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Aprender a decir «no» es una tarea más difícil de lo que pensamos. No me refiero a cosas que son evidentemente pecaminosas, a las cuales debemos negarnos sin dudar. Más bien, me refiero a la elección entre varios compromisos que pueden ser de bendición, pero que requieren de sabiduría bíblica para decidir cuáles aceptar y cuáles rechazar.

Para lidiar con este problema, podemos comenzar siguiendo el ejemplo de Jesús, la sabiduría encarnada (1 Co 1:24). Por increíble que parezca, nuestro Salvador (siendo omnipotente) muchas veces decidió decir que «no» a algo o a alguien.

En este artículo me gustaría presentar tres consideraciones bíblicas que nos pueden llevar a tomar mejores decisiones y aprender a decir «no», a la luz del ejemplo de Jesús.

Considera tu llamado

¿A qué vino Jesús a este mundo? Algunos dirán que vino a enseñar y predicar. Otros pueden decir que a sanar. Otros más dirán que a salvar al mundo. En un sentido amplio, todos tendrían razón. Jesús ciertamente enseñó, sanó enfermos y salvó a Su pueblo. Cada uno de estos propósitos es importante, pero es interesante notar que, para Jesús, no tuvieron la misma prioridad.

Por ejemplo, en el Evangelio de Marcos vemos a Jesús sanando a muchos enfermos al comienzo de Su ministerio en la tierra (Mr 1:34). Un día, como era Su costumbre, despertó muy temprano para pasar tiempo con Su Padre en oración. Al amanecer, Sus discípulos le comunicaron que la gente continuaba buscándole para ser sanada. Sin embargo, en ese momento, Jesús priorizó la predicación del evangelio, en lugar de la sanidad de muchos enfermos (Mr 1:38).

Jesús tenía claro que, aunque tenía el poder de sanar a todo quien se lo pidiera, esta habilidad estaba de alguna manera sujeta a Su misión. En otras palabras, antes de decidir decir «sí» a una buena obra de sanidad, Jesús parece filtrar Sus decisiones a la luz de aquello por lo que el Padre lo había enviado (Jn 6:38).

¿Cómo esto informa nuestras agendas? Primero, nos ayuda a ser conscientes de la importancia de entender el llamado de Dios y de qué manera particular se expresa en este momento de nuestras vidas. A partir de tener claro esto, el ejemplo de Jesús nos anima a considerar cómo los nuevos compromisos afectarán nuestro llamado.

En ocasiones, serán compatibles. Es posible que sean simplemente neutrales, es decir, que no entorpezcan pero tampoco sumen a nuestro llamado. Sin embargo, sospecho que en muchas ocasiones encontraremos compromisos que resultan contrarios a aquello a lo que Dios nos ha llamado, pues complican que glorifiquemos a Dios en las principales tareas que nos ha encomendado (1 Co 10:31). Necesitamos sabiduría y oración para discernir la diferencia.

Considera tus límites

¿Estaba Jesús limitado por Sus recursos materiales y físicos? En un sentido, no. Podemos ver esto cuando Jesús alimentó a miles de personas a partir de unos pocos panes y peces —no en una, ¡sino en dos ocasiones! (Mr 6:30-44; 8:1-9). Pero en otro sentido sí, pues lo vemos tomando tiempo para descansar (Mt 8:24) y comer (Jn 21:9-13). Después de todo era un verdadero ser humano.

Jesús entiende y considera las limitaciones humanas (He 4:15), algo que se hace evidente en Su ministerio terrenal. Por ejemplo, en cierta ocasión, Jesús reconoció el trabajo y cansancio de Sus discípulos: estos no tenían tiempo ni siquiera para comer (Mr 6:30-31). Jesús no los regañó, no se avergonzó de ellos ni los culpó por «no soportar las dificultades del ministerio». En cambio, reconoció sus limitaciones y los mandó a descansar (v. 31).

Hay otro episodio donde las limitaciones humanas juegan un papel importante, que atrae mi atención. Cuando Jacobo y Juan pidieron sentarse junto a Jesús en la gloria, el Señor les respondió: «Ustedes no saben lo que piden» (Mr 10:37-38). Esto se llama limitación epistémica y se refiere a la realidad humana de desconocer los hechos, no poder medir todas las consecuencias de una decisión o la falta de experiencia para interpretar las circunstancias apropiadamente.

