¿Qué sucede si usas billetes falsos para tus gastos? Es probable que te salgas con la tuya por un tiempo, pero en algún momento alguien se dará cuenta y deberás pagar las consecuencias de tu engaño. Lo mismo sucede con una persona que dice ser creyente, pero no lo es: puede pasar por cristiano por un tiempo, incluso para sí mismo, pero tarde o temprano todo saldrá a la luz.
Es una pena reconocer que hay personas en las iglesias que lucen como cristianos, hablan como cristianos, «huelen» como cristianos, pero no son cristianos. Son a quienes Jesús dirá: «Jamás los conocí; apártense de Mí, los que practican la iniquidad» (Mt 7:23).
Esto despierta la pregunta: ¿cómo podemos saber si pasamos la prueba de un cristianismo real? Para esto, contamos en la Biblia con una carta breve que posee temas cruciales para evaluar nuestra fe: la primera carta de Juan. En este artículo quiero animarte a leer y estudiar esta epístola como una manera de afirmar tu fe. Conozcamos un poco más de ella antes de avanzar a las lecciones centrales.
Una carta contra las falsas enseñanzas
Esta carta fue escrita por Juan, el discípulo de Jesús. Gracias al testimonio histórico sabemos que el apóstol supervisaba a un grupo de iglesias en Asia (actual Turquía), alrededor de la ciudad de Éfeso. Es posible que se trate de las siete iglesias que se mencionan en los primeros capítulos de Apocalipsis (caps. 2-3).
El propósito de Juan era abordar un tema difícil para aquellas iglesias: el crecimiento de una enseñanza que cuestionaba la persona y naturaleza de Cristo. Juan describe con palabras fuertes a quienes estaban detrás de estas enseñanzas:
- Eran anticristos (2:18, 22; 4:3), es decir, negaban que Jesús fuera el Cristo, el Mesías prometido.
- Eran falsos maestros, personas que habían pertenecido a la iglesia, pero quienes salieron de ella (2:19; 4:1).
- Eran engañadores que llevaban a la gente por el mal camino (cp. 2 Jn v. 7).
Aunque no sabemos todo lo que enseñaban estos falsos maestros, podemos deducir por las palabras de Juan, y por lo que sabemos de la historia, que sus enseñanzas incluían componentes de una herejía que afectó a la iglesia durante los siguientes siglos: el gnosticismo.
El verdadero creyente se reconoce por la manera en que maneja su pecado: se arrepiente y lo confiesa
El gnosticismo resaltaba la idea de un conocimiento oculto y elevado. Los gnósticos se veían como «iluminados», como poseedores de un conocimiento especial que no estaba al alcance de todos. Eran místicos que se basaban en intuiciones espirituales y que, de esa manera, terminaban cuestionando a las Escrituras. Se podría decir que los gnósticos se presentaban como pensadores innovadores.
Una enseñanza importante del gnosticismo en los primeros siglos del cristianismo fue la creencia de que las cosas materiales son intrínsecamente malas. La materia era impura, mientras que el conocimiento era puro y superior. Entonces, Cristo no podía ser un verdadero hombre, sino que solo poseía una apariencia de humanidad. De manera similar, los gnósticos creían que los creyentes debían «despojarse» de su materia física y seguir la «chispa interior» de Dios para alcanzar un conocimiento superior.
Como puedes imaginar, este tipo de enseñanzas trae serias dudas sobre la autenticidad de la fe cristiana para aquellos que abrazan el gnosticismo. Si Jesús no tuvo un cuerpo real, Su encarnación, Su nacimiento virginal y Su vida perfecta carecen de importancia. Además, sin un cuerpo para morir y resucitar, no existiría un Salvador real que pueda actuar como sustituto por los pecados de Su pueblo. También tiene consecuencias terribles para la vida práctica cristiana: si lo que sucede en el cuerpo carece de valor, entonces el pecado no es tan grave y la santidad es opcional.
Una carta para tu autoevaluación
El apóstol aborda el problema de estas falsas enseñanzas con la autoridad de un testigo presencial y ocular de Jesús (1 Jn 1:1-3), denunciado el error para desenmascarar a los mentirosos. Pero no descuida el tono tierno, afectuoso y pastoral que tiene por su audiencia, sus «hijitos» en la fe (2:1, 18). Juan Calvino solía afirmar que un maestro debe tener dos voces, una para cuidar a las ovejas y otra para ahuyentar a los lobos. Eso es lo que tiene el apóstol en esta carta.
La carta es realmente un sermón. El apóstol no está interesado en darles información a los creyentes, sino en motivarlos a evaluar su fe, si es verdadera o no, a través de las prácticas de su vida cristiana.
Juan escribe con un propósito claro: «Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna» (5:13, énfasis añadido). El énfasis está en saber, en tener seguridad y certeza de nuestra salvación. Juan quiere que sepamos sobre la autenticidad de nuestra fe, que podamos distinguir si estamos siguiendo la verdad de las Escrituras o falsas enseñanzas contrarias a Cristo.
El cristiano debe tener cuidado con las ideas novedosas que se promocionan como modernas, pero que niegan las bases bíblicas de la fe
Por eso te animo a que puedas leer, estudiar y meditar en la primera carta del apóstol Juan. Con ese fin quiero compartirte cinco lecciones centrales de la epístola, que te guiarán en una lectura eficaz.
1. La doctrina es importante y no está separada de la vida práctica. Lo que crees es crucial y puede marcar la diferencia entre una eternidad con Dios o separado de Él (3:18-19).
2. El verdadero creyente no practica el pecado. Según Juan, el que practica el pecado no ha conocido a Dios (3:6), aunque todavía comete pecado. Sin embargo, el verdadero creyente también se reconoce por la manera en que maneja su pecado: se arrepiente y lo confiesa (1:8-9). «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (v. 8).
3. La santidad personal y la vida en comunidad van juntas. Si Cristo está en tu vida, eres una persona que lucha contra el pecado en el contexto de una iglesia local. A quien Dios salva, también santifica (3:4-10), lo que incluye un amor por sus hermanos y su comunidad de fe (3:14-15): «En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquel que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquel que no ama a su hermano» (v. 10).
4. El cristiano debe cuidarse de los falsos maestros. La falsa doctrina es un verdadero problema y el cristiano debe tener cuidado con las ideas novedosas que se promocionan como modernas, progresivas o místicas, pero que niegan las bases bíblicas de la fe. «Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus para ver si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo» (4:1).
5. El creyente tiene certeza en Cristo. Vivimos en tiempos donde la certeza, la convicción clara y firme de la verdad, no es bien vista. El mundo dice que tener seguridad en nuestras convicciones nos hace arrogantes e intolerantes. Sin embargo, Juan enseña que los cristianos debemos tener certeza en Cristo y las Escrituras. «Hijos míos, ustedes son de Dios y han vencido a los falsos profetas, porque mayor es Aquel que está en ustedes que el que está en el mundo» (4:4).
Ánimo y advertencia
Hay personas que se ven como cristianos y lucen ante los demás como cristianos, pero en realidad no lo son. Por eso Jesús advertía: «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos» (Mt 7:21).
Amado lector, no quieres que este versículo se aplique a ti. No quieres ser ese billete falso que quizá estuvo en circulación por mucho tiempo, pero que, cuando llegó al banco, quedó expuesto por lo que realmente era. Así sucede con un creyente falso: tal vez haga muchas cosas buenas en esta vida, pero cuando enfrente el juicio final será rechazado.
Por eso te insisto en que estudies y medites en la primera carta de Juan, para evaluar tu fe y las enseñanzas que estás siguiendo. Si eres verdadero creyente, afirma tu certeza en Cristo y Su amor. Si no lo eres, te animo a conocer el verdadero amor de Dios, quien envió a Su Hijo al mundo a dar Su vida por Su pueblo.