×

Jesús advirtió a sus seguidores en el Sermón del monte que no practicaran la devoción espiritual con intenciones ocultas (Mt 6:1-18). No des a los necesitados para que tu generosidad sea celebrada. No ores para ser escuchado por los hombres. No ayunes para que la gente te considere espiritual. ¿Cómo evitamos tener motivaciones centradas en el hombre cuando practicamos actos para Dios? Jesús enseña que los actos de devoción deben realizarse en privado, ante Dios, no ante los hombres.

Los predicadores también luchan contra la tentación de hacer del llamado de Dios una actuación ante los hombres. Pero no podemos vencer esta tentación moviendo el púlpito a nuestros armarios secretos. La predicación es un acto público de devoción espiritual. Podemos orar para que Dios nos esconda detrás de la cruz mientras predicamos. Pero no hay lugar para esconderse en el púlpito.

Seamos sinceros. El púlpito es un lugar peligroso. Puede llenar al predicador de orgullo hasta llevarlo a su caída. Puede llenar al predicador de un desánimo tal, que lo lleve a darse por vencido. Puede llenar de temor al predicador hasta prostituir su mensaje divino para alcanzar la aprobación humana.

Seamos sinceros. El púlpito es un lugar peligroso. Puede llenar al predicador de orgullo hasta llevarlo a su caída

Se cuenta la vieja historia de un joven predicador que se pavoneaba camino al púlpito, esperando sorprender a la congregación. Bajó humildemente del púlpito después de que el sermón fue un completo desastre. “¿Qué fue lo que pasó?”, le preguntó al pastor principal. El predicador sabio y experimentado le aconsejó: “Hijo, si hubieras subido al púlpito de la manera en que bajaste, habrías podido bajar de la misma manera en que subiste”.

¿Cómo puedes guardar tu corazón en el púlpito? Considera estas recomendaciones.

Sube al púlpito después de haber orado

La preparación del sermón es un ejercicio de oración de fe. Debemos agradecer a Dios por el privilegio de hablar en su nombre. Debemos orar por la iluminación de las Escrituras reveladas. Debemos pedirle a Dios que nos dé la sabiduría de los escritores que consultamos. Debemos confesar nuestros pecados a Dios cuando el texto nos dé convicción. Debemos orar pidiendo ayuda para obedecer personalmente las enseñanzas de la Palabra de Dios. Debemos orar para que el Señor nos capacite para hablar con fidelidad y claridad. Debemos orar por una carga espiritual sobre aquellos que escucharán el mensaje. Debemos orar para que Cristo sea exaltado mientras se explica la Palabra. ¡Deberíamos orar aun mientras predicamos! Subir al púlpito después de haber orado te ayudará a proteger tu corazón mientras predicas.

Sube al púlpito completamente preparado 

Sé el pastor que conduce al rebaño de ovejas reunido a los verdes pastos de la Palabra de Dios

La preparación del sermón es un proceso de humildad. Estudiar el texto puede ser como la lucha de Jacob con el ángel. ¡Dejas el estudio cojeando! Pasar del texto al sermón es un trabajo arduo. La preparación del mensaje para el domingo ablandará el corazón si se hace con oración. El producto terminado puede hacer que algunos predicadores se sientan orgullosos. Pero cuando sabes que fue el Señor quien te ayudó a preparar el mensaje, tiendes a buscar también al Señor para que te ayude a exponer el mensaje. Es por eso que debes hacer tu propia tarea, en lugar de copiar el trabajo de otro predicador. Aprovecha los efectos santificadores de la preparación del sermón. Luego, pide al Dios que ha guiado la preparación del mensaje durante tu estudio, que gobierne la exposición del mensaje en el púlpito.

Sube al púlpito como un acto de adoración

Asociar la adoración con la música es un grave error. Todo el servicio es adoración. La congregación reunida debe adorar a Dios durante la lectura de las Escrituras, la oración colectiva y la observancia de las ordenanzas. Escuchar y responder a la Palabra de Dios predicada es probablemente el acto de adoración más alto. La congregación debe adorar mientras el predicador predica y el predicador debe adorar mientras él predica a la congregación. Predicamos a las personas. Sin embargo, en última instancia, lo que está destinado a ser para las personas no se trata de las personas en sí. Dios es el sujeto y objeto de la adoración cristiana; es para Él y se trata de Él. Así que deberíamos predicar a una audiencia de uno. Debemos recordar que lo fundamental de la adoración es que Dios esté complacido. Pablo instruye: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad” (2 Ti 2:15).

Sube al púlpito con preocupación pastoral 

Los pastores-maestros no son entrenadores para la vida, oradores motivacionales o gurús de la autoayuda. Somos pastores que alimentamos al rebaño de Dios con conocimiento y entendimiento. Mateo informa: “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor” (Mt 9:35-36). Jesús fue movido a compasión al ver las necesidades espirituales de la gente. Debemos subir al púlpito con el mismo sentido de preocupación pastoral. No te preocupes por el tamaño del salón, cuántas personas hay en el lugar, ni por lo que las personas allí puedan hacer por ti o puedan hacerte a ti. Sé el pastor que conduce al rebaño de ovejas reunido a los verdes pastos de la Palabra de Dios.

Guarda tu corazón mirando más allá de lo que los miembros te digan después del servicio y mira lo que el Señor te dirá cuando estés ante el tribunal de Cristo

Sube al púlpito con la mirada puesta en la eternidad

Estoy de acuerdo con Charles Spurgeon, quien dijo: “La vida y la muerte, la eternidad y los mundos desconocidos pueden depender de la predicación y del escuchar un sermón”. Como predicador del evangelio de Jesucristo, debes subir al púlpito con grandes expectativas. La Palabra de Dios obra, pero no funciona según nuestro horario. Por eso Pablo encargó a Timoteo que predicara la palabra con “con mucha paciencia e instrucción” (2 Ti 4:2). Así que no te asustes si nada parece suceder mientras predicas. Sigue predicando. La cosecha es al final de la era, no al final del sermón. Guarda tu corazón mirando más allá de lo que los miembros te digan después del servicio y mira lo que el Señor te dirá cuando estés ante el tribunal de Cristo (2 Co 5:10).


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando