Rara vez en un proyecto escrito se le da al autor la oportunidad de abordar un tema que permea la Escritura, que es penetrante tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pero en este caso, mi asignación da para eso y más, ya que la sabiduría y la vida en el evangelio son temas cruciales en los ministerios de evangelismo, discipulado, y crianza cristiana. Además, la sabiduría es una bendición de la gracia común otorgada por Dios en su infinita bondad a un mundo de pecadores impenitentes.
La sabiduría del evangelio
A través del evangelio, la gracia de Dios concede a los pecadores la sabiduría para confesar sus pecados y correr hacia el Hijo de Dios, el único que puede salvarlos de la culpa y el poder del pecado.
Por otra parte, un discipulado saturado del evangelio permite a los pecadores ahora salvos emplear los dos medios interdependientes para adquirir sabiduría: la oración de fe, y el “escuchar y hacer” la Palabra de Dios, así como lo escribe Santiago, el cual es a menudo considerado el libro de sabiduría del Nuevo Testamento. Además, en la crianza cristiana, la sabiduría es un objetivo muy deseado, el cual es claramente ensalzado en Proverbios. Su valor se ilustra en los efectos repetitivos que la crianza de María y de José tuvo en la vida de Jesús. Al embarcarse Jesús en la adolescencia, el Evangelio de Lucas resume su infancia: “Y el Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” (Lucas 2:40). Otro resumen del enfoque de los padres enfatiza la importancia de desarrollar la sabiduría al entrar Cristo en la edad adulta: “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Es cierto que estos versos piden ser examinados más, pero al menos se puede observar que en la cantidad limitada de textos que describen la actividad de José y María como padres de Jesús, se nos informa en varias ocasiones que Él estaba “aumentando en sabiduría”.
Tipos de sabiduría en las Escrituras
La Palabra de Dios revela dos tipos de sabiduría. La primera es la sabiduría del mundo, que es “terrenal, natural, diabólica” (Santiago 3:15). Esta sabiduría infernal deja a su paso caos, quebrantamiento, facciones, muerte, y destrucción. La segunda es la sabiduría de lo alto, otorgada por Dios a aquellos que se lo piden. Se encuentra en su Palabra, y se accede a ella por el oír la Palabra predicada fielmente, y luego al incorporarla en nuestras vidas a través de la obediencia. La sabiduría del mundo es en realidad “la necedad del hombre” disfrazada de sabiduría, y propagada por las religiones hechas por el hombre en una miríada de “ismos”: humanismo, progresismo, materialismo, consumismo, secularismo, etc. Sin embargo, en contraste, la sabiduría de lo alto o sabiduría del cielo es “primeramente pura, después pacífica, amable, condescendiente, llena de misericordia y de buenos frutos, sin vacilación, sin hipocresía” (vv. 17-18).
El mapa bíblico de la sabiduría
El mapa bíblico de la sabiduría de lo alto se inicia en la literatura sapiencial del Antiguo Testamento, y se define más en Santiago. Este mapa para recibir la sabiduría dada por la gracia es el conocimiento correcto empleado con conocimiento penetrante, expresado en sabiduría cotidiana.
En otras palabras, como Proverbios dice, el mapa es “para aprender sabiduría e instrucción, para discernir dichos profundos” (Prov. 1:2). En otras palabras, la Palabra de Dios delinea definitivamente el viaje diseñado por Dios, el cual consta de tres pasos para obtener la sabiduría de lo alto para aquellos a los que estamos discipulando, o a los niños que estamos criando.
Primer paso: conocimiento
Para el cristiano, el conocimiento comienza con la revelación divina, no la imaginación humana o la intuición. La Palabra infalible de Dios no solo es confiable, sino suficiente para todo lo que necesitamos, incluso para definir la cosmovisón cristiana. Todo en la Palabra de Dios es verdad. Sin embargo, no toda la verdad está en la Biblia; la creación de Dios nos dice mucho. Así, mientras que todo en la Biblia es verdad, no toda la verdad está en la Biblia. Pero en la Biblia encontramos toda la verdad que necesitamos para tener una vida saturada de la sabiduría de Dios. El apóstol Pablo escribe: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17).
