Nota del editor: Para estudiar cómo se formó el canon de la Biblia, te invitamos a explorar nuestros recursos en línea sobre el tema.
Nadie sabe quiénes fueron los cuatro evangelistas, pero es casi seguro que nunca conocieron personalmente a Jesús. Gran parte de lo que escribieron no era en ningún sentido un intento honesto de historia… Los evangelios son ficción antigua (Richard Dawkins, El espejismo de Dios).
Nota del editor: Para estudiar cómo se formó el canon de la Biblia, te invitamos a explorar nuestros recursos en línea sobre el tema. Si Dawkins está en lo cierto, uno podría imaginarse la siguiente conversación…
Lucas: Vamos a tomar otra ronda de bebidas. Tengo una idea que quiero comentarles.
Juan: Claro. ¿Qué tienes en mente?
Lucas: Quizás has oído hablar del nazareno llamado Jesús que fue crucificado ayer. Creo que podría ser el candidato perfecto para nuestro proyecto de un falso mesías.
Marcos: Un pequeño problema: ¡está muerto!
Lucas: Sí, pero eso significa que vamos a controlar la narrativa. Estaremos a cargo de su reputación.
Mateo: ¿Quién va a seguir a un mesías muerto?
Lucas: Nadie, así que empezaremos con el mito de la resurrección. Contrataremos a unos maleantes para que se enfrenten a los soldados que custodian su tumba y así poder deshacernos del cuerpo.
Juan: Pero un cuerpo desaparecido no es lo mismo que una resurrección.
Lucas: Tienes razón, así que tendremos que convencer a los amigos de Jesús de pasar los próximos treinta años diciendo a todos que ha resucitado de entre los muertos, incluso si adherirse a esa historia significa que van a ser encarcelados o asesinados.
Marcos: Está bien, ¿luego qué?
Lucas: Bueno, para hacer creíble una conspiración necesitas detalles precisos. Así que inventaremos historias en las que Jesús interactúa con personas en lugares específicos.
Mateo: ¿No será fácil refutar las historias simplemente visitando esos lugares y preguntando por ahí?
Lucas: No hay necesidad de preocuparse por eso. Podríamos inventar una historia sobre la sanidad de la hija enferma terminal del jefe de una sinagoga, dar un nombre al jefe de la sinagoga, situarlo todo en un lugar concreto y aun así nadie —absolutamente nadie, ni siquiera la gente que vive en ese lugar— se molestaría en comprobar los hechos. Todo el mundo se tragaría la historia.
Marcos: Parece que estamos en terreno seguro allí. Pero si queremos que la gente siga a Jesús, necesitará un mensaje. La gente ha estado esperando al Mesías durante siglos. Tiene que valer la pena escucharlo cuando finalmente aparezca.
Juan: Buen punto. Voy a preparar algunas citas profundas.
Lucas: Gracias, Juan. Marcos tiene razón. Tendrás que poner en boca de Jesús una sabiduría tan profunda que los estudiosos de la teología puedan estudiarla con gusto durante toda su carrera.
Juan: No hay problema.
Lucas: Amigos, nos tomará un tiempo reunir estos documentos. Mientras tanto, tenemos que conseguir comunidades de personas que adoren a Jesús para que cuando salgan nuestros libros tengan una buena acogida.
Marcos: Hay un tipo que conozco llamado Saulo, él podría ayudarnos con eso.
Lucas: ¿Saulo el fariseo? No me lo imagino involucrado en este tipo de cosas.
Marcos: Confía en mí, él es nuestro hombre. Lo veo dejando atrás todo para lo que ha sido entrenado y plantando congregaciones de adoradores de Jesús por todo el Imperio romano, cueste lo que le cueste en persona: palizas, naufragios y cosas por el estilo.
Mateo: Impresionante. Pero Lucas, ¿puedes recordarme cuál es el objetivo de todo esto? Quiero decir, ¿qué conseguimos exactamente con esto?
Lucas: Vamos, Mat, será muy divertido. Veremos a personas siendo brutalmente martirizadas, ¡y sabremos que han sido engañadas por nuestra deshonesta ficción! ¿Qué puede no gustarnos de eso?
Juan: Estoy de acuerdo con Lucas. Definitivamente, esto merece años de esfuerzo por nuestra parte. Cuenta conmigo.
Marcos: También conmigo.
Mateo: Lo haré si mi nombre aparece de primero en todo el material promocional.
Lucas: Trato hecho. Manos a la obra.