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Dependiendo de tu contexto, la frase ‘‘ese es trabajo para mujeres’’ puede ser una forma de menosprecio o una fuente de orgullo. Así como el dicho ‘‘juegas como niña’’, normalmente poner el género en una tarea específica puede disminuir su valor… o elevarlo. Pocas cosas han contribuido más a la devaluación del trabajo en casa como el llamarlo ‘‘trabajo de mujeres”. Pocas cosas han contribuido más a la carga y el estrés que un sinnúmero de mujeres sienten cada día que el trabajo de la casa sea visto como ‘’solo trabajo de mujeres’’.

Pero el trabajo de la casa es para todos. La casa no está llena solamente de mujeres o madres. Normalmente está llena de niños y de un esposo. Algunas veces está llena con otros miembros de la familia y también de huéspedes.

Deja que los hombres ayuden

Por mucho tiempo el trabajo de la casa ha sido evadido y llamado “trabajo de mujeres”. Al ver mi casa como mi responsabilidad principal, entiendo por qué sucede esto. Pero los mandamientos bíblicos que conciernen a la crianza y a la hospitalidad son para ambos géneros. Los padres son ordenados específicamente a no provocar a ira a sus hijos, lo cual muestra que ellos están involucrados con sus hijos (Efesios 6:4). Los ancianos son ordenados específicamente a ser hospitalarios (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8). Limpiar y cuidar a los niños no es solamente para mujeres.

Mi trabajo principal puede ser mi hogar, y mi responsabilidad puede hacer que yo lleve la mayor carga de todos, pero eso no significa que soy la única trabajadora en casa. Cuando el trabajo de casa es para todos, entonces nuestra identidad no es destruida cuando nuestro esposo ayuda en el hogar. Somos capaces de entender y abrazar el hecho de que él también es un colaborador.

Una amiga compartió cómo se sentía cuando su esposo hacía alguna cosa en la casa. Porque el hogar es “su trabajo”, ella siente que debe hacerlo todo sola:

Normalmente siento que mi esposo no debería hacer ningún trabajo doméstico porque ha estado trabajando todo el día y yo no, o por lo menos no tanto o tan duro como él (según me imagino). Así que me siento culpable cuando lava los platos o barre el piso o saca la basura. Pero el hecho es que no toda la responsabilidad en la casa es mi responsabilidad. Y muchas veces mi esposo esta simplemente tratando de ser atento y servirme. Esto debería hacerme sentir amada, no culpable.

Una de las maneras en que luchamos contra nuestra pecaminosidad en nuestro trabajo es dejar que otros nos ayuden. Así que ¿cómo puede ayudar un esposo?

No “fracaso como mamá” por el hecho de que mi esposo cuide a los niños mientras yo escribo o doy una charla, tomo un café con una amiga, o voy al supermercado sola. No voy a tener más joyas en mi corona en el cielo si lo hago todo por mí misma. De hecho, mi esposo es tan responsable como yo del resultado de la fe de mis hijos. Él es tan responsable como yo de qué tan amados nuestros vecinos son por nosotros. Él es tan responsable como yo de ordenar el caos en nuestra casa con tareas ordinarias. Puede que él no haga tanto como yo hago, pero eso no cambia el hecho de que se necesita a toda la familia para hacer florecer nuestro hogar. (Y si soy honesta conmigo misma, él es mucho mejor con las tareas de hogar que yo).

Los debates de “a quién le toca hacerlo” solamente han incrementado esos sentimientos de pérdida de identidad. Cuando hacemos del hogar nuestra realización personal e identidad, y dejamos que otra persona haga el trabajo de casa, sentimos como si nuestro ser fuera reemplazado y opacado.

Anne-Marie Slaughter dice que “ser necesitado es un deseo universal y es la moneda tradicional con la que las madres han sido recompensadas… una cosa es soltar los quehaceres del hogar. Otra muy diferente es renunciar a ser el centro del universo de tus hijos’’.

¿Y no es así como nos sentimos cuando soltamos las cosas, como si estuviéramos perdiendo algo? Slaughter continua diciendo que esta idea de que las madres lo hacen todo, es de hecho un fenómeno nuevo, uno que surgió en los últimos 100 años. Los padres tradicionalmente han estado involucrados en el cuidado de los hijos al igual que las madres, solo que en diferentes maneras. En sociedades donde la agricultura es la industria clave, todos aprenden sobre el aspecto del trabajo de la casa de ambas partes, madre y padre. Fue hasta que los padres se fueron a trabajar y las madres se quedaron en casa a criar a los hijos que comenzó esta aguda división de quién hace el trabajo.

Así que deja a tu esposo ayudar. Quizá él no hará algunas tareas de la manera que tú las haces, (De cualquier manera, ¿quién puede hacer las cosas iguales a otra persona?) pero la casa es suya también. Los niños son suyos también. Tú eres parte de la unidad colectiva llamada el hogar.

Sé Fiel

Al final del día, no seremos juzgadas por qué tan bien limpiamos nuestros pisos, cuántas flores plantamos en el jardín, en cuántas actividades estuvieron involucrados nuestros hijos, o cuántas veces jugamos al tren en el piso con nuestro pequeño de 3 años. Ni siquiera seremos juzgadas por cómo dividimos el trabajo de casa y el cuidado de los hijos de acuerdo a las líneas tradicionales del género. Esas cosas pueden ser buenas y beneficiosas, pero no nos salvarán.

Lo que nos marcará es la fidelidad.

¿Hicimos nuestro trabajo “como para el Señor” (Colosenses 3:23-24) en lugar de hacerlo para la alabanza de la mamá o del papá de la casa de al lado? ¿Reconocimos verdadero pecado en nuestro trabajo y nos arrepentimos? ¿Admitimos nuestras limitaciones y restricciones y respondimos con humildad a ellas?

Ser supermamá no es la vía rápida al cielo o a la “lista de los buenos padres”. Pero ser fiel en lo ordinario, aun cuando es difícil, es verdadera grandeza. Esta fidelidad apunta a algo que no podemos ver con nuestra visión limitada. Es parte de algo más grande de lo que podemos entender. Somos llamados a ser fieles en el trabajo en casa, hombres y mujeres por igual.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Vency Bretón.
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