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Cómo entender el cerebro me enseña a amar mejor a Dios

Cuando he preguntado sobre cómo crecer en mi vida espiritual, nadie me ha dicho que estudie las funciones básicas del cerebro. ¿Y a ti? Probablemente no.

Sin embargo, creo con todo el corazón (o con todo el cerebro) que la manera en que nos relacionamos con Dios cambia con un entendimiento básico de cómo el cerebro crea redes neuronales en función de nuestra experiencia. Antes de abordar este tema en específico, permíteme dar un paso atrás.

Tu cerebro es responsable de tu interacción con el mundo. Verás, todo lo que miras, sientes, piensas, recuerdas y haces depende de tu procesamiento cerebral. Interactuar con el mundo —ya sea distraído frente al video número 1732 en TikTok o recitando Shakespeare en el patio de la universidad— cambia tu cerebro. Tu cerebro está cambiando constantemente en respuesta a las enormes cantidades de información del mundo exterior. Muchos de estos cambios son temporales. Considera este ejemplo: lees algo de un libro de texto, piensas que lo sabes, y luego fallas en recordarlo cuando llega el examen. ¿Qué sucedió? El cambio temporal en tu cerebro por la lectura no resultó en la reorganización/creación a largo plazo de las redes neuronales para recordar las cosas que leíste… eso es lo que sucedió. Lo que hace el estudio (especialmente el estudio efectivo) es que toma ese cambio temporal y lentamente lo convierte en algo permanente. La analogía que me gusta utilizar es una comparación con crear un camino a través de un bosque. Al principio, no hay camino. Pero, si viajas por el mismo camino todos los días, cortando las ramas que estorban, compactando la tierra bajo tus pies, eventualmente surge un camino. La creación de las conexiones neuronales en tu cerebro es hacer algo así.[1] Con suficiente práctica, el camino nace y el cambio en el cerebro es más que temporal.

William James, un pionero de la psicología temprana, escribió que “mi experiencia es lo que accedo atender”. Si pensamos en esto desde una perspectiva basada en el cerebro, esto es cierto, porque aquello a lo que atendemos es lo que al final de todo será impreso en nuestro circuito cerebral que siempre se está formando. La atención cambia lo que sucede en nuestro cerebro (algo llamado “neuromodulación”); es el guardián de la puerta de la creación y activación de las redes neuronales.

El cerebro que estamos creando hoy (a través de nuestra atención) es el filtro a través del cual hacemos sentido a todas nuestras experiencias futuras

Entonces, cuando las Escrituras nos dicen que meditemos en “todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio”, no es un consejo trivial para “pensar cosas bonitas”. Creo que Pablo nos apunta a enfocarnos en esas cosas porque las cosas a las que le ponemos atención nos cambian. Lucas registra a Jesús enseñando que seremos reconocidos por nuestro fruto, fruto que surge de nuestros corazones. Él dice que “el hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo que es bueno; y el hombre malo, del mal tesoro saca lo que es malo; porque de la abundancia del corazón habla su boca” (Lc 6:43-45).

Entonces, ¿qué tiene esto que ver con la neurociencia de la atención? Desde mi perspectiva: todo.

Los objetos de nuestra atención ocasionan cambios cerebrales. Estos cambios cerebrales reflejan y representan los objetos de nuestra atención en forma de nuevas redes neuronales. Estas redes neuronales, como el camino bien transitado por el bosque, trabajan para aumentar la facilidad con la que nuestro cerebro puede acceder y hacer sentido del objeto de nuestra atención. En el bosque, el camino hace que sea más fácil acceder al destino de ese camino en el bosque. En nuestros cerebros, las redes neuronales hacen que sea más fácil recordar y pensar sobre el objeto de nuestra atención. Así que, cuando miras el rostro de tu mejor amigo, lo reconoces porque la red neuronal que es el recuerdo de su cara (creada por la atención previa) se activa (el camino es “transitado”).

Sin embargo, cuando los objetos de nuestra atención ocasionan cambios en el cerebro, no solo es que tengamos “un nuevo recuerdo”. Es algo mucho más significativo. Esa red neuronal ahora sirve como una red fundamental cuando tu cerebro está tratando de hacer sentido de nueva información. Tu cerebro está haciendo cálculos constantes acerca de lo que te gustará, lo que deberías decir, lo que deberías sentir basado en tus experiencias previas que han sido registradas en redes neuronales. La atención en esas experiencias previas y hacia esas experiencias previas es lo que crea esas redes. Por tanto, cada nueva experiencia que tenemos es moldeada, influenciada e interpretada a través de los lentes de las redes neuronales creadas por nuestra atención previa. Esto sirve como el fundamento para crear significado; nuestros conocimientos, creencias, expectativas y deseos previos (etcétera) que utilizamos para hacer sentido a lo que está frente a nosotros es, en parte, motivado por aquello a lo que hemos atendido anteriormente. Dicho de manera directa, el cerebro que estamos creando hoy (a través de nuestra atención) es el filtro a través del cual hacemos sentido a todas nuestras experiencias futuras.