En el viaje a la sabiduría, debemos perseguir personalmente el conocimiento de la Palabra de Dios y persuasivamente guiar a aquellos que estamos discipulando. Así, ellos deben escuchar la Palabra de Dios fielmente predicada, la cual los lleva a la obediencia intencional y confianza humilde en la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo. Además, los pastores deben predicar la Palabra sin importar qué tan fuerte sea la oposición, explícita o implícitamente. Al hacerlo, creamos en la vida de nuestra gente un ambiente para el desarrollo de la sabiduría dada desde lo alto por el Espíritu Santo.
Segundo paso: comprensión
El conocimiento correcto derivado de la Biblia es fundamental para el paso uno en la búsqueda de la sabiduría de lo alto, la que desarrolla una cosmovisión cristiana. Sin embargo, es igualmente crucial tomar el segundo paso: la bendición del Espíritu Santo de comprender. La experiencia madura a medida que aprendemos a utilizar nuestros conocimientos para interpretar y aprender de las pruebas de la vida. Una prueba de la vida, al igual que cualquier otra prueba, revela lo que sabemos y lo que todavía necesitamos saber. Esto da lugar a un estilo de vida capaz de aplicar lo que sabe y entiende con el fin de interpretar las pruebas de la vida, y responder de una manera que glorifique a Dios y cause gozo.
Existen dos vías para obtener esta comprensión que Dios da. La primera es pedir intencionalmente, a través de una oración de fe, tener entendimiento. La segunda es reclutar y emplear consejeros piadosos y maduros. (Hay sabiduría en muchos consejeros, pero asegúrate de que sean consejeros prudentes, no cualquier tipo de consejeros). Este grupo de mentores debe ser reforzado al seleccionar compañeros de oración espiritualmente maduros que oren por ti, que te desafíen, animen, y terminen la carrera contigo.
Tercer paso: sabiduría
La sabiduría es la meta y el destino. La sabiduría hecha real en nuestras vidas es un estilo de vida que glorifica a Dios, está centrada en Cristo, es hecha real por el Espíritu Santo, y toma su forma por la Biblia. Nuestro Señor afirma esto informándonos: “La sabiduría se justifica por sus hechos” (Mat. 11:19). En otras palabras, el hombre o la mujer sabia dejan un rastro que glorifica a Dios y muestra la alegría del Señor, incluso en un mundo roto. Toda la vida de un creyente, ya sea mental, social, o emocional, se va a formar por una cosmovisión centrada en Cristo, impulsada por un amor apasionado por Cristo, que se muestra en un estilo de vida formado por Cristo.
La sabiduría de lo alto no se busca hasta que se aprecia. No se aprecia hasta que la preeminencia de Cristo se valora por encima de todo. Esto nos lleva a confesar nuestra necesidad de la gracia de Dios. Sin ella, no vamos a apreciar a Cristo o su preeminencia, porque seremos susceptibles a todos los ídolos que este mundo ofrece y que nuestros corazones fabrican. El corazón del problema es siempre el problema del corazón.
Sin embargo, hay buenas noticias. El Evangelio, que es la sabiduría de Dios, aunque despreciado por el mundo, salva a los pecadores como nosotros. Esta sabiduría del Evangelio proclamada al mundo se resume en la cruz de Cristo. Allí, el amor de Dios encontró la santidad de Dios, para salvar a los pecadores para la gloria de Dios. Nos libera de la búsqueda sofisticada de la tonta sabiduría mundana, la cual es una verdadera locura, mientras que nos llama a entregar nuestro nuevo corazón a aquel que lo diseñó para ser su trono sobre nuestra vida. Cristo, que es nuestra sabiduría, será entonces preeminente en todas las cosas (1 Cor. 1:24; Col. 1:18).