Los judíos alrededor del mundo celebran la fiesta llamada Rosh-hashana (“principio de año” o “año nuevo”) a principios de septiembre. Se trata de una festividad que no tiene nada que ver con el año nuevo que es celebrado de una manera distinta, sino más bien de una celebración que encuentra su origen en la Torá (Lv 23:24-25; Nm 29:1-6).
Los rabinos adoptaron el nombre Rosh-hashana en los tiempos posteriores al exilio. Sin embargo, el nombre de la fiesta en la Biblia es יום תרועה (Ion truah), que significa “día de la alarma” (Nm 29:1), o como se llegó a conocer entre los profetas: יִתָּקַע בְשוֹפָר (itaka be-shofar), “el soplo del cuerno de carnero” o “toque de trompeta” (Is.27:13); de ahí el nombre “la fiesta de las trompetas”.
Lo fascinante del calendario bíblico es que “está dividido entre fiestas de primavera y otoño, las cuales corresponden a la primera y segunda venida de Yeshua [Jesús]”.[1] Por ejemplo, en artículos anteriores vimos cómo las fiestas en primavera apuntan al evangelio:
- La fiesta de la pascua (Éx 12:6-20) celebra la crucifixión de Jesús.
- La fiesta de los primeros frutos (Lv 23:10-11) celebra su resurrección.
- La fiesta de Shavuot, o pentecostés, (Lv 23:15-16) celebra el descenso del Espíritu Santo (ver también el enlace en el punto anterior).
El resto de las fiestas celebradas en otoño completarían el calendario mesiánico, siendo la fiesta de las trompetas la primera de ellas.[2] Ahora, la pregunta que nos toca responder es, ¿de qué forma esta festividad bíblica actúa como un recordatorio edificante para la iglesia? Para ello, nos valdremos de dos preguntas básicas: (1) ¿cuál es el propósito original de la fiesta de las trompetas?; y (2) ¿cómo el pueblo de Dios entendió la fiesta de las trompetas?
¿Cuál es el propósito de esta fiesta?
La fiesta de las trompetas es celebrada con una cena especial familiar y con el soplar de un cuerno de carnero.[3] Dicha fiesta tenía dos objetivos principales: (1) marcar el inicio del mes más importante en el calendario bíblico;[4] y (2) sonar la trompeta para reunir al pueblo, por sus campamentos, alrededor de Dios para celebrar la redención que experimentarían a continuación (Lv 23:23-26; 25:9).
En esta fiesta se instruye ofrecer “un holocausto como aroma agradable al Señor” (Nm 29:2-4, énfasis añadido). Esta no era una ofrenda por el pecado, sino solo para preparar y hacer al individuo apto para acercarse al espacio sagrado.[5] Posteriormente el Señor instruye que debían ofrecer “un macho cabrío como ofrenda por el pecado, para hacer expiación por ustedes” (Nm 29:5, énfasis añadido). Es decir, estos sacrificios buscaban quebrantar el corazón del individuo (Sal 51:17), haciéndolo apto para acercarse a Dios y expiar temporalmente su pecado.
¿Cómo el pueblo de Dios entendió la fiesta?
Los profetas reflexionaron en esta fiesta y la visualizaron como un evento que apuntaba al tiempo del fin. Por ejemplo, Isaías escribió: “Y acontecerá en ese día, que se soplara un gran cuerno y vendrán los muertos que están en tierra de Asiria y los desvanecidos en tierra de Egipto, y se postrarán al Señor en el monte santo en Jerusalén” (27:13, traducción personal).[6]
Cuando el texto dice “vendrán los muertos”, deja implícita la resurrección, ya que un muerto no podría venir a menos que sea resucitado. En otras palabras, el sonido de la trompeta no solo convocaba al pueblo en la celebración de la fiesta, sino que en un futuro también reuniría a los muertos de varias partes del mundo para traerlos a adorar al Señor en Jerusalén.
El hecho de que la fiesta de las trompetas se continuó celebrando en tiempos del Nuevo Testamento es evidente por el testimonio de textos como Hechos, en donde los líderes de la iglesia en Jerusalén le dijeron a Pablo:
“Hermano, ya ves cuántos miles hay entre los judíos que han creído, y todos son celosos de la ley. Se les ha contado acerca de ti, que enseñas a todos los judíos entre los gentiles que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni observen las tradiciones… Por tanto, haz esto que te decimos… Así todos sabrán que no hay nada cierto en lo que se les ha dicho acerca de ti, sino que tú también vives ordenadamente, guardando la ley” (Hch 21:20-24).
Si Pablo y los apóstoles (todos ellos judíos) continuaron guardando la Torá, eso nos sugiere que continuaron celebrando las fiestas bíblicas, las cuales son parte esencial de la ley y la fiesta de las trompetas no era la excepción.[7]
Los apóstoles hicieron eco de los profetas, viendo también en dicha fiesta un aspecto escatológico, tal como escribió Pablo: “En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la trompeta final. Pues la trompeta sonará y los muertos resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Co 15:52). Sin duda, aquí el apóstol tiene en mente a Isaías, el cual a su vez está hablando en el mismo contexto de la profecía de Zacarías de una manifestación futura y especial de las últimas tres fiestas en el calendario bíblico (Is 27:13; Zc 9:14; 13:1—14:21). En otras palabras, en la mente de Pablo, esta fiesta de las trompetas se cumplirá plenamente en el anuncio de la segunda venida del Rey Jesús.[8]
Un recordatorio para la iglesia
De esta manera, la celebración de la fiesta de las trompetas es un recordatorio para la iglesia, que apunta al inicio del evento más importante en los sucesos futuros: la segunda venida de nuestro Señor. Mientras se nos recuerda nuestra reunión con el Rey Jesús, somos estimulados a la santidad (2 P 3:11-12) y la proclamación del evangelio (Mt 24:14).
Finalmente, dicha fiesta no solo nos anuncia que en el Antiguo Testamento Dios preparaba el corazón de su pueblo a través de los sacrificios para acercarse a Él, sino que también anuncia que Él ya cambió nuestros corazones a través del supremo sacrificio de Jesús y ahora nos invita a celebrar cuando Él se acerque a nosotros en su segunda venida.