Cuando enfocamos nuestra atención en cosas inferiores a las que hemos sido llamados a enfocarnos en la Escritura, esto tiene implicaciones duraderas

Los investigadores se refieren a la influencia de lo que ya está presente en nuestras cabezas en el proceso de hacer sentido de las cosas como la “influencia de arriba a abajo”. Así es como las personas pueden ver exactamente el mismo estímulo y observar cosas diferentes. ¿Recuerdas el vestido? ¿O Laurel/Yanni? Estos casos son muy interesantes (y frustrantes) porque ilustran el increíble poder de las influencias de arriba a abajo en la manera en que hacemos sentido del mundo. A lo que le hemos puesto atención previamente moldea nuestro cerebro para hacer sentido de lo que sea que venga después. Esto es eficiente, pero hay implicaciones importantes para el mundo real. Esto incluye implicaciones para nuestra vida espiritual, porque cuando enfocamos nuestra atención en cosas inferiores a las que hemos sido llamados a enfocarnos en la Escritura, esto tiene implicaciones duraderas sobre la manera en que dirigimos nuestra atención en el futuro y la manera en que interpretamos los objetos de esa atención.

Entonces, la manera en que pasamos nuestro tiempo — el foco de nuestra atención— importa más allá del momento individual de atención. Llevamos en nuestros cerebros una representación de nuestra historia de atención previa, lo que sirve como un filtro para todas las siguientes interacciones en el mundo.

Esto ciertamente es retador. Pero, todavía más importante, adoramos a un Dios de gracia abundante. La neurociencia también corrobora esto en un concepto conocido como neuroplasticidad. Cuando elegimos redirigir nuestra atención hacia lo que es bueno, correcto y verdadero, conforme pasa el tiempo, cambiamos las redes neuronales de nuestro cerebro, un cambio que es el resultado directo de la firme redirección de nuestra atención.

Dallas Willard escribió que “Dios ordinariamente no compite por nuestra atención”. Si la atención es la puerta para los frutos de nuestros corazones, creo que la investigación sobre la neurociencia requiere que preguntemos de manera seria acerca de los objetos de nuestra atención. Este no es un llamado a “ver el lado positivo de las cosas” o encontrar luces de esperanza. No creo que la Biblia nos llame a enterrar nuestras cabezas en la arena en lugar de confrontar los problemas. Pero, conforme nos encontramos con problemas o retos, ¿cómo nos comportamos de manera digna de la vocación con la que hemos sido llamados? ¿A qué y a quién le damos atención? ¿Cómo cultivamos hábitos diarios y redes neuronales que produzcan el dulce aroma de una vida vivida para Cristo?

Una de las razones por las que estas preguntas pueden ser un reto es que hacen de nuestros pequeños minutos algo significativo. El bien o el mal en nuestros corazones no se cultiva de una sola vez, sino que se desarrolla a través de hábitos pequeños y diarios, hábitos que inician con nuestra atención. Esos hábitos diarios podrían no sentirse como que hacen mucho, pero están cambiando nuestro cerebro lenta y poderosamente… cerebros de los cuales fluyen nuestras acciones.

Siempre hay información que está entrando y siendo procesada por tu increíble cerebro, incluso si no estás consciente de ello. Desde una perspectiva basada en el cerebro, siempre le estamos prestando atención a algo. Así que esta es la gran pregunta para ti: ¿A qué le estás prestando atención?


[1] Las células nerviosas en el cerebro se llaman neuronas. Son los bloques constructores del sistema nervioso y, cuando trabajan juntas (redes neuronales), forman el fundamento de todas las funciones humanas, desde la activación necesaria para pestañear hasta la experiencia del amor o la miseria. Tu cerebro, a través de esas conexiones y redes neuronales, lleva una representación física de tu experiencia de vida subjetiva.

Una versión de este artículo fue publicada en el blog de Center for the Study of Human Behavior. Traducido por Ana Ávila.
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