×

Es un secreto a voces: las relaciones interpersonales son complicadas. Aunque intentemos que no sea así o pretendamos nunca tener tensiones con alguien, es imposible evitarlo. En el trabajo, en la escuela o en el vecindario, siempre habrá malentendidos o diferencias que dañen tu relación con otros. Los seres humanos tenemos una naturaleza caída y hacemos aquello que no deseamos hacer (Ro 7:19-25).

Tristemente, llevamos nuestros problemas interpersonales a todos lados, incluso a la iglesia. He escuchado a muchos cristianos decir frases como «Me esperaba esta clase de problemas en el trabajo, pero no en la iglesia». Los creyentes hemos vuelto a nacer y el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones (Ro 5:5); sin embargo, los problemas en la iglesia son una triste realidad que sucede más frecuentemente de lo que deseamos.

¿Por qué hay problemas en la iglesia? 

Ser parte de una iglesia saludable no garantiza la ausencia de problemas interpersonales. La iglesia está compuesta de pecadores falibles e imperfectos que «prometen» y se comprometen a no lastimarse unos a otros, pero ese objetivo no es fácil de cumplir. Por el pecado remanente de la naturaleza caída que aún llevamos, caemos en el egoísmo de pensar solo en nosotros.

Tenemos problemas dentro y fuera de la iglesia porque aún debemos aprender a vivir y aplicar el evangelio a cada área de nuestras vidas

Se necesita muy poco para encender ese remanente de egoísmo. Solo tomará que una persona trate mal a tu cónyuge, que la maestra de escuela dominical no le dé un premio a tu hijo o que nadie te llame por teléfono cuando estás enfermo para que te enojes, reacciones de acuerdo a sentimientos carnales y expreses tu molestia de alguna manera.

Muchas veces los problemas en la iglesia se dan a causa de una interpretación egoísta de la amistad cristiana. Tal vez encuentres a alguien con tus mismas afinidades, gustos, hábitos o etapa de vida. Pero si no tienes cuidado, tu amistad se construirá sobre esas afinidades y no en Cristo. ¿Qué pasará cuando tus gustos o los de tu amigo cambien, cuando no te escuche como antes o cuando no te trate como tanto te agrada? Es probable que, entonces, comiencen los problemas interpersonales. Por eso el compañerismo cristiano debe estar basado en Cristo.

Querido hermano, esto nos ayuda a comprender que tenemos problemas en la iglesia, y fuera de ella, porque aún debemos aprender a vivir y aplicar el evangelio a cada área de nuestras vidas. Tal vez hemos creído en el evangelio, pero no nos estamos ejercitando en él y, desde luego, no estamos reflejando a Jesús —el autor del evangelio (He 12:2)— en esta área particular.

Permíteme recordarte tres maneras en las que el evangelio te anima y ayuda a resolver los problemas en tus relaciones interpersonales dentro de la iglesia.

El evangelio es nuestro ejemplo de reconciliación 

El propósito del evangelio implica restaurar nuestra posición delante de Dios y nuestra relación con Él. Pablo dice que en Cristo tenemos paz para con Dios (Ro 5:1) y que gracias a Jesús tenemos reconciliación con el Padre (Ef 2:14-16).

Esto quiere decir que sin el evangelio éramos «enemigos de Dios» (Ro 5:10), estábamos alejados de Él (Ef 2:12) y éramos «de ánimo hostil» (Col 1:21) a causa de nuestros pecados. Pero Jesús pagó por nuestras ofensas con Su muerte. Es solamente en el evangelio donde encontramos la perfecta y más completa definición de reconciliación.

La reconciliación con el Padre en Jesús es el fundamento para la reconciliación con nuestros hermanos en la fe

No podemos decir que estamos «reconciliados con Dios», pero no con nuestros hermanos en Cristo. Si hemos sido reconciliados con el Padre gracias al sacrificio de Cristo, ¿cómo podemos justificar nuestros enojos con otros hijos de Dios? La reconciliación con el Padre en Jesús es el fundamento para la reconciliación con nuestros hermanos en la fe.

