Ya conoces el escenario. Suena el despertador. Bajas las escaleras a primera hora de la mañana, con la resolución de empezar el día en la Escritura. Vas a servirte una taza de café y piensas: ¿Añadí el café a la lista de compras? Así que buscas tu teléfono y sacas la lista…
Muchos de nosotros tenemos buenas intenciones cuando se trata de leer nuestras biblias. Pero antes de que nos demos cuenta, las pantallas han saboteado nuestra concentración, las necesidades de la familia o el trabajo toman el control y salimos a toda velocidad. ¿Cómo pueden las personas ocupadas y con una vida repleta hacer realidad estas buenas intenciones?
Recuerda el «Por qué»
Empezamos recordando nuestro porqué. ¿Por qué abrimos nuestras biblias en primer lugar? ¿Para marcar una casilla de nuestro plan? ¿Para obtener más información? ¿Realmente importa? Escucha la amable invitación de Dios en Isaías 55:
Todos los sedientos, vengan a las aguas;
Y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman…
Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno,
Y se deleitará su alma en la abundancia.
Inclinen su oído y vengan a Mí,
Escuchen y vivirá su alma (Is 55:1-3).
Alimentar nuestras almas hambrientas con las Escrituras es un asunto de vida o muerte (Dt 32:47; Jn 6:63). Las palabras vivas del Dios vivo son el alimento que nuestras almas necesitan para vivir. Esa Biblia de tu mesita o estantería —la que apenas has tocado y está acumulando polvo, o la que tiene las páginas rotas porque las has pasado durante décadas— no es un libro cualquiera. Está vivo porque su Autor ha resucitado (He 4:12).
Las palabras vivas del Dios vivo son el alimento que nuestras almas necesitan para vivir
¿Qué ocurre cuando respondemos a la invitación de Dios? Cuando le «escuchamos atentamente», «inclinamos» nuestros oídos y «venimos a Él», llegamos a comer «lo que es bueno». Cuando comes algo delicioso, te deleitas en ello. De modo que aquí hay un ciclo de gracia: la diligencia lleva al deleite, y el deleite profundiza la diligencia.
Planifica el «cómo»
Venimos a la Palabra de Dios para encontrarnos con una persona, para deleitarnos en Jesucristo, para conocerle y vivir para siempre con Él, empezando ahora mismo (Lc 24:27). Pero ¿cómo?
5 Minutos: Una merienda
En ocasiones, simplemente tomamos lo que podemos. ¿No es eso lo que hacemos con la comida cuando nos ruge el estómago? Cuando tenemos hambre, tomamos lo que está a nuestro alcance, así que es sabio que los alimentos nutritivos sean fáciles de obtener, y lo mismo ocurre con la Palabra de Dios. Si guardamos la Biblia en un lugar visible, podremos recurrir a ella (y no a la comida basura de las redes sociales) cuando tengamos poco tiempo.
Si solo dispones de cinco minutos —antes del trabajo o antes de que se levanten los niños, durante la pausa para comer o con tu familia a la hora de cenar—, elige un versículo o párrafo de las Escrituras para merendar. Medita unos instantes sobre un aspecto del carácter de Dios o una promesa revelada en el texto. Luego, aprovecha el último minuto para orar en respuesta. Incluso puedes escribir un versículo o una verdad que te gustaría recordar y llevarlo contigo para poder seguir meditando en él a lo largo del día (Sal 119:11).
10-15 Minutos: Una comida
Las meriendas nos sostienen durante un tiempo, pero al final nuestro cuerpo necesita una comida completa y balanceada. Lo mismo ocurre con las Escrituras: nuestras almas no se alimentarán si todo lo que hacemos es picar algo de la Palabra.
Necesitamos proporcionar intencionalmente a nuestras almas una comida que nos nutra con la verdad. A menudo llamamos a esta comida «tiempo devocional» y sentimos que hemos fallado si no luce de cierta manera.
Pero Dios no es prescriptivo al respecto en Su Palabra (Dt 6:5-6; Fil 2:16; Jn 15:4). Él desea que demos prioridad al encuentro con Él a través de las Escrituras, sea como sea. Quiere que tengamos hambre de Él, del Pan de Vida, no de una fórmula. Quiere que busquemos a nuestro perfecto Salvador Jesús, no un tiempo devocional perfecto, como si tal cosa existiera (Jn 5:39-40).
Dicho esto, ¿cómo podría ser una «comida» de 10-15 minutos? Puedes dedicar los primeros cinco minutos a leer un capítulo de la Biblia. Dedica los cinco minutos siguientes a formular preguntas sobre el texto: ¿Qué me dice esto sobre Dios? ¿Sobre mí mismo? ¿Del mundo? ¿De la iglesia? ¿El mundo espiritual? Después de meditar, aprovecha los últimos cinco minutos para responder en oración.
30 minutos o más: Un banquete
Si una buena comida alimenta nuestro cuerpo, un banquete es una versión extendida de este placer, que suele incluir varios platos así como una larga y prolongada experiencia gastronómica.
Supongamos que tienes 30 minutos o más para estar con Jesús en Su Palabra. Podrías leer la mayor parte (o todos) los capítulos de tu plan de lectura bíblica para ese día, consultar un libro o comentario útil para estimular tu pensamiento, meditar sobre el pasaje anotando en un diario tus preguntas y pensamientos, y luego responder en oración. Incluso podrías memorizar un pasaje más largo de las Escrituras durante este tiempo.
Aquí hay un ciclo de gracia: la diligencia lleva al deleite, y el deleite profundiza la diligencia
No olvides que tu comida espiritual principal se sirve durante los servicios de adoración en la iglesia, cuando tu pastor predica de la Palabra de Dios (Col 3:16). Es una comida que él ha preparado cuidadosamente para alimentar tu alma hambrienta. A menudo olvidamos que las Escrituras fueron concebidas para el pueblo de Dios reunido, no solo para individuos. Recibe la Palabra predicada como un don del Señor, una oportunidad para meditar en Cristo y ser transformado por Su Palabra.
Solo ven
Como sea que vengas a la Palabra de Cristo, ven. No dejes que la falta de tiempo o de energía se convierta en excusas que te impidan hacer lo más importante: conocer y deleitarte en tu Dios. Para esto fuiste hecho. Separado de Él, tu alma se marchitará y morirá; pero con Él, florecerás (ver Sal 1; 19; 92; 119).
Al acercarte ahora a Él a través de Su Palabra, ya sea en forma de merienda, comida o banquete, estás vislumbrando el glorioso banquete venidero (Ap 19:6-10), por lo que es digno de cualquier inversión de tu tiempo.