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Para comprender cuál fue la promesa de Dios a Abraham es necesario saber que, a lo largo de la narrativa bíblica, Dios se relaciona con su pueblo a través de pactos. Un pacto es “un acuerdo legal, inalterable y divinamente impuesto entre Dios y el hombre que estipula las condiciones de sus relaciones”.[1]

En palabras simples, los pactos divinos son la manera en que Dios se compromete con su pueblo, les dice cómo actuará, y lo que espera de ellos. Esto significa que los pactos incluyen las promesas de Dios y las condiciones que los hombres deben cumplir. La primera vez que encontramos esta palabra en la Biblia es en Génesis 6:18, cuando Dios declara que establecerá con Noé un pacto excepcional libre de condiciones.

El pacto de Dios con Abraham

Más adelante, a partir de Génesis 12, vemos a Dios entrando en una relación de pacto con Abraham. Mientras algunos estudiosos señalan que el pacto de Dios con Abraham se presenta, establece, y reafirma de manera progresiva (como en Génesis 17:19 o 26:3),[2] otros indican que pueden distinguirse dos pactos con este patriarca.[3]

Ambas posturas tienen un punto en común: Dios estableció con Abraham un acuerdo que incluye un compromiso mutuo que se cumplirá, y promesas que beneficiarán a Abraham y a la humanidad.

La promesa de Dios a Abraham

Esta promesa contiene cuatro elementos registrados en diferentes momentos de la vida de Abraham (Gn. 12:1-3; 15:18-21; 17:1-21).

1. Simiente: Dios prometió a Abraham descendencia (Gn. 17:2-7). En Gálatas 3:8 y 16, Pablo señala que esta simiente es Cristo.

2. Tierra: Dios prometió a Abraham que tendría un lugar donde morar (Gn. 15:18-21; 17:8).

3. Nación: Dios prometió a Abraham que sería padre de multitudes, una gran nación (Gn. 12:2;17:4).

4. Protección y bendición: Dios prometió a Abraham su bendición y que en él serían benditas todas las familias de la tierra (Gn. 12:3).[4]

El cumplimiento de la promesa

Los pactos de Dios son confiables porque Él es confiable. Conforme la historia de la redención se desenvuelve, podemos observar que —a pesar de la infidelidad de Abraham y su descendencia— el Señor se encargó de mantener su pacto.

En Cristo encontramos el cumplimiento definitivo de la promesa de Dios a Abraham. Él es la simiente, Él nos da morada eterna, Él nos hace una nación apartada para Dios, y en Él la bendición de la salvación está disponible para todas las familias de la tierra.


[1] Wayne Grudem, Teología sistemática (Editorial Vida, 2012) pág. 540.
[2] Biblia de Estudio MacArthur, pág. 31.
[3] Por ejemplo, el profesor Paul R. Williamson escribe que el primer pacto “garantizó la promesa de Dios de hacer de Abraham una ‘gran nación’, mientras que el segundo afirmó la promesa de Dios para bendecir todas las naciones a través de Abraham y su ‘simiente’”.
[4] Otros autores unifican las promesas y concluyen que son tres: (1) Muchos descendientes; (2) Tierra para Abraham y sus descendientes; y (3) Que en él serán benditas todas las familias de la tierra.
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