? No te fijes solo en las etiquetas que él se haya puesto o las que la iglesia local le reconozca. El activismo cristiano no es garantía de cristianismo genuino y fruto verdadero. 

3. ¿Este hombre sabe lo que quiere y ha sido consistente en cuanto a la relación (si ya estás en una con él)? Es importante preguntarte si esta persona tiene orden en su vida, es responsable e intencional con la relación. Cambiar de opinión constantemente o no demostrar determinación pueden ser señales de alerta que deben tomarse seriamente. 

4. ¿Han buscado consejería bíblica sobre su relación? Presta atención al consejo sabio de personas piadosas de testimonio (Pr 12:15).

5. ¿Has visto señales de advertencia? Ignorar indicios de agresividad, manipulación u otros asuntos no resueltos aún puede ser una decisión muy seria. 

6. ¿Lo conoces suficiente? Esto requiere de tiempo intencional. No se trata necesariamente de tener cinco años de amistad o relación, pero sí de cuánto has podido observar intencionalmente de su vida, su carácter y de cómo vive su fe. Poder conocerlo bien requiere que transcurra algún tiempo.

Por encima de todo, que sea la Biblia la que establezca tus estándares del carácter que buscas en la persona indicada. Dios te ha dado la garantía del Espíritu Santo en ti para discernir lo bueno de lo malo y te promete Su sabiduría para decidir. Confía en Él, quien demostró su amor entregando a su Hijo por nosotros.

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