Por qué Dios nos dio a Josué
¿Por qué deberíamos estudiar el libro de Josué? Las mejores respuestas a esa pregunta vendrán cuando comprendamos por qué Dios nos dio este libro. ¿Por qué Dios quiere que estudiemos el libro de Josué? Esa es la pregunta crucial.
Hay un número de estrategias para discernir por qué Dios nos dio un libro particular de la Biblia: la estructura del libro, las ideas repetidas y cómo el Nuevo Testamento se refleja en el libro, por dar tres ejemplos.
Usando estas tres estrategias, aquí hay tres razones para leer a Josué.
Mira a Israel heredar la tierra prometida
Dios prometió a Abraham que sus descendientes heredarían Canaán, una tierra llena de habitantes, ejércitos y ciudades fortificadas. Pero ¿cómo exactamente pasa Israel de vagar por el desierto a establecerse en su tierra? El libro de Josué cuenta esta historia.
La escena inicial del libro es tensa. Moisés ha muerto. Pero la promesa de salvación está viva. El Señor ordena a Josué que lleve a Su pueblo a través del río Jordán hacia la tierra, prometiéndole éxito dondequiera que vaya, siempre y cuando él y el pueblo guarden la Palabra del Señor. Al final del libro, Josué está muerto y enterrado en la tierra que heredó.
En el medio del libro está la historia del coraje y la conquista de Josué, mientras conduce al pueblo a la tierra. La estructura del libro deja claro este énfasis: cruzar a través de la tierra (caps. 1 – 5), tomar la tierra (caps. 6 – 12), dividir la tierra (caps. 13 – 21) y servir al Señor en la tierra (caps. 22 – 24). Centrada en este traslado a la tierra, la historia de Josué nos orienta hacia el escenario en el que se desarrollará gran parte del resto de la Biblia.
Pero más que un lugar, la tierra es un patrón que recuerda al Edén. De hecho, muchas veces en la Biblia se hace referencia a la tierra de Canaán como «el jardín del Edén» (Gn 13:10; Is 51:3; Ez 36:35; Jl 2:3). La tierra también espera con ansias la mayor herencia de la nueva creación. Por eso Abraham, quien recibió la promesa de la tierra, con todo, deseó «una mejor patria, es decir, la celestial» (He 11:16). Esta es la herencia fundamental a la que señala sutilmente la historia de Josué cuando, por ejemplo, los levitas quedan fuera de las asignaciones de tierras, porque «El SEÑOR, Dios de Israel, es su heredad» (Jos 13:33).
La obediencia y la pureza requeridas para que Israel morara con Dios en Canaán nos enseñan sobre lo requerido para que el ser humano more con Dios
Una cosa más sobre la entrada de Israel en la tierra. ¿Por qué fue necesaria la matanza de los habitantes de Canaán? Esta pregunta presenta a los lectores sensibles una dificultad comprensible. Comprender la tierra a la luz de toda la Biblia nos ayuda aquí. Los humanos fueron desterrados del Edén a causa del pecado, y no habrá ningún pecado en la nueva creación. La tierra es una muestra de esa perfección que está por venir. La obediencia y la pureza requeridas para que Israel morara con Dios en Canaán nos enseñan sobre lo requerido para que el ser humano more con Dios en cualquier lugar.
Deberíamos leer el libro de Josué para conocer la geografía de la historia de la Biblia. Aún más importante, como una parada en el mapa bíblico hacia el cielo. Pero dada la pecaminosidad humana, ¿cómo podría ser posible la salvación definitiva? Después de todo, al final del libro de Josué todavía había habitantes en la tierra y más adelante en la historia bíblica incluso Israel será expulsado debido a su incredulidad. Esto nos lleva a nuestra segunda razón para leer Josué.
Contempla al Señor que guarda el pacto
Hay un resumen sorprendente del libro escondido en Josué 21: «De esa manera el SEÑOR dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus padres, y la poseyeron y habitaron en ella» (v. 43). Las palabras claves de esta frase —dio y dar— se repiten a lo largo del libro. Por ejemplo, al principio del libro, el Señor ordena a Josué que cruce el Jordán «a la tierra que Yo les doy», la tierra que «les he dado a ustedes», la tierra que Él juró «a sus padres que les daría» (1:2, 3, 6).