El evangelio no solo reparó nuestra relación con Dios, sino también con otras personas y, en especial, con nuestra familia espiritual (Ef 2:14-15). Nadie que ha sido reconciliado con Dios tiene el derecho a no reconciliarse con los demás. Así que, vive con esta verdad en mente: eres reconciliado con Dios para crecer en tu buen trato y tu disposición a reconciliarte con otros.

El evangelio es nuestro ejemplo de perdón

La vía por la cual hallamos la reconciliación con el Padre es el perdón otorgado en Jesús. No hay nada más hermoso en el evangelio que el perdón de Dios. No lo merecemos, no hicimos nada para ganarlo, sino que el Padre «rico en misericordia» (Ef 2:4) decide perdonar a todos los que Él ha llamado para salvación.

A la luz de la misericordia del Padre, no hay razones ni justificación para nuestra falta de perdón a nuestros hermanos en Cristo. Claro que debemos perdonar a todas las personas, pero en especial a los de la familia de la fe (Gá 6:10). La iglesia es el lugar donde ejercitamos el perdón y nos soportamos los unos a los otros (Col 3:13); por lo tanto, no nos quejemos de hacerlo, no nos cansemos de dispensar a otros el perdón con el que fuimos alcanzados (Ef 4:32).

No puedes tener una relación con Dios si guardas resentimiento contra alguien más. Es imposible. No es bíblico. Es una mentira satánica pensar que puedes servir en paz a la iglesia mientras persistes en el enojo hacia alguien más, porque «el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto» (1 Jn 4:20).

Solemos minimizar el pecado de la falta de perdón contra nuestros hermanos, justificándonos con excusas fatuas y simples. Pero el perdón es un aspecto importante de la vida cristiana y una evidencia de nuestra salvación: «Porque si ustedes perdonan a los hombres sus transgresiones, también su Padre celestial les perdonará a ustedes» (Mt 6:14).

El evangelio es nuestro ejemplo de amor 

La razón por la cual hemos sido perdonados es por amor, puro y santo amor. Dios no nos da Su amor porque espere algo a cambio. Sin embargo, Su amor nos transforma en nuevas criaturas (2 Co 5:17) con nuevos deseos y anhelos, de modo que respondemos en entrega, agradecimiento y una vida santa.

La iglesia es el lugar donde ejercitamos el perdón y nos soportamos los unos a los otros

¡Estoy tan agradecido con el Señor de que no me cobre a cambio de Su amor eterno! Yo no le amo todos los días como debería ni le agradezco cada día por mi salvación. Me olvido con frecuencia del evangelio y los deseos pecaminosos capturan mi frágil corazón. No obstante, Dios me ama, siempre me ama y perdona mi debilidad. Todos los días me ama con la misma intensidad con la que me ha amado desde la eternidad.

Los cristianos estamos llamados a reflejar ese amor, pero entiendo que este atributo divino es especialmente difícil de imitar por nosotros. Debido a nuestra vieja naturaleza caída, solemos amar solo cuando nos sentimos amados o a cambio de algo. Cuando no recibimos lo que queremos, nos quejamos, nos enojamos y dejamos de amar. Pero querido hermano, te animo a que reconozcas que ese amor no es verdadero, sino que es manipulación que demanda y exige que los demás «me» sirvan.

Abandonemos esa clase de conducta inmadura y vivamos de acuerdo a nuestra nueva naturaleza a semejanza de Jesús. Que Su amor sea nuestro modelo y seamos canales por el cual ese amor llega a otros. Todos los días, a todas horas, bajo cualquier circunstancia, ama a Dios y ama a tu prójimo (Mt 22:37-39).

Apliquemos el evangelio

Es cierto que las relaciones interpersonales son complicadas debido a nuestra vieja naturaleza caída. Pero los que hemos nacido de nuevo, podemos crecer y madurar en el mismo evangelio que nos salvó.

La obra de Jesús nos transforma para imitar la reconciliación, el perdón y el amor de Dios. Por eso podemos estar seguros de que el evangelio nos ayuda a resolver los problemas relaciones de la iglesia. Vivamos y apliquemos el evangelio a cada área de nuestras vidas y a todas nuestras relaciones personales.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando