Muchos de nosotros pasaremos por una tragedia que alterará nuestra vida en algún momento de esta corta existencia. Pero el desafío más profundo de la vida no es superar una catástrofe única en la vida para la mayoría de nosotros. El mayor desafío en un momento dado es sortear los desalientos más comunes de la vida. Un correo electrónico pasivo-agresivo. Un amigo querido que se muda. Un ascenso esquivo. Un dolor de espalda crónico. Pero sobre todo, el que nosotros mismos cedamos a la tentación.
Una inundación repentina puede ahogarnos, pero con el tiempo también lo hará un goteo incesante si no se le atiende. Un desastre repentino puede abrumarnos, pero con el tiempo también el goteo del desánimo lo hará si se le permite acumularse.
Hay dos maneras de vivir como creyente. Una de ellas es volverse gradualmente cínico al permitir que los desalientos de la vida te saquen a golpes el sentido profundo de destino eterno y de asombro que Dios te dio en la conversión. La segunda es aprovechar los desalientos de la vida para profundizar en la realidad de Dios y en las doctrinas que confiesas.
¿Cómo hacemos para vivir de la segunda manera?
Estos son cuatro recordatorios para mis conciudadanos santos, mientras todos luchamos juntos contra los desalientos de la vida, especialmente en lo que se refiere a nuestros propios fracasos y debilidades.
El gran peligro no es que crezcas lentamente. El gran peligro es que dejes de luchar por crecer
El crecimiento lento es crecimiento real
Tal vez sientas que tu crecimiento en Cristo es dolorosamente lento. Eso es bueno. ¿Qué cristiano sano está felizmente contento de su crecimiento mientras navega tranquilamente por este mundo caído? Los cristianos sanos están confundidos por su ritmo lento de crecimiento. Esta es la frustración bendita de un corazón vivo para Dios, y vivo para el gozo y la belleza.
Recuerda, sin embargo, que un crecimiento lento no deja de ser un crecimiento real. Piensa en las metáforas agrícolas que el Nuevo Testamento utiliza para referirse a nuestra vida en Cristo (p. ej. Mt 13:1-9; Jn 15:1-9; Heb 6:7). Las flores no florecen de la noche a la mañana, sino al cabo de varios meses de condiciones variables: de día y de noche, soleadas y nubladas, secas y húmedas, más cálidas y más frías. Están creciendo, aunque es casi imperceptible día a día.
El gran peligro no es que crezcas lentamente. El gran peligro es que dejes de luchar por crecer. En la economía del evangelio, luchar es ganar. No te rindas. Tu frustración por tu ritmo de crecimiento refleja la presencia del Espíritu en tu vida.
El crecimiento lento es crecimiento real.
Tienes todo lo que necesitas
En segundo lugar, no dejes que tus amigos, la industria editorial cristiana o tu propio corazón frenético tengan el efecto de infomerciales espirituales, enviando el mensaje de que si tan solo obtienes ese recurso, libro, hábito, doctrina o trabajo en particular, entonces el desánimo desaparecerá mágicamente. Si estás en Cristo —y todo cristiano lo está— entonces tienes todo lo que necesitas.
El desánimo sobre el estado de tu vida cristiana no es el resultado de carecer de recursos espirituales, sino de que pierdes de vista la realidad con recursos espirituales. El problema de un mendigo multimillonario no es la falta de fondos, sino la falta de acceso a esos fondos. «Su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad» (2 P 1:3). «Toda la plenitud de la Deidad reside corporalmente en Él, y ustedes han sido hechos completos en Él» (Col 1:9-10). El desánimo es tan mortífero porque puede sentirse como si fuera nuestra nueva normalidad. Tendemos a pensar que ahora lo vemos claro y que nunca pasará. Sentimos que el único gozo que conoceremos de ahora en adelante es un gozo falso. Así que adoptamos el cinismo como mecanismo de defensa emocional.
Sin embargo, la forma de salir del desánimo no es levantar defensas, sino pedir a Dios que nos devuelva la realidad con Él. A menudo, en el desánimo, el Señor mismo pasa de la realidad a la teoría. Seguimos siendo teístas, pero en nuestro corazón, le degradamos silenciosamente de Salvador real a Salvador abstracto. Silencia tus pensamientos desalentadores poniendo tenazmente todo tu peso en todo lo que ya es tuyo en Cristo: adopción, perdón, reconciliación, liberación, dignidad restituida y todo lo demás.
No estoy diciendo que no te ayudará comprar y leer un libro cristiano excelente, o unirte a ese grupo pequeño. Sí, puede haber recursos y prácticas que necesites «añadir» a tu vida. Pero en términos de las estructuras profundas de cómo superar el desánimo, estamos equipados con todo lo que necesitamos en el momento de la conversión para el resto de la batalla en la vida. Estamos unidos a Cristo. El Espíritu mora en nosotros. Hemos sido arrancados de este siglo y colocados en el siglo venidero que está naciendo. Hemos sido justificados y la lógica del Nuevo Testamento es que no podemos ser «des-justificados» más de lo que Jesús puede ser expulsado del cielo y devuelto a la tumba de José de Arimatea.
Tienes todo lo que necesitas.
Cristo es más grande de lo que imaginas
En tercer lugar, «considera a Jesús» (Heb 3:1). Cuando Lucy ve a Aslan en su segundo viaje a Narnia en El Príncipe Caspian, se sorprende de lo que ve:
«Aslan» —dijo Lucy—, «eres más grande».
«Eso se debe a que tú eres mayor, pequeña» —respondió él.
«Entonces, ¿no has crecido?».
«No. Pero cada año que crezcas, me verás más grande».
El crecimiento espiritual no disminuye lo mucho que queda por explorar en Cristo. El crecimiento espiritual nos lleva incesantemente a nuevos descubrimientos de Cristo. Nuestro crecimiento es un crecimiento en la comprensión de Cristo. Pablo habla de Sus «inescrutables riquezas» (Ef 3:8). El Jesús del que estás aburrido no es el verdadero Jesús. El problema eres tú, no Él. El verdadero Jesús es inescrutable e irresistible.
Sumérgete más que nunca en Jesucristo en medio de tu desánimo. Desplómate sobre Él con mayor abandono que nunca. Derrama tu corazón a Él. Lucha con Él. Ríndete de nuevo a Él. Hagas lo que hagas, no mires a otra parte que no sea Jesús mientras buscas superar tu desánimo, como un niño pequeño que mira a todas partes excepto a su propia madre cuando está cansado y hambriento.
Considera la posibilidad de que, sin saberlo, hayas domesticado al Cristo real. Tal vez, como Colón al llegar al Caribe y pensar que estaba en Asia, sin darse cuenta de que había un vasto continente inexplorado que más tarde se llamaría América, hay vastas regiones en el Cristo real que aún no has descubierto.
Ese viaje de exploración no hará que desaparezcan los desalientos. Pero elevará tu corazón por encima de ellos. Armado con una fuente de nuevos descubrimientos de Cristo, podrás abrirte paso danzando por la playa de Normandía de esta vida.
No necesitas una vida más fácil. Necesitas un Cristo más grande
Es un Cristo inagotable. Deja que se alce sobre tus desalientos, fortaleciéndote cada vez más. No necesitas una vida más fácil. Necesitas un Cristo más grande.
El cielo se aproxima
En cuarto y último lugar, recuerda: el descanso final está a la vuelta de la esquina. El cielo está cerca. Más cerca ahora que cuando empezaste a leer este artículo (Ro 13:11-12). El paraíso y la paz se arrastran hacia ti y nadie en Cristo puede eludir su captura bendita.
Esta es la asombrosa promesa del Nuevo Testamento, afianzada en la resurrección de Cristo, a la que tu propio destino ha quedado inevitablemente ligado: todo desaliento terrenal se derrumbará un día sobre sí mismo y formará parte de tu resplandor final (Ro 8:28).
Ya casi estás en casa. Nada puede descarrilarte. Ni siquiera tú mismo. Cuando caigas, toma Su mano y levántate. Jesucristo te acompaña al cielo con Su brazo alrededor de ti. Cuando falles, mírale a los ojos y deja que te dignifique y te calme con Su frescura. Le perteneces. Quédate en paz, y sigue avanzando, arrepintiéndote y regocijándote en tu camino hacia el ocaso de tu vida.
En una carta de 1942 a una mujer desanimada con sus hábitos pecaminosos, C.S. Lewis escribió:
Conozco bien la desesperación de vencer las tentaciones crónicas. No es grave siempre que la petulancia autoinfligida, el fastidio por batir récords, la impaciencia, etc. no se impongan. Ninguna cantidad de caídas nos hundirá si seguimos levantándonos cada vez. Por supuesto, cuando lleguemos a casa seremos unos niños harapientos y llenos de barro. Pero los baños están listos, las toallas fuera y la ropa limpia tendida en el armario (Collected Letters, 2:507)
Nos vemos allí.