Dentro del contexto del pacto de Dios con Israel establecido por medio de Moisés, se requería obediencia para recibir la bendición que Dios prometió. Este requisito se refuerza claramente en el libro de Josué (1:7-8). Josué y el pueblo debían obedecer al Señor y, cuando lo hicieran, el Señor prometió bendecirlos con la victoria. El Señor dio a Su pueblo las instrucciones para la batalla en Jericó que confundieron la sabiduría militar y demostraron que Él realmente luchaba por ellos. El Señor detuvo el sol y arrojó granizo a los enemigos de Israel. Por el contrario, si desobedecían al Señor, Él prometió maldecirlos. Esta es la razón por la cual Jericó cayó en manos de Israel en el capítulo 7, y por qué Israel cayó en manos de Hai en el capítulo 8. Sin embargo, Josué y el pueblo no ganaron la tierra. La tierra es dada por el Señor y es dada en cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham.
Josué y el pueblo no ganaron la tierra. La tierra es dada por el Señor y es dada en cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham
Esta visión del carácter infalible de Dios es una enseñanza teológica importante del libro de Josué, una enseñanza que nos ayuda a comprender nuestra dependencia del Señor para nuestra propia salvación. Mientras observamos a Dios cumplir meticulosamente Sus promesas, tanto al bendecir por obediencia como al maldecir por desobediencia, recordamos que Él también cumple las promesas del nuevo pacto.
Pero en el nuevo pacto, Dios ha dado un Mediador del pacto perfectamente obediente: un Salvador mayor que Josué, para guiarnos a una salvación mayor que la de Canaán. ¿Cómo puede un hombre hacer esto? Este Salvador divino-humano toma las maldiciones que merecemos por nuestra desobediencia y nos da la bendición que Él ganó con Su obediencia. La historia de Josué contribuye a la tensión dentro de la trama del Antiguo Testamento que nos lleva a las buenas nuevas de este Salvador y Su cruz y resurrección victoriosas.
Entonces, debemos leer el libro de Josué para contemplar al Señor que hace grandes promesas y que cumple cada promesa que hace. Pero ¿para quién es esta salvación? Esta pregunta nos lleva a nuestra tercera razón para estudiar el libro de Josué.
Aprende de la fe de los pecadores sorprendentes
En el libro de Josué hay muchas noticias buenas para los pecadores. Tal como lo prometió, el Señor preparó un lugar para morar con Su pueblo. Tal como lo prometió, lo hizo por medio de un gran líder e hijo de Abraham. Tal como lo prometió, Su pueblo se multiplicó y floreció.
Pero todavía hay más noticias buenas en la historia de Josué. Aquí es donde se vuelve personal para pecadores como tú y como yo. En esta historia vemos la bendición de Abraham llegar a las naciones. Esto sucede de maneras hermosas y sorprendentes. Detrás de los muros de la fortificada y endurecida Jericó hay una prostituta gentil que cree que el Señor es el Dios del cielo que le ha dado la tierra a Israel (Jos 2). Ella cree y es salva. Cuando la tierra es repartida, la primera persona que recibe una herencia es Caleb, un cenezeo (Nm 32:12), cuyo pueblo antes era gentil (Jos 14:14; Gn 15:19). Creyeron y fueron contados entre el pueblo de Dios. Luego, en el camino, los gabaonitas gentiles hacen un pacto con Josué, aunque de manera disimulada, y también participan de las promesas de Dios (Jos 9). Creyeron que su única seguridad la encontrarían en el Dios de Israel y fueron salvos.
Entonces, ¿qué vamos a hacer? Al leer el libro de Josué, nos inspiramos en los autores del Nuevo Testamento, quienes elogiaron la fe de personas como Rahab y alabaron a Dios por traer la salvación hasta nosotros (He 11:31; Stg 2:25).
Al dar la tierra, el Señor nos muestra el tipo de salvación que trae. Al cumplir las promesas de Su pacto por medio de Josué, el Señor nos muestra la clase de Salvador que proporciona. Al salvar a los gentiles por la fe, el Señor nos muestra la clase de personas que salva. Hay otras razones, pero estas son las mejores para abrir, leer y estudiar el libro de Josué.