Este tipo de trato de Jesús a Sus discípulos nos enseña, al menos, dos cosas. Por un lado, nos recuerda que, como seres humanos, tenemos limitaciones que debemos atender. Necesitamos separar tiempo para orar, descansar y comer, porque nuestra salud física y espiritual depende de ello, y nuestro tiempo es limitado. Por otro lado, también nos enseña que las personas tenemos limitaciones epistémicas: no lo sabemos todo y no lo entendemos todo.

¿Cómo esto informa nuestras agendas? Cuando la gente alrededor nos pide algo, no necesariamente están conscientes de nuestras limitaciones ¡o de las suyas! Gente bien intencionada puede no comprender por completo lo que nos requiere decir «sí» a un nuevo compromiso, tanto a nivel físico como intelectual, e incluso emocional. Por eso, al momento de preparar nuestras agendas, debemos considerar nuestras limitaciones y tener en cuenta las de aquellos a nuestro alrededor.

Considera tu círculo

Es interesante ver que Jesús en ocasiones se negó a algo —parcial o completamente— debido a que quienes solicitaban Su atención o ayuda no formaban parte de Su círculo de prioridad. En otras palabras, Jesús entendía que fue enviado primeramente a los Suyos.

Es conocida la respuesta de Jesús a la mujer sirofenicia que pedía ayuda: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mt 15:24). Generalmente, nos enfocamos en la fe de la mujer, y quizá sea la lección principal del pasaje. Pero no dejemos de apreciar la razón por la que Jesús se niega, en primera instancia, a responder al grito de auxilio.

Jesús entendía que había ocasiones en las que debía priorizar a unos sobre otros. Aunque finalmente decidió ayudarla debido a su gran fe, creo que esta historia nos apunta a la importancia de distinguir entre los que necesitan ayuda y los que requieren nuestra ayuda.

Existe otra ocasión que también llama mi atención. Cerca del evento de la crucifixión, unos griegos que habían subido a Jerusalén para la fiesta de la pascua rogaban a Felipe por ver a Jesús (Jn 12:20-41). Andrés y Felipe informaron a Jesús sobre la situación, quien tomó la oportunidad, ¡pero no para encontrarse con estos griegos piadosos! En cambio, Él aprovechó la ocasión para enseñar sobre la realidad de que Su hora había llegado.

En cierta medida, esto podría parecer un poco duro de parte de Jesús. Sin embargo, Él entendía que lo mejor que podía hacer por estas personas, cerca de Su muerte en la cruz, era enfocarse en Su círculo cercano: Sus apóstoles. Al enseñar a los discípulos, Jesús preparaba no solo a este círculo, ¡sino al mundo entero! para recibir el evangelio (Jn 17:17-20).

¿Cómo esto informa nuestras agendas? Ya sea que tu llamado involucre estar con gente conocida (pastor, anciano, etc.) o desconocida (misiones internacionales, evangelismo, ayuda humanitaria, etc.), existen personas que conforman un círculo inmediato a quienes debes priorizar (cp. Gá 6:10). Por supuesto, en ocasiones servir a personas fuera de ese círculo es posible (¡y algo bueno!), pero identificar el círculo donde Dios te ha llamado puede ayudarte a decidir mejor cuáles compromisos aceptar y cuáles rechazar.

Este mismo principio puede verse en las palabras de Pablo, quien esperaba que quienes sirvieran como oficiales en la iglesia estuvieran comprometidos con su círculo más inmediato: sus propios hogares (1 Ti 3:4-5; Tit 1:6).

Jesús, la oración y mi agenda

Cuando una nueva oportunidad o compromiso se presenta, antes de aceptar es sabio valorar cómo se relaciona con el llamado, los límites y el círculo cercano de prioridad que Dios nos ha dado. Pero nunca debemos dejar de lado una disciplina que también fue modelada por Jesús: la oración.

Jesús no solo oraba muy temprano en el día (Mr 1:35; Lc 4:42; 5:16), sino que invertía una gran cantidad de tiempo (Mt 14:23; Mr 6:46-47; Lc 6:12). En nuestro caso, podemos comenzar poniendo como regla no aceptar nuevos compromisos sin haber antes orado al Padre a la luz de nuestro llamado, nuestras limitaciones y nuestro círculo. Pidamos sabiduría del Espíritu, para seguir el ejemplo del Hijo (Sal 90:12).

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