Este artículo fue adaptado del capítulo escrito por Hunter Beaumont en Before You Lose Your Faith (Antes de que pierdas la fe) (The Gospel Coalition, 2021).
Muchos de mis amigos y miembros de iglesia que emprenden un viaje de deconstrucción no están tratando de perder su fe. No quieren terminar en un lugar sin Jesús. Solo quieren darle sentido a la fe en la que crecieron y dejar ir las cosas que están viciadas o son represivas. Ellos en realidad quieren una fe más fuerte, no ninguna fe; más de Jesús, no menos.
Si esto te describe, piensa en lo siguiente: lo que estás buscando en realidad no es una deconstrucción. Lo que estás buscando es una desculturización.
La desculturización es el proceso utilizado por los misioneros para diferenciar el evangelio de la cultura. Habiendo pasado de una cultura a otra, los misioneros pueden ver que el evangelio es como una semilla protegida por una cáscara externa (cultura). Su trabajo es asegurar que la semilla del evangelio sea libre de entrar a nuevas culturas sin estar cautiva dentro de su antigua cáscara. Esto se remonta al momento en el que el evangelio entró en la cultura gentil en el libro de los Hechos. Desde ese entonces, la iglesia primitiva tuvo que diferenciar el evangelio del judaísmo.
De la misma manera, es posible que debas diferenciar el evangelio de la subcultura evangélica. ¡He pasado por este proceso! No crecí en el evangelio, pero me convertí dentro de una escuela secundaria evangélica. Me enamoré del evangelio que me enseñó mi escuela, pero también pude ver que este mundo evangélico tenía mucha cultura que no era parte del evangelio. Aprender a desculturizar el evangelio del evangelicalismo no solo ha salvado mi fe. Me ha ayudado a amar más el evangelio en sí mismo.
Si deseas emprender un viaje de desculturización en lugar de un viaje de deconstrucción, te muestro el camino por donde debes comenzar.
1. Aprende a ver la cultura
Como un pez en el agua que no sabe que está mojado, a menudo no reconocemos nuestra cultura, el vocabulario y las historias que explican nuestro mundo. Las culturas fomentan hábitos que constituyen lo que se considera como una buena vida y los mecanismos de defensa que desvían las preguntas de los que están afuera. Las culturas elevan a las celebridades que ejemplifican sus ideales. Tras lograr todo esto, ellas son sigilosas: pretenden no existir. Se presentan a sí mismas como “la manera como son las cosas”. Pero la cultura siempre está presente y siempre juega un papel en nuestra experiencia de fe.
Aprender a desculturizar el evangelio del evangelicalismo no solo ha salvado mi fe. Me ha ayudado a amar más el evangelio en sí
Es por esto que el primer paso es aprender a ver la cultura y su poder. Mis amigos que crecieron dentro de una subcultura evangélica no empezaron a dudar del cristianismo hasta que abandonaron esa subcultura. ¿Coincidencia? Probablemente no. La subcultura había sustentado su fe.
Pero esto también significa que la cultura contribuyó a sus nuevas preguntas. Lo que muchos llaman duda es en realidad un cambio cultural que desplaza las viejas estructuras de credibilidad. Lo que muchos llaman “deconstruir mi fe” es en realidad un cambio de ubicación cultural que me hace repensar viejas suposiciones. Cuando aprendes a ver el poder de la cultura, ves lo que realmente está sucediendo: aprendiste el cristianismo en una cultura. Ahora te has mudado a una nueva cultura. Entonces, el primer paso es reconocer las cosas por lo que son: una tensión causada por un cambio de cultura y no necesariamente por el cristianismo en sí.
2. Lucha con los problemas correctos
La duda puede ser desorientadora. La desculturización no puede salvarte de esta lucha, pero puede enfocarla en los lugares correctos. Al diferenciar la semilla del evangelio de la cáscara cultural, la desculturización dice: “Lucha con los problemas de la semilla”.
Cuando dejé mi escuela secundaria cristiana, comencé a luchar con el juicio de Dios. Allí me habían enseñado sobre la santidad de Dios y la pecaminosidad de las personas, por lo que para mí era una experiencia sorprendente entablar amistad con no cristianos amables. No me parecieron malas personas, pero de repente la doctrina del juicio sí me pareció mal.
Reflexionando sobre esto, vi que estaba luchando en parte con algo bíblico y en parte con algo meramente cultural. El Nuevo Testamento enseña que el Señor juzgará a vivos y muertos por medio de un Hombre a quien Él ha designado (Hch 17:31; Ro 2:5-16). Jesús usó imágenes como “infierno de fuego”, “el llanto y el crujir de dientes” y “las tinieblas de afuera” para describir lo que era estar fuera de su reino (Mt 5:22; 8:12; 22:13). No había forma de evitar este telón de fondo del evangelio.
Sin embargo, algo de mi repulsión se debió a la forma en que se había enseñado sobre el juicio dentro de la subcultura evangélica. Los sermones ejercían mucha presión y se enfocaban más en escapar del infierno que en conocer a Dios. El pecado era representado en formas grotescas y caricaturizadas. El aliento del predicador olía a desprecio.
Por varios años traté de volver a aprender lo que la Biblia dice (semilla) mientras desconectaba las voces de los predicadores en mi cabeza (cáscara). También busqué maestros que explicaran el juicio de una manera que no dejara la Biblia a un lado, pero que tampoco sonara como aquellos evangelistas. Gradualmente, esto me llevó a algunos descubrimientos sorprendentes. Vi cómo el juicio hablaba de mi profundo anhelo de vivir en un mundo de justicia donde Dios corrige todas las cosas. Pude ver esto por primera vez porque volví a aprender esta doctrina fuera de mi subcultura evangélica de una manera que abordaba mis preguntas y preocupaciones dentro de ella.
3. Encuentra una iglesia que involucra tanto el evangelio como la cultura
La desculturización nos muestra que es posible diferenciar el evangelio de la cultura, pero no significa que el evangelio se pueda experimentar sin cultura alguna. El objetivo de liberar el evangelio de una cultura es que pueda echar raíces en otra. Esto significa que tu tarea no es encontrar una utopía, un cristianismo libre de cultura. Más bien, es aprender y vivir tu fe en tu cultura actual.
¿Cómo se hace eso en la práctica? Las iglesias encarnan el evangelio en una cultura particular. Una vez que hayas aprendido a ver la cultura, no podrás dejar de notar que cada iglesia tiene la suya. Las mejores iglesias son conscientes de ella. Dejan que el evangelio dé forma a la cultura dentro de la iglesia. Enseñan el evangelio de una manera que se conecta con la cultura fuera de la iglesia. Ellos discipulan a sus miembros para que vivan en esa cultura circundante de una manera que se distingan por asemejarse a Cristo.
Busca una de estas iglesias e involúcrate. Una iglesia que ama el evangelio y la cultura circundante se complace en dar la bienvenida a personas que luchan con preguntas difíciles sobre el cristianismo. Lo notarás en sus posturas, lo escucharás en los sermones y lo sentirás de los líderes.
4. Espera ver el evangelio de una manera nueva
Una iglesia que ama el evangelio y la cultura circundante se complace en dar la bienvenida a personas que luchan con preguntas difíciles sobre el cristianismo
Cuando el evangelio se libera de su cáscara cultural y se lleva a una nueva cultura, a menudo brilla de una manera fresca y hermosa.
Uno de mis ejemplos favoritos es un renombrado sermón de Matt Chandler. Este pastor en Texas describe un vergonzoso evento de ministerio juvenil de la década de 1990 sobre la abstinencia sexual. El predicador hace pasar una rosa por toda la audiencia hasta que vuelve destrozada, una analogía de lo que les sucederá a los que tienen relaciones con varias personas. “¿Quién querría esta rosa ahora?”, dice el predicador con desdén. Chandler concluyó: “¡Jesús quiere esa rosa! ¡Ese es el punto del evangelio!”.
¿Por qué esta es una imagen tan poderosa? Porque muchos en la audiencia de Chandler crecieron en el movimiento evangélico de pureza. No solo se les enseñó una ética sexual bíblica; se les enseñó en un entorno que se basaba en el miedo, la presión, la vergüenza y la fuerza de voluntad. Dentro de este mundo, la ética del sexo cristiano sonaba como una gravosa mala noticia. Peor aún, muchos de los que pecaron sexualmente comenzaron a sentirse sin esperanza, ya que la cultura de pureza tendía a oscurecer la gracia de Dios.
¿Cómo Chandler sabía todo esto? Había salido de su subcultura. Él presentó la historia contando que una madre soltera tenía una relación fuera del matrimonio. Chandler se había hecho amigo de ella y la invitó al evento esa noche, sin saber que incluiría un sermón sobre el tema sexual. Tan pronto comenzara la predicación, Chandler sabía que su amiga se sentiría avergonzada y la alejaría más de Dios. Muchos que escucharon el sermón de Chandler habían experimentado lo mismo. Pero cuando Chandler grita: “¡Jesús quiere la rosa!”, puso la cultura de pureza en la bandeja de “ignorar” y el evangelio se libera para brillar en toda su belleza.
Sé que los mismos beneficios de la desculturización están disponibles para ti. No deconstruyas tu fe. En su lugar, atraviesa el proceso de la desculturización.