En términos prácticos, el significado bíblico más básico de “unción” es señalar la acción de frotar con aceite o derramar aceite sobre algo o alguien como símbolo de dedicación a Dios.
La palabra “unción” no aparece acompañada del adjetivo “doble” en ninguna de las 27 veces que figura en la Escritura. Quizá el uso de la frase doble unción se origina de la unión de dos términos usados en dos pasajes distintos:
Primero, Eliseo usó las palabras doble porción en su diálogo con el profeta Elías, cuando le iba a suceder: “Elías le dijo a Eliseo: ‘Pide lo que quieras que yo haga por ti antes de que yo sea separado de ti’. Y Eliseo le respondió: ‘Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí’” (2 R 2:9, cursiva añadida).
Segundo, el apóstol Juan se refirió al Espíritu Santo como “la unción” que reciben los creyentes (1 Jn 2:20, 27). Al unir los dos términos, muchos podrían creer que hoy los creyentes podemos pedir una “doble unción” o “doble porción” del Espíritu Santo. Sin embargo, es importante comprender que hoy no necesitamos hacer tal solicitud. El pastor Enrique Oriolo expone a continuación algunos argumentos bíblicos sobre este asunto.
¿Necesitan los creyentes pedir una doble unción?
Si bien es cierto que hay momentos donde el Señor nos capacita para hacer mejor una tarea (al orar o predicar la Palabra, por ejemplo), ¿podríamos decir que es necesario pedir un mayor nivel de unción para el creyente actual? No. El Espíritu Santo que vive en nosotros es Dios mismo, y Dios no tiene variantes en su persona. Él es todo; pleno y perfecto. ¡Que no haya mayor unción es una buena noticia para nosotros! Dios nos ha dado todo en Cristo y, como afirmó Pablo, “estamos completos en Él” (Col 2:10-12).
Así como en los días de Juan, tenemos también una élite de falsos maestros que aseguran haber recibido revelaciones de Dios sobre cómo alcanzar mayores niveles de poder en la vida cristiana. No hay necesidad de correr detrás de falsos maestros que aseguran llevarte a un nivel mayor de conocimiento y de unción. Tenemos la unción del Espíritu Santo que nos guía a la verdad. Tenemos a Cristo y Él solo es suficiente.
No hay necesidad de correr detrás de falsos maestros que aseguran llevarte a un nivel mayor de conocimiento y de unción
En el Antiguo Testamento, el ungimiento era algo sumamente particular. Nadie era ungido fuera de la orden explícita de Dios y no eran muchos los ungidos. Estos ungimientos se realizaban derramando aceite sobre la persona escogida por Dios, para así marcar su sello de “ungido de Dios”, de “escogido”. A través de este acto solemne, el objeto de la unción recibía una capacitación y autoridad especial de Dios para desempeñar un rol exclusivo de esa persona (rey, sacerdote, profeta, etc.).
En el Nuevo Testamento encontramos la palabra “unción” (gr. chrîsma) solo en dos ocasiones, ambas en el mismo libro y en el mismo capítulo (1 Jn 2:20, 27). El apóstol Juan está dirigiendo esta porción de la epístola principalmente a combatir las herejías que se estaban infiltrando en la iglesia y que estaban minando las columnas de la fe cristiana. Falsos maestros estaban enseñando que Cristo no se había encarnado y que no era el Hijo de Dios. La exhortación del apóstol va directamente a que no oigan a otros maestros porque ellos ya conocen la verdad, ya han recibido la “unción del Santo” (1 Jn 2:20), y no tienen necesidad de que nadie les enseñe nada nuevo. Juan comienza la advertencia hablando de que muchos anticristos se han levantado (1 Jn 2:18), y continúa animándolos:
“Pero ustedes tienen la unción del Santo, y todos ustedes lo saben. No les he escrito porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo” (1 Juan 2:20-22).
Es como si Juan estuviera diciéndoles a sus lectores que ¡no abracen otra verdad porque es una mentira! Ustedes recibieron el Espíritu Santo que los guía a toda la verdad (Jn 16:13) y pueden discernir la verdad de la mentira porque han sido ungidos. Más tarde les afirmará que esa unción no se apartará de ellos sino que “la unción que recibieron de Él permanece en ustedes, y no tienen necesidad de que nadie les enseñe. Pero así como Su unción les enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como les ha enseñado, ustedes permanecen en Él” (1 Jn 2:27).
La unción en el Nuevo Testamento es una alusión al Espíritu Santo que ha recibido todo creyente
La unción en el Nuevo Testamento es una alusión al Espíritu Santo que ha recibido todo creyente. El Espíritu Santo que hemos recibido de Dios nos capacita para discernir el error y nos guía a la verdad a través de Su Palabra. Claro está, como bien menciona el Dr. Constable en sus notas sobre 1 Juan: hay factores que al creyente le pueden hacer caer en un error, como un estado deplorable de su vida espiritual, las enseñanzas humanas que absorba o el pecado en su vida.
Nada ha cambiado desde que Juan escribió esta epístola. Vivimos como cristianos siendo atacados constantemente por falsas enseñanzas que quieren minar la solidez, seguridad y pureza de nuestra fe. En este mundo, al cual no pertenecemos, los que hemos nacido de nuevo estamos ungidos por Dios con el Espíritu Santo para poder discernir el error de la verdad. Él mismo nos ha dado herramientas como el estudio de Su Palabra, la oración y la meditación para conocer Su voluntad con respecto a todas las cosas.