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Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado de ¿Por qué la Reforma aún importa? Conociendo el pasado, para reflexionar sobre el presente y dar forma al futuro, de Tim Chester y Michael Reeves. Publicaciones Andamio.

Soli Deo gloria, “gloria solo a Dios”, era uno de los resúmenes fundamentales del pensamiento de la Reforma. Esta apartaba de la humanidad todo el logro de la salvación y lo dejaba a los pies de Dios. Nadie podía decir: “He recibido vida eterna gracias a mi buena vida, mi devoción religiosa, o mi razonamiento inteligente”. Toda la gloria es de Dios (Rom. 11:33-36).

Pero soli Deo gloria también supuso un resumen de una vida de Reforma. La vida cotidiana pasó a ser el contexto en el que glorificamos a Dios. Este hincapié en la vida cotidiana brotó del redescubrimiento de las Escrituras por parte de los reformadores, porque refleja el cristianismo bíblico. Pero también fluía de su redescubrimiento de la justificación por fe.

¿Dónde tiene lugar la actividad que cuenta para Dios? Si somos justificados por infusiones de “gracia” administrada por medio de los sacramentos, como sugería la Iglesia Católica, las actividades que importan son las sacramentales en la iglesia. O si queremos lograr la unión con Cristo a través del misticismo y la contemplación, las actividades que importan tienen lugar en un monasterio. Si estás interesado en conocer a Dios, te haces monje. Si estás interesado en servir a Dios, te haces sacerdote o fraile.

El redescubrimiento de la justificación por fe por parte de Lutero barrió el ímpetu por tales actividades. Dios no exigía obligaciones religiosas como una especie de pago hacia la salvación (Rom. 3:28; Efe. 2:8-10). Si la justificación es por fe, el centro de atención y la naturaleza de la actividad religiosa cambian radicalmente.

En el catolicismo medieval, Dios está en el monasterio y no en el mercado. Dios está en la Misa y no en el hogar. Mientras más acentúes lo sagrado de los lugares sagrados, menos será Dios una característica de la vida cotidiana. No es que Él esté ausente. Sigue ahí para ver y contar tus pecados. Pero en el catolicismo medieval Dios era una realidad distante y prohibida. Se accedía a Él, si era posible, a través de la mediación de los santos. Nunca eras aceptable para Él, por lo que no podías pensar en acercarte a Él directamente, ni querrías hacerlo.

La justificación por fe significa que Dios no es distante, porque Cristo nos lleva a una relación con Él (Rom. 5:1-2). Ahora, Él es cercano y acogedor (Efe. 2:28). Esto desemboca en un poderoso sentido de que vives la vida coram Deo, “delante de Dios”. Esta es una expresión importante para Lutero. En Calvino también hay un fuerte sentido de la presencia de Dios. Calvino dijo que en toda dimensión de la vida humana los seres humanos tienen “negocios con Dios”, negotium cum Deo.

Dios es el Dios de toda la creación. Es el Dios de todos los días de la semana, así como de los domingos por la mañana.

Aun hoy los cristianos pueden dar la impresión de que el verdadero trabajo cristiano es el realizado para una iglesia o para algún ministerio paraeclesial. O pensamos que necesitamos ir a un retiro para ser realmente espirituales. El propio término “retirada” lo dice todo. Sugiere que el pensamiento monástico sigue merodeando en nuestras mentes. O medimos el compromiso con Cristo en términos de compromiso con las actividades de nuestra iglesia. Se supone que la persona que asiste habitualmente a la reunión de oración y sirve en el Consejo de una iglesia es un cristiano fuerte. Los que tienen menos tiempo para estas cosas porque están demasiado ocupados en el trabajo o sirviendo en la comunidad parecen fallar como discípulos. Hacemos del llamamiento a seguir a Cristo un llamamiento a participar en los programas de la iglesia. Y entonces nos preguntamos por qué somos tan pobres a la hora de alcanzar a los perdidos o impactar a nuestra cultura.

Aun así, hoy tendemos a buscar la religión en lo extraordinario. Esperamos encontrar a Dios en las reuniones especiales en lugares especiales, sea la grandeza de una catedral con su elaborada liturgia o el zumbido de un servicio de adoración de muchos decibelios. La doctrina de la vocación de Lutero colocaba la obra de Dios firmemente en lo ordinario. Por medio de nuestra vocación Dios se revela incluso en actividades mundanas.

Dios es el Dios de toda la creación. Es el Dios de todos los días de la semana, así como de los domingos por la mañana. Hizo a la humanidad a su imagen para que reflejara su gloria en su mundo (Gén. 1:26-28). En el evangelio somos restaurados a nuestra verdadera humanidad. Somos renovados de forma que podamos reflejar de nuevo la gloria de Dios en el mundo de Dios. La afirmación de la vida cotidiana por parte de la Reforma es una invitación a considerar toda la tierra como el teatro de la gloria de Dios y ver nuestras vidas como oportunidades de reflejar esa gloria.


Imagen: Lightstock